Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
A<strong>que</strong>ste mar turbado,<br />
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto al viento fiero airado?<br />
Estando tú cubierto,<br />
¿qué norte guiará <strong>la</strong> nave al puerto?<br />
¡Ay!, nube envidiosa:<br />
aun de este breve gozo, ¿qué t_ <strong>que</strong>jas?<br />
¿Dó vue<strong>la</strong>s presurosa?<br />
¡Cuán rica tú te alejas!<br />
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!<br />
Otro texto evangélico, por último, encuadra perfectamente con el espíritu de esta nuestra<br />
obra, puesto <strong>que</strong> dice:<br />
"Y cuando se cumplían los días de <strong>la</strong> Pentecostés, todos los discípulos estaban<br />
congregados. Y vino de improviso del cielo un estruendo como de viento impetuoso<br />
conmoviendo el recinto. Y se les aparecieron unas lenguas dispersas, como de fuego, <strong>que</strong><br />
fueron reposando una en cada uno de ellos. Y así, todos fueron llenos de Espíritu Santo, y<br />
comenzaron a hab<strong>la</strong>r en varias lenguas, según el dictado del Santo Espíritu. Había entonces<br />
en Jerusalén varones religiosos de cuantas naciones hay debajo del cielo. Y noticiosos del<br />
caso, acudieron en gran número, <strong>que</strong>dando pasmados por<strong>que</strong> oían hab<strong>la</strong>r a los discípulos<br />
cada uno en su propia lengua. Y estaban todos atónitos y se maravil<strong>la</strong>ban diciendo: "¿Cómo<br />
es <strong>que</strong> siendo galileos los <strong>que</strong> hab<strong>la</strong>n los oímos hab<strong>la</strong>r cada uno de nosotros en nuestra<br />
propia lengua? ¿Qué quiere decir esto?" Mas otros se bur<strong>la</strong>ban y decían: "¡Están llenos de<br />
mosto!" Mas Pedro, en compañía de los once, puesto en pie, alzó su voz diciéndoles:<br />
"Varones <strong>que</strong> habitáis en Jerusalén, oídme: No es <strong>que</strong> estemos embriagados, sino <strong>que</strong> se<br />
cumple lo <strong>que</strong> fué dicho por el profeta Joel: Y acontecerá en los postreros días, dice el Señor,<br />
<strong>que</strong> yo derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas,<br />
y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños, por<strong>que</strong><br />
ciertamente en a<strong>que</strong>llos días derramaré de mi espíritu sobre mis siervos y siervas, y<br />
profetizarán, y daré maravil<strong>la</strong>s arriba, en el cielo, y señales abajo, en <strong>la</strong> tierra..." (Hechos, II,<br />
1-19.)<br />
Por lo transcrito, <strong>que</strong> muy bien podría ampliarse, se ve cuántos pasajes del Evangelio se<br />
rozan con nuestro "mundo de los jinas". Si algo faltase, <strong>que</strong>da también el problema de los<br />
"<strong>la</strong>gos de predicación", <strong>que</strong> habrá de ser objeto del siguiente capítulo.<br />
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