Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
respectivas, a quienes decapitan, y, exasperados, creen <strong>que</strong> todas <strong>la</strong>s demás mujeres son<br />
infieles también por ley de su naturaleza, merced a lo cual Schahriar o Zacarías -el mudo<br />
sacrificador del templo de Israel, <strong>que</strong> en el re<strong>la</strong>to evangélico se da por esposo de Isabel,<br />
prima de María- se decide a sacrificar, como el famoso monstruo ir<strong>la</strong>ndés y gallego del<br />
Tributo de <strong>la</strong>s cien doncel<strong>la</strong>s, todas <strong>la</strong>s noches a una mujer, después <strong>que</strong> ha compartido con<br />
el<strong>la</strong> su regio lecho. Tras tan horrenda carnicería, <strong>que</strong> tiene aterrado a todo el Imperio,<br />
aparece una heroína, Scheherezada, <strong>la</strong> hija del visir, quien como <strong>la</strong> Judith de Holofernes, o <strong>la</strong><br />
Iseo del mito tristánico, se decide a libertar a su pueblo de semejante oprobio y<br />
resueltamente se ofrece en holocausto al monstruo, compartiendo su lecho 149 .<br />
Viene aquí entonces el símbolo de <strong>la</strong> acción de <strong>la</strong> Magia en el mundo y en <strong>la</strong> vida. La jina<br />
Scheherezada se hace despertar por su humana hermana Dinarzada "antes del amanecer"<br />
(hora de <strong>la</strong> iniciación), y ésta le ruega <strong>que</strong> le cuente uno de a<strong>que</strong>llos divinos cuentos <strong>que</strong><br />
debía a sus profundos estudios. Scheherezada aprovecha esa hora augusta <strong>que</strong> precede al<br />
alba, y en <strong>la</strong> <strong>que</strong> el hombre comienza a salir del mundo misterioso del sueño, penetrando en<br />
el de los ensueños más dulces, ensueños jinas <strong>que</strong> acaso son <strong>la</strong> única verdad de nuestra<br />
existencia, y comienza su re<strong>la</strong>to con <strong>la</strong> historia del comerciante y el ogro, <strong>que</strong> no es sino el<br />
símbolo del triste destino de <strong>la</strong> humanidad post-at<strong>la</strong>nte destinada a desaparecer, como<br />
destinado estaba a morir el pobre comerciante del cuento bajo <strong>la</strong> espada del genio del malo<br />
magia negra (y como destinada estaba también a morir <strong>la</strong> pobre Scheherezada), si en a<strong>que</strong>l<br />
momento no se hubiesen presentado tres extraños personajes, dignos de especial mención.<br />
Estos tres personajes son tres típicos "viejos" o jinas, quienes se presentan para salvar al<br />
pobre comerciante en el momento supremo en <strong>que</strong>, fiel a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>que</strong> había dado al ogro<br />
de volver al año justo para <strong>que</strong> le sacrificase por el horrendo delito de haber comido dátiles<br />
(los misterios de los "dáctilos", o conocimiento cabalístico mal adquirido), iba a caer bajo <strong>la</strong><br />
imp<strong>la</strong>cable cuchil<strong>la</strong> del ogro. El primero de a<strong>que</strong>llos jinas, como el shadú o "conductor de <strong>la</strong><br />
vaca pentápoda" <strong>que</strong> figura en los re<strong>la</strong>tos jinas de Olcott y de B<strong>la</strong>vatsky. a los <strong>que</strong> hiciéramos<br />
referencia en De gentes del otro mundo, pág. 9, conducía a una cierva, cierva <strong>que</strong> no era<br />
sino su estéril mujer, transformada así por una maga en castigo a <strong>que</strong> el<strong>la</strong>, para vengarse de<br />
una esc<strong>la</strong>va de su marido <strong>que</strong> le había dado un hijo, los había transformado a el<strong>la</strong> en vaca, y<br />
al hijo en ternera. No hay por qué añadir <strong>que</strong> semejantes vaca y ternera no son sino <strong>la</strong><br />
primitiva religión jina reflejada en <strong>la</strong> célebre vaca de Gautama el Buddha, o sean los dos<br />
cultos so<strong>la</strong>r y lunar, de los <strong>que</strong> hemos hab<strong>la</strong>do tantas veces.<br />
El segundo jina llevaba dos perros negrísimos, quienes, a su vez. no eran sino dos<br />
pésimos hermanos suyos (u hombres) <strong>que</strong>, envidiosos de su prosperidad e ingratos a<br />
anteriores beneficios, habían tratado de sepultade en el mar ("como lo fuera <strong>la</strong> Atlántida") a él<br />
y a su jaina esposa, <strong>la</strong> cual, para castigados, los había metamorfoseado en perros malditos.<br />
En cuanto al tercero de los jinas salvadores del buen hombre, su historia era tal y tan<br />
sublimemente misteriosa (como efectiva historia mágica) <strong>que</strong> el libro <strong>la</strong> tiene <strong>que</strong> cal<strong>la</strong>r...<br />
149 El visir, padre de Scheherezada, no dejó de oponer obstáculos a <strong>la</strong> heroica resolución de su hija. Al efecto, después de<br />
mil razones, le recordó <strong>la</strong> fábu<strong>la</strong> del Asno y el Buey, <strong>que</strong> es <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción terrible de <strong>la</strong> ley del karma a través de <strong>la</strong> historia.<br />
Sabía muy bien el visir, como sabemos nosotros, <strong>que</strong> todo a<strong>que</strong>l <strong>que</strong> trata de salvar a sus semejantes desvalidos contrae<br />
kármicamente <strong>la</strong> responsabilidad de todo el uso bueno o malo <strong>que</strong> ellos hagan de sus enseñanzas, al modo de <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada<br />
responsabilidad civil subsidiaria de <strong>la</strong>s leyes, ora entre los hijos menores y sus padres, ora entre los deudores y sus fiadores.<br />
Así, en <strong>la</strong> fábu<strong>la</strong> del visir, compadecido el asno de los malos tratos <strong>que</strong> al buey daba su amo, le aconsejó <strong>la</strong> rebeldía; pero así<br />
<strong>que</strong> el buey se hubo rebe<strong>la</strong>do, el amo cargó al asno todo el peso de a<strong>que</strong>l<strong>la</strong>s cargas <strong>que</strong> por su consejo el buey había dejado<br />
de llevar, y así soportó el asno su desventura hasta <strong>que</strong> le hizo al buey <strong>la</strong> segunda reve<strong>la</strong>ción, o sea <strong>la</strong> de <strong>que</strong> el amo le<br />
dejaba engordar en <strong>la</strong> holganza para <strong>mata</strong>rle y comerle después, con lo cual el buey abrió los ojos y se sometió voluntario a<br />
su cruz antigua.<br />
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