Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
anfiteatros y templos, en cuyas graderías se colocaba el público iniciado para presenciar los<br />
Misterios, y en cuyo centro, "piscina" o "pista acuática", éstos se verificaban 132 . El curso de<br />
los tiempos y <strong>la</strong> caída o pérdida de dichos Misterios, introdujo en el tal templo profundas<br />
modificaciones; y así, entre los pueblos europeos, éste pasó, poco a poco, a <strong>la</strong> naumaquia<br />
romana, recurriéndose a falta de <strong>la</strong>s escenas "astrales y etéreas" operadas en <strong>la</strong>s aguas del<br />
<strong>la</strong>go o pista, a <strong>la</strong>s ya falsificadas o jug<strong>la</strong>rescas <strong>que</strong> nos ha transmitido <strong>la</strong> historia del pueblorey,<br />
y <strong>que</strong> ha terminado en nuestros actuales circos, como <strong>la</strong> doctrina iniciática misma de<br />
aquéllos, pasando desde el "<strong>la</strong>go pagano" al templo cristiano, y ya en éste, a los -célebres<br />
"autos sacramentales" del medioevo, padres, en fin, de todo nuestro teatro moderno. En<br />
cuanto a los parsis posteriores -de igual manera <strong>que</strong> acaeciese con <strong>la</strong>s pirámides egipcias,<br />
los templos y demás lugares "iniciadores en los misterios de <strong>la</strong> misma muerte", - y <strong>que</strong> fueron<br />
pasando a efectivos cementerios-, hicieron de <strong>la</strong>s Torres del Silencio cementerios también,<br />
donde los buitres ofician de sepultureros, según <strong>la</strong> gráfica descripción <strong>que</strong> nos hace de ellos<br />
<strong>la</strong> Maestra en Por <strong>la</strong>s grutas y selvas del Indostán.<br />
Estos antecedentes orientales explican asimismo <strong>la</strong> propia etimología de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra pista. A<br />
Júpiter (Calepinus, Septem linguarum), 'Como Hierofante supremo, se le denomina Júpiter<br />
Pi-stio, el "iniciador en el <strong>la</strong>go", el "salvado de <strong>la</strong>s aguas", ni más ni menos <strong>que</strong> al Moisés<br />
judío, al Dagón u Oanes caldeo, al Quetralcoatl mexicano, al Olinos ibero, y a los demás<br />
excelsos Maestros o Jinas salvadores <strong>que</strong> llevamos vistos. Los nombres de Diana-Pista y<br />
Ceres-Pista equivalen también, literalmente, a los Misterios del <strong>la</strong>go de Diana o de Ceres; y a<br />
todos los iniciadores del pueblo romano, <strong>que</strong> solían venir de Egipto, Siria, Persia o India, se<br />
les denominó pistaceum o pistatium, como hoy mismo se l<strong>la</strong>ma pistacos a los grandes<br />
sacerdotes de los indios americanos... Esta pista, en fin, <strong>que</strong> encontramos -ahora, por<br />
extrañísima coincidencia es, a <strong>la</strong> vez, <strong>la</strong> pista de los tales pistacos, y <strong>la</strong> etimología admirable<br />
del entero significado castel<strong>la</strong>no de tal pa<strong>la</strong>bra, equivale, pues, en punto a Misterios<br />
Iniciáticos y en todo lo demás de <strong>la</strong> vida misma, a "reminiscencia, resto, cabo suelto, rastro o<br />
huel<strong>la</strong> de<strong>la</strong>tora de algo <strong>que</strong> antes fuera y ya no existe, pero <strong>que</strong> ha dejado estampada de un<br />
modo o de otro <strong>la</strong> imborrable señal de su paso".<br />
Otro documento "<strong>la</strong>custre" más nos lo proporciona, como antes vimos, <strong>la</strong> voluminosa<br />
historia de los reyes Incas, y otros muchos podrían seña<strong>la</strong>rse aquí y allá en <strong>la</strong>s "<strong>la</strong>custres"<br />
tradiciones de todos los pueblos, por<strong>que</strong> no en vano, así como <strong>la</strong>s aldeas prehistóricas de<br />
este nombre permitían a sus moradores el -ais<strong>la</strong>rse durante su sueño de <strong>la</strong>s fieras de <strong>la</strong><br />
selva exterior, del mismo modo los Maestros en los Misterios Iniciáticos podían operar <strong>la</strong>s<br />
escenas de éstos sobre <strong>la</strong>s aguas sin peligro de <strong>que</strong> el público de <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> pudiese<br />
inconscientemente perturbadas.<br />
Con todos estos datos, datos <strong>que</strong> puede ampliar <strong>la</strong> lectura atenta de numerosos pasajes de<br />
esta Biblioteca, nuestra imaginación profana puede reconstituir, más o menos, <strong>la</strong> imponente<br />
escena de los Misterios Iniciáticos, comunes, en una feliz edad <strong>que</strong> ha de volver algún día, a<br />
todos los pueblos de <strong>la</strong> Tierra, muchos siglos antes de <strong>la</strong>s diversas religiones <strong>que</strong> a <strong>la</strong><br />
catástrofe de <strong>la</strong> Atlántida subsiguieron.<br />
132 Al público todo de <strong>la</strong>, parábo<strong>la</strong>s de Jesús hay <strong>que</strong> representárselo forzosamente también así, agrupados y seriados todos<br />
en <strong>la</strong> gradería natural del <strong>la</strong>go de Genesareth, como el parsi de <strong>la</strong> Torre del Silendo, en torno de <strong>la</strong> barquil<strong>la</strong> desde donde les<br />
predicaba el Maestro.<br />
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