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Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

aspiraciones, en sentido inverso a como <strong>la</strong>s llevamos dadas anteriormente. Por eso ha<br />

podido decir el prefacio a <strong>la</strong> traducción francesa de <strong>la</strong> Historia de Felipe II, por Watson, esta<br />

verdad dolorosísima:<br />

"En <strong>la</strong> juventud, en esa dichosa edad de <strong>la</strong>s ilusiones en <strong>la</strong> <strong>que</strong> el entusiasmo hacia <strong>la</strong><br />

virtud eleva el alma por encima de todas <strong>la</strong>s cosas, se cree firmemente en <strong>la</strong> virtud misma, y<br />

se siente tanta indignación como asombro cuando se <strong>la</strong> ve escarnecida en. el mundo. El<br />

joven. a <strong>la</strong> vista de <strong>la</strong> maldad <strong>que</strong> osa menospreciar una por una todas <strong>la</strong>s virtudes, se<br />

encuentra siempre en situación violenta; se agita en vanos esfuerzos, en votos estériles<br />

hacia el bien, y sufre cruelmente cuando ve <strong>que</strong> <strong>la</strong> desvergüenza y <strong>la</strong> perversidad están<br />

adueñadas del mundo... Pero, más tarde, cuando los años van calmando su imaginación,<br />

anquilosando su corazón ardiente y apagando los juveniles fulgores de su mente ansiosa;<br />

cuando el joven ha adquirido por sí <strong>la</strong> triste convicción de <strong>que</strong> se irrita en vano contra algo<br />

más fuerte <strong>que</strong> él y <strong>que</strong> resulta fatalmente inconmovible; cuando ve <strong>que</strong> todos los hombres<br />

se parecen en su despotismo, en su orgullo y en su hipócrita codicia, llevando <strong>la</strong> dulzura<br />

hasta <strong>la</strong> bajeza, el interés personal hasta <strong>la</strong> demencia, y hasta <strong>la</strong> estupidez <strong>la</strong> total ignorancia<br />

de sus fueros y derechos, siente <strong>la</strong> tentación de echarlo todo a rodar y volverse escéptico,<br />

guardando para sí sus principios redentores y diciendo con el clásico: "¿Sed quid indignor? -<br />

Ridere sabius est..."<br />

Este terrible momento en <strong>que</strong> <strong>la</strong> mal l<strong>la</strong>mada realidad riñe- con el ideal <strong>la</strong> suprema batal<strong>la</strong>,<br />

es, por decirlo así, el momento cumbre, el decisivo de cada vida, al <strong>que</strong> se conoce<br />

vulgarmente por "<strong>la</strong> edad de los cristos", pues <strong>que</strong> él se presenta inevitablemente en <strong>la</strong> plena<br />

virilidad, o sea entre los veintiocho y los cuarenta años, como razón suprema de nuestra vida<br />

terrestre misma. Si el hombre es entonces derrotado, ya no será en ade<strong>la</strong>nte sino un cadáver<br />

de Hombre, un alma muerta de <strong>la</strong>s <strong>que</strong>, al tratar de Plutarco, hemos hab<strong>la</strong>do en el capítulo V.<br />

Su felicidad, en lo <strong>que</strong> le reste de vida física, ya no podrá ser sino francamente grosera y<br />

escéptica, o gazmoñamente hipócrita, <strong>que</strong> es peor aún, pues, como dice El Emilio, de<br />

Rousseau (volumen IV de sus obras completas), "no hay más esc<strong>la</strong>vo <strong>que</strong> el <strong>que</strong> realiza el<br />

mal, por<strong>que</strong> lo realiza siempre a pesar suyo, y <strong>la</strong> verdadera libertad, lejos de estribar en esta<br />

o en <strong>la</strong> otra forma de gobierno, radica en el propio corazón del hombre <strong>que</strong> merece tal<br />

nombre de libre, llevándo<strong>la</strong> éste doquiera consigo, mientras <strong>que</strong> al hombre vil le sigue<br />

siempre <strong>la</strong> servidumbre". "El día de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud moral -añade Homero, Odisea, 17- despoja<br />

al mortal de <strong>la</strong> mitad de sus virtudes, por<strong>que</strong> <strong>la</strong>s mismas mudanzas de <strong>la</strong> fortuna no son sino<br />

sucesos <strong>que</strong> temp<strong>la</strong>n los vigores del carácter, haciendo verdaderamente grande al hombre<br />

<strong>que</strong> ni se envanece con <strong>la</strong> fortuna próspera, ni con <strong>la</strong> adversa se abate (Tito Livio, libro 45, c.<br />

VIII), y hasta el propio dolor tiene sus delicias", como no ignora ningún místico.<br />

Esta felicidad, como dice Hans Sanchs a Walter al hab<strong>la</strong>rle (véase Los maestros cantores,<br />

de Wágner) de los verdaderos Cantos de Maestro, no está apoyada sino en <strong>la</strong>s Reg<strong>la</strong>s del<br />

Supremo Arte, el ARTE DEL "HONESTE VIVERE", del Derecho romano, el vivir no sólo para uno<br />

propio, sino para <strong>la</strong> Humanidad, y con el altruísmo del SACRIFICIO.<br />

<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 197 www.samaelgnosis.net

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