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Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

El más anciano y cauto de los siete durmientes se apresuró entonces a decir a sus<br />

compañeros:<br />

-Enviad prontamente a alguno para <strong>que</strong> nos traiga alimentos de <strong>la</strong> vil<strong>la</strong> próxima, pero <strong>que</strong><br />

no diga a nadie nuestro retiro ni lo <strong>que</strong> en él nos ha pasada, por<strong>que</strong> si los habitantes de<br />

aquél<strong>la</strong> lo conociesen, nos obligarían a adoptar sus creencias idolátricas o nos <strong>la</strong>pidarían. ..<br />

¡Desde el momento en <strong>que</strong> entramos en <strong>la</strong> cueva, ya no podremos ser felices jamás al uso<br />

mundano!<br />

Entonces, los siete compañeros ocultaron con rocas <strong>la</strong> entrada exterior de <strong>la</strong> caverna, y<br />

alzaron sobre <strong>la</strong> cumbre una mezquita, <strong>que</strong> secretamente se comunicaba con el<strong>la</strong> (recuerdo<br />

de <strong>la</strong> disposición del templo egipcio de <strong>la</strong> Esfinge), y dijeron:<br />

-El Señor es sólo quien conoce <strong>la</strong> verdad. Cuando los hombres vengan por esta mezquita y<br />

recuerden <strong>la</strong> leyenda de los Siete Durmientes, disputarán entre sí, por<strong>que</strong> no sabrán a qué<br />

atenerse. Uno dirá "los durmientes eran tres, y su perro el cuarto"; otros porfiarán diciendo:<br />

"no eran sino cinco y su perro el sexto". Se escudriñará así el misterio, pero sólo un número<br />

muy pe<strong>que</strong>ño de elegidos será el <strong>que</strong> lo sabrá. No disputen, pues, los hombres sobre ese<br />

punto, ni pidan sobre ello a ningún cristiano su opinión, por<strong>que</strong> nada sabrá... En efecto, como<br />

dice el versículo 24 de <strong>la</strong> sura XVIII, el tiempo <strong>que</strong> permanecieron los siete jóvenes y su<br />

perro en <strong>la</strong> caverna fué el de trescientos nueve años, día tras día.<br />

En dicha sura XVIII (vs. 59 al 81) se nos da asimismo un precioso re<strong>la</strong>to acerca de <strong>la</strong><br />

iniciación de Moisés, en <strong>la</strong> caverna también. Veámoslo:<br />

Un día dijo Moisés a su servidor Josué, el hijo de Nun: "Te aseguro <strong>que</strong> no cesaré de<br />

caminar hasta <strong>que</strong> llegue por mi pie a <strong>la</strong> confluencia de los dos mares, aun<strong>que</strong> sepa <strong>que</strong><br />

tenga <strong>que</strong> caminar más de veinticinco años".<br />

Partieron, pues, llevando un pescado para su alimento 138 ; al fin de un penoso e inacabable<br />

caminar día tras día, llegaron entrambos a <strong>la</strong> confluencia de los dos mares, o sea del mar de<br />

Moisés, <strong>que</strong> es el mar de <strong>la</strong> ciencia exterior (exotérica o vulgar), y el mar de Dhul Karnein,<br />

<strong>que</strong> es el océano sin oril<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> ciencia interior o iniciática, por encima de cuanto puedan<br />

imaginar los hombres 139 .<br />

Cuando Moisés y su servidor, el hijo de Nun, hubieron llegado a <strong>la</strong> confluencia de los dos<br />

mares, aquél ordenó a éste:<br />

-Hemos ya pasado demasiadas fatigas en el viaje. Sírvenos, pues, de comer.<br />

Josué, obediente, cogió su marmita con agua y puso en el<strong>la</strong>, para <strong>que</strong> se cociese, el<br />

pescado <strong>que</strong> llevaban como alimento. Pero, no bien el agua empezó a hervir, cuando el pez,<br />

<strong>que</strong> llevaba mucho tiempo muerto, revivió, y saltó presuroso de <strong>la</strong> marmita, escapando a<br />

unirse con sus congéneres de <strong>la</strong> confluencia de entrambos mares <strong>que</strong> tenían enfrente.<br />

-Este es el signo <strong>que</strong> yo esperaba -exc<strong>la</strong>mó gozoso Moisés-. Aquí es donde se me ha<br />

dicho <strong>que</strong> había de encontrar a A<strong>que</strong>l a quien busco, como al imán el hierro, desde hace<br />

tanto tiempo.<br />

En efecto, apartándose un poco a un <strong>la</strong>do, y por especial disposición del Señor, se<br />

encontró Moisés con uno de los mayores servidores de éste, hombre de suprema ciencia e<br />

insuperable virtud <strong>que</strong> desde luengos tiempos le aguardaba.<br />

138 Este pescado es el ictius, el signo zodiacal de los peces, <strong>que</strong> sirvió de simbolismo y contraseña de reconocimiento<br />

recíproco a los primeros cristianos, como todavía se ve dibujado en <strong>la</strong>s Catacumbas. El completo desarrollo de este detalle<br />

simbólico se dará luego.<br />

139 Nada tiene de irrespetuoso para con <strong>la</strong> excelsa personalidad de Moisés el <strong>que</strong> el Corán le suponga así buscando a un<br />

maestro más sabio aún <strong>que</strong> él, puesto <strong>que</strong> <strong>la</strong> misma Biblia le supone iniciado de Jetro, el madianita, su suegro.<br />

<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 183 www.samaelgnosis.net

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