Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
CAPÍTULO XVII. LOS "JINAS" EN EL "CORÁN"<br />
El Corán y <strong>la</strong> Biblia mosaica. - El hombre, como pensador, es superior a los ángeles. - Sólo viven los <strong>que</strong> mueren<br />
en el Señor. - El paraíso del justo. - Las "huríes" o vírgenes walkyrias. - El "Kauther" o divino Lago de<br />
Inmortalidad. - El "Araf" o Velo de Isis. - El "<strong>Libro</strong> de <strong>la</strong> Verdad Evidente" y su Sendero de liberación. - La<br />
resurrección o "Gran Acontecimiento". - Se ha entendido groseramente el Corán, creyendo <strong>que</strong> estimu<strong>la</strong> al<br />
"guerrero de sangre" y no al "guerrero del ideal", - La leyenda de Harut y Marut. - La iniciación de "Los siete<br />
durmientes de <strong>la</strong> Caverna". - Cómo fué iniciado Moisés. - Las tres preguntas famosas y el Sigilo de los<br />
Iniciados. - Los arcanos de <strong>la</strong> Sabiduría. - El maestro Dhul Karnein (el Apolo Karneios o de los cuernos de luz) y<br />
el Velo de Isis. - Los maestros del Profeta. - El Ultramar de <strong>la</strong> vida. - Las gentes criminales de Iadjudj y Madjudj.<br />
_ El gran muro <strong>que</strong> protege a <strong>la</strong> pobre humanidad contra los asaltos de "los invisibles", - El peso de <strong>la</strong>s almas, -<br />
Recuerdos árabes-españoles.<br />
No hay necesidad de penetrar en esa encantadora selva del Kunhol Acbar (El tesoro de <strong>la</strong><br />
antigüedad) o historia universal del pueblo árabe escrita por Alí Mustafá ben Hamed ben<br />
Abdul Moka, para <strong>que</strong> nos salgan al paso los "jinas" mahometanos. Basta para ello crl atento<br />
estudio del Corán, ese hermoso libro <strong>que</strong> en el fondo no es sino una glosa, una compi<strong>la</strong>ción<br />
de tradiciones mosaicas, una obra, en fin, parale<strong>la</strong> a esa otra <strong>que</strong> Esdras realizase al retornar<br />
el pueblo judío de su cautividad en Babilonia y <strong>que</strong> constituye <strong>la</strong> Biblia, según ha llegado<br />
hasta nosotros.<br />
En efecto, toda <strong>la</strong> obra del Profeta Mahoma se apoya en <strong>la</strong> certeza de una vida ulterior en<br />
verdadero paraíso jina, del <strong>que</strong> antaño cayéramos, y <strong>que</strong> volverá a ser otorgado como<br />
premio al justo y a sus penalidades en <strong>la</strong> tierra. Véanse sino estos hechos y sentencias,<br />
entresacados casi al azar de <strong>la</strong>s admirables e inestudiadas suras coránicas, empezando por<br />
<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> sura II, <strong>que</strong> parece arrancada de <strong>la</strong>s propias Estancias de Dzyan, re<strong>la</strong>tivas al<br />
hombre como Pensador o Manú, al hombre <strong>que</strong>, caído hoy y todo, es, sin embargo, y por<br />
causa de su mente, superior a los mismos ángeles, al tenor del dicho de San Pablo.<br />
Cuando A<strong>la</strong>h 133 , en su infinita sabiduría, decidió establecer al hombre en <strong>la</strong> Tierra para <strong>que</strong><br />
fuese en el<strong>la</strong> su símbolo y su divina semejanza, los ángeles o genios, a una, sintieron <strong>la</strong><br />
mayor y más inexplicable de <strong>la</strong>s extrañezas:<br />
-¿Cómo -se decían- vais a establecer, Señor, por vicario vuestro en esa Tierra a un<br />
minúsculo, a un despreciable ser, <strong>que</strong> en el<strong>la</strong> no hará otra cosa <strong>que</strong> derramar sangre<br />
inocente y cometer todo género de desórdenes, mientras <strong>que</strong> nos vais a dejar aquí a<br />
nosotros <strong>que</strong> continuamente celebramos .tus a<strong>la</strong>banzas y te glorificamos, proc<strong>la</strong>mando sin<br />
cesar tu santidad?<br />
-Yo sé bien a<strong>que</strong>llo mismo <strong>que</strong> vosotros ignoráis -les respondió el Señor.<br />
Dios, sin hacer caso alguno de semejante extrañeza de los ángeles, trajo al primer hombre<br />
a <strong>la</strong> Tierra y le dió una mente adecuada para <strong>que</strong> pudiese tener "ideas o pensamientos,<br />
reflejo directo de a<strong>que</strong>l<strong>la</strong> infinita Mente suya con <strong>la</strong> <strong>que</strong> ha creado al Universo. Con dicha<br />
mente, <strong>que</strong> del Señor bendito recibiera, Adán aprendió bien pronto a distinguir y nombrar a<br />
cuantos seres vivos pulu<strong>la</strong>ban inquietos sobre <strong>la</strong> faz de <strong>la</strong> Tierra. Luego, A<strong>la</strong>h hizo bajar a<br />
ésta a los ángeles para <strong>que</strong> se diesen cuenta de <strong>la</strong> maravil<strong>la</strong> <strong>que</strong> acababa así de producir, y<br />
mostrándoles a Adán les dijo a dichos hermosos moradores del Cielo:<br />
-Aquí tenéis todo cuanto en <strong>la</strong> Tierra vive y alienta. Vosotros, <strong>que</strong> tan por encima de Adán<br />
133 A<strong>la</strong>h, en su acepción vulgar y monoteista semítica, equivale al Creador o más bien "a los Elohim o hueste colectiva<br />
de creadores jinas"; pero en su estricto significado, como veremos más ade<strong>la</strong>nte, no es sino "<strong>la</strong> Mansión de <strong>la</strong> Paz" o reino<br />
de los Cielos, en donde tales seres moran.<br />
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