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Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

muerte, pues <strong>que</strong> hubo de <strong>que</strong>dar desde entonces a hoy seca, muda, dislocada,<br />

despojada y fría, según ahora nos <strong>la</strong> muestran los más potentes reflectores.<br />

Nuestro ánimo aquí no es, además, el de cantar semejantes misterios vitales, sino el de<br />

preparar así <strong>la</strong> referencia a un hecho, aún más excelso si cabe, a saber: el del papel <strong>que</strong> el<br />

<strong>la</strong>go ha jugado siempre en <strong>la</strong> génesis vital de ese otro mundo superior; el mundo del Espíritu<br />

y sus venerandas Iniciaciones, dentro de esa ley cósmica o de armonía <strong>que</strong> establece el más<br />

perfecto paralelismo de grandeza entre lo físico o terrestre, lo anímico o lunar, y lo espiritual,<br />

so<strong>la</strong>r o divino, al tenor de <strong>la</strong> conocida distinción de Plutarco <strong>que</strong> en los primeros capítulos<br />

establecimos.<br />

Empecemos para ello por el Cristianismo, como religión <strong>que</strong> nos es más conocida.<br />

Es muy de notar ciertamente en el Evangelio el hecho de <strong>que</strong> en los momentos más<br />

admirables de <strong>la</strong> predicación de Jesús juegan el <strong>la</strong>go y el mar un papel extraño e<br />

importantísimo, a <strong>la</strong> manera de como le juegan también en todos los Misterios Iniciáticos de<br />

<strong>la</strong> antigüedad, de los <strong>que</strong>, como diría Pablo, <strong>la</strong> propia vida de Jesús era sólo misterio y figura.<br />

126<br />

Para convencerse de ello, no hay sino echar una ojeada a <strong>la</strong> vida del Maestro:<br />

El Evangelio, en efecto, nos dice <strong>que</strong> al empezar Jesús su predicación, fué a Cafarnaún,<br />

ciudad marítima de <strong>la</strong> Galilea, de <strong>la</strong> <strong>que</strong> el propio Isaías había dicho: "Pueblo <strong>que</strong> estaba en<br />

<strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s, vió una gran luz, y luz les nació a cuantos en sombra de muerte moraban en <strong>la</strong><br />

tierra" (Mat., VI, 16). Yendo entonces el Maestro por <strong>la</strong> ribera del mar del <strong>la</strong>go, tomó como<br />

discípulos primeros a los pescadores Pedro y Andrés, "para hacerlos pescadores de<br />

hombres" (ibid., 19). Subiendo luego a una de <strong>la</strong>s simbólicas alturas o montes de a<strong>que</strong>l<strong>la</strong><br />

adoración caldea tan censurada por el cretino positivismo judío, predicó sus divinas<br />

bienaventuranzas, suma y pináculo de <strong>la</strong> más celeste doctrina. Descendiendo después del<br />

"monte", o sea de <strong>la</strong> altura doctrinal, obró física. compasión con los hombres, curando por<br />

a<strong>que</strong>l<strong>la</strong>s p<strong>la</strong>yas a infinitos enfermos, es decir, perdonándoles sus pecados en gracia a su fe<br />

(ibid., VIII). Seguidamente penetró en una barca con sus discípulos -barca-símbolo de<br />

nuestro propio cuerpo en el proceloso mar de <strong>la</strong> vida-, sobreviniendo <strong>la</strong> tempestad "mientras<br />

<strong>que</strong> Él dormía", hasta el punto de <strong>que</strong> aquéllos exc<strong>la</strong>maron, como exc<strong>la</strong>mamos todos:<br />

"¡Señor, sálvanos, <strong>que</strong> perecemos!" A esto el Maestro les arguyó igual <strong>que</strong> diariamente<br />

desde nuestro corazón a nosotros: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?", y levantándose<br />

al punto mandó al mar y a los vientos <strong>que</strong> se calmasen, siguiéndose una gran bonanza, por<br />

lo <strong>que</strong> los hombres, maravil<strong>la</strong>dos, decían: "¿Quién es éste a quien así obedecen los vientos y<br />

<strong>la</strong> mar?" Pasando, en fin, "a <strong>la</strong> otra parte del <strong>la</strong>go", dos endemoniados le salieron de los<br />

126 Misterio y figura, sí, por<strong>que</strong>, aparte del Jesús, Personaje histórico y Divino Maestro, hay un Cristo interior en el ser<br />

humano -según repetidos textos de Pablo-, Cristo <strong>que</strong> no es sino el Espíritu, divino también, del Hombre, con arreglo a <strong>la</strong><br />

sentencia del Maestro, de P<strong>la</strong>tón y de los Salmos, de <strong>que</strong> "fuimos dioses, y lo hemos olvidado".<br />

No hay, en efecto, ninguna, entre <strong>la</strong>s sectas cristianas ortodoxas ni heterodoxas, <strong>que</strong> no admita en el Evangelio como en<br />

<strong>la</strong> antigüedad pagana, <strong>la</strong> existencia de verdaderos conceptos secretos, o Misterios Iniciáticos del Reino de los Cielos (Mateo,<br />

XIII), en los <strong>que</strong> el <strong>la</strong>go o mar juega siempre, por extraña ley <strong>que</strong> vamos a esc<strong>la</strong>recer. Por eso, el Apóstol de <strong>la</strong>s gentes<br />

repite <strong>que</strong> a los no iniciados, a los párvulos, se les da "leche y no vianda", y sólo se hab<strong>la</strong> "lenguaje de Misterio" entre los<br />

Perfectos.<br />

Por otra parte, el instintivo recuerdo de <strong>la</strong> vida libre y paradisíaca de <strong>la</strong> Edad de Oro o lemuriana, lo tenemos todos<br />

sepultado en el fondo de nuestro inconsciente, o Ego Superior, testigo de nuestras vidas pasadas y Voz de <strong>la</strong> Divinidad en<br />

nosotros. Este recuerdo conso<strong>la</strong>dor y sublime se sobrepone, en efecto, a todo otro en los supremos momentos de nuestras<br />

mayores angustias, como promesa cierta de un retorno glorioso al mundo de los jinas, una vez <strong>que</strong>, dejándonos en <strong>la</strong> tierra<br />

<strong>la</strong> terrible rémora espiritual de nuestro cuerpo de tierra, fran<strong>que</strong>emos los umbrales de <strong>la</strong> muerte para pasar al mundo de los<br />

jinas, o sea al de nuestros <strong>que</strong>ridos muertos.<br />

<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 169 www.samaelgnosis.net

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