Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
mundo y, al punto, el soso hidalgo "de los de <strong>la</strong>nza en astillero, adarga antigua, rocín f<strong>la</strong>co y<br />
galgo corredor..., hombre de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran<br />
madrugador y amigo de <strong>la</strong> caza", se siente transfigurado y, como el símil del círculo b<strong>la</strong>nco,<br />
comienza a separarse de su pristina y negra animalidad de ocioso <strong>que</strong> vegeta como tantos<br />
en <strong>la</strong> anónima aldea, <strong>la</strong>nzándose impávido por el mundo como un nuevo redentor<br />
caballeresco, contra "los agravios <strong>que</strong> pensaba deshacer, tuertos <strong>que</strong> enderezar, sinrazones<br />
<strong>que</strong> enmendar, abusos <strong>que</strong> mejorar y deudas <strong>que</strong> satisfacer...".<br />
¡Si le valiese, el mundo, restituído a <strong>la</strong> Edad de Oro, de <strong>la</strong> <strong>que</strong> tan sublime elogio jina hace<br />
en su discurso a los cabreros, a<strong>que</strong>l discurso <strong>que</strong> empieza: "¡Dichosa edad y siglos dichosos.<br />
. .!", vería establecerse como por ensalmo a<strong>que</strong>l reinado ansiado de <strong>la</strong> Verdad sin velos <strong>que</strong><br />
una vez imperó en el mundo con el Paraíso bíblico; <strong>la</strong> Era de Jano-Saturno romana; los<br />
Campos Elíseos, o de Ignisfail, ógmicos; <strong>la</strong> Walhal<strong>la</strong>, nórdica; el Edén, coránico; el<br />
Devachán, o Reino de los Angeles, ario; el Amenti, egipcio; el Reino del Padre, cristiano; el<br />
Summer <strong>la</strong>nd, espiritista, etc., reinado al <strong>que</strong> han aspirado siempre, con esa certidumbre<br />
infalsificable de <strong>la</strong> Luz Interior, los místicos de todos los tiempos!<br />
Pero ¡ay! <strong>que</strong> el símil de los dos círculos o <strong>la</strong>s dos esferas superpuestas no es, por<br />
desgracia, un mero símil, sino una verdad tan grande como trágica: <strong>la</strong> de <strong>que</strong> <strong>la</strong> Ley Natural<br />
o Karma nos obliga, al salir evolutivamente del mundo negro de <strong>la</strong> vulgaridad animal para<br />
dirigimos hacia el b<strong>la</strong>nco mundo trascendente o jina, a pasar un tiempo de transición o de<br />
crucifixión intermedio entre aquél<strong>la</strong>, de <strong>la</strong> <strong>que</strong> gradualmente nos alejamos, y éste, al <strong>que</strong><br />
tratamos de vo<strong>la</strong>r en a<strong>la</strong>s del Ideal divino. No ya animales, ni ángeles todavía -nos grita<br />
desde el fondo de nuestro corazón <strong>la</strong> Ley-, sino seres de <strong>la</strong> transición, seres crucificados en<br />
<strong>la</strong> Cruz de <strong>la</strong>s dos tendencias, vieja y nueva: HOMBRES, en suma.<br />
Por eso nacemos llorando, como quien se ve precipitado de un cielo a un abismo; por eso<br />
llorando y luchando vivimos, sin <strong>que</strong> sobre el alma ni sobre <strong>la</strong> materia, como pensara<br />
Espronceda, y es un eterno batal<strong>la</strong>r nuestra vida, entre nuevos ideales b<strong>la</strong>ncos <strong>que</strong> pugnan<br />
por venir a <strong>la</strong> vida, y viejas realidades negras <strong>que</strong> no quieren aún irse... ¿Qué de dolores<br />
secretos no sufrirá <strong>la</strong> ostra antes de desprenderse evolutivamente de su valva, o <strong>la</strong> crisálida<br />
hasta verse histolíticamente despojada de su <strong>la</strong>rval capullo, o <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> antes de romperse<br />
para <strong>la</strong> germinación? ¿Qué de dolores no simbolizan también entre nosotros todas <strong>la</strong>s<br />
emancipaciones, sean de hombres, sean de pueblos, sean de ideología, sean de revolución?<br />
No todo alumbramiento, sin embargo, es con sangre, pues <strong>que</strong> son incruentos los<br />
alumbramientos del agua, y de aquí <strong>que</strong> <strong>la</strong>s revoluciones sangrientas y dolorosas sean<br />
evitables en un principio por una evolución incruenta y dulce...<br />
Y en este punto concreto, crítico, <strong>que</strong> caracteriza a <strong>la</strong> vida del hombre entre el animal y el<br />
jina, estriba, a nuestro juicio, el mérito principal de <strong>la</strong> estupenda obra de Cervantes. Ved<strong>la</strong><br />
desde los mismos comienzos de ésta; desde su Prólogo, en el <strong>que</strong>, después de aludir a <strong>la</strong><br />
cárcel p<strong>la</strong>tónica en <strong>que</strong> dice nació su libro, <strong>la</strong>nza una efectiva invocación jina al "perdido y<br />
anhe<strong>la</strong>do paraíso", cuando proc<strong>la</strong>ma <strong>que</strong> "el sosiego, el lugar apacible, <strong>la</strong> amenidad de los<br />
campos, <strong>la</strong> serenidad de los cielos, el murmurar de <strong>la</strong>s fuentes, <strong>la</strong> quietud -jina- del espíritu,<br />
son gran parte para <strong>que</strong> <strong>la</strong>s musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al<br />
mundo <strong>que</strong> le colmen de contento y maravil<strong>la</strong>" .<br />
Pero Cervantes, bardo de los tiempos modernos, ruiseñor sin par al cerrar <strong>la</strong> horrible noche<br />
de <strong>la</strong> decadencia españo<strong>la</strong> después de haber sido España <strong>la</strong> soberana <strong>que</strong> lució en dos<br />
mundos, pecó, como todos los bardos, por<strong>que</strong>, siendo un inmenso poeta, no se atrevió a dar<br />
un paso más proc<strong>la</strong>mándose místico, y aterrorizado ante su propia concepción de hombre<br />
crucificado por sus semejantes -concepción <strong>que</strong> crea los Buddhas, los San Franciscos de<br />
Asís y los Cristos-, se dec<strong>la</strong>ró en derrota; opuso a <strong>la</strong> realidad de <strong>la</strong> ilusión quijotesco<br />
caballeresca <strong>la</strong> ilusión de <strong>la</strong> realidad sanchopanzuna; tuvo por loco al propio hijo <strong>que</strong> le<br />
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