Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
discípulo Eliseo se niega a abandonarle en el trance supremo, y entonces, llegando Elías y<br />
Eliseo, el Maestro dobló su manto, golpeó con él <strong>la</strong>s aguas del río jordán y <strong>la</strong>s aguas se<br />
dividieron a uno y otro <strong>la</strong>do, dejándoles, como antaño a los israelitas fugitivos de Egipto, un<br />
paso en seco, por el <strong>que</strong> cruzaron entrambos, como en el Puente del Arco Iris, por donde, en<br />
El Oro del Rhin, pasan los dioses a <strong>la</strong> Walhal<strong>la</strong>; y cuando hubieron pasado, dijo Elías a<br />
Elíseo, lleno de paternal ternura: "Antes de <strong>que</strong> yo sea apartado para siempre de tu <strong>la</strong>do,<br />
pídeme lo <strong>que</strong> quieras <strong>que</strong> te conceda:' Y Elíseo, lleno de fervor santo, respondióle: "Pido<br />
<strong>que</strong> sea duplicado en mí tu espíritu:' "Difícil cosa es, en verdad, <strong>la</strong> <strong>que</strong> has pedido -replicóle<br />
el Maestro-; no obstante esto, te digo <strong>que</strong>, según <strong>que</strong> tengas o no <strong>la</strong> dicha de verme al ser<br />
arrebatado de tu <strong>la</strong>do, así tendrás o dejarás de tener lo <strong>que</strong> has pedido..."<br />
Luego el texto bíblico nos narra con vivos colores (<strong>Libro</strong> IV de los Reyes, cap. II, v. 11) <strong>la</strong><br />
escena del tránsito de Elías al mundo superior, y <strong>la</strong>s nuevas señales <strong>que</strong> acreditan <strong>la</strong><br />
sucesión de él en su discípulo Elíseo, en estos términos:<br />
"Mientras <strong>que</strong> Maestro y discípulo caminaban juntos y conversaban, he aquí <strong>que</strong> entre<br />
ambos se interpuso fúlgido carro de fuego, y así Elías, arrebatado por el ígneo torbellino,<br />
ascendió hasta los cielos. Y Eliseo le veía y gritaba: «¡Padre mío, padre mío!. .. ¡Carro de<br />
Israel y conductor suyo! . . . .» y ya no le vió más, por lo <strong>que</strong>, lleno de dolor, rasgó sus<br />
vestiduras. Alzó, pues, Elíseo el manto <strong>que</strong> había dejado caer Elías, y, volviéndose, se paró<br />
en <strong>la</strong> ribera del Jordán; con él hirió <strong>la</strong>s aguas, como antes había hecho el Maestro; pero <strong>la</strong>s<br />
aguas no se dividieron. Entonces, invocándole, vió<strong>la</strong>s separarse dejándole el paso franco.<br />
Observado esto por los hijos de los profetas, <strong>que</strong> estaban al otro <strong>la</strong>do, hacia Jericó,<br />
exc<strong>la</strong>maron: «El espíritu de Elías cobija ahora a Eliseo»; por lo <strong>que</strong>, postrándose de hinojos,<br />
le veneraron, diciéndole: «He aquí cincuenta hombres fuertes <strong>que</strong> pueden ir en busca de tu<br />
amo, no sea <strong>que</strong> le haya arrebatado el Espíritu del Señor, echándole en algún valle o<br />
monte»; a lo <strong>que</strong> Eliseo respondió: «No; no lo enviéis». Ellos, porfiando, le hicieron<br />
condescender y enviaron los cincuenta hombres; le buscaron inútilmente durante tres días,<br />
sin hal<strong>la</strong>rle . .. Luego de obrar varios prodigios pasó al monte Carmelo, y desde allí se volvió<br />
a Samaria".<br />
Llegados aquí, recordemos por vía de digresión a otro personaje rabínico, también<br />
arrebatado al mundo jina en medio de mágico fuego, o sea a Simeón Ben-Iochai, el<br />
compi<strong>la</strong>dor del Zohar, <strong>la</strong> más admirable de todas <strong>la</strong>s obras cabalísticas, años antes de <strong>la</strong> era<br />
cristiana, según unos, y después de <strong>la</strong> destrucción del templo de Jerusalén, según otros;<br />
obra <strong>que</strong>, su hijo el rabino Eleazar, y Alba, secretario de éste, hubieron de completar, según<br />
nos enseña Isis sin Velo.<br />
Como era cosa sabida entre su pueblo <strong>que</strong> Simeón estaba en posesión no sólo de <strong>la</strong><br />
Cába<strong>la</strong>, sino de <strong>la</strong> Mercaba, <strong>que</strong> le aseguraba <strong>la</strong> posesión de <strong>la</strong> "Pa<strong>la</strong>bra Sagrada", su<br />
misma vida corrió peligro, y por ello vióse obligado el anciano a huir al desierto, en donde por<br />
espacio de doce años habitó en una CUEVA rodeado de fieles discípulos, muriendo finalmente<br />
en medio de todo género de portentos 110 . Muchas son, en efecto, <strong>la</strong>s maravil<strong>la</strong>s <strong>que</strong> se<br />
110 "Ieba, el viejo, y Hamnuna, el viejo, dice H. P. B., fueron "los sabios predecesores" a los <strong>que</strong> alude repetidas veces<br />
Simeón Ben-Iochai en su Zohar. Este cabalista sin par (hacia el siglo I, o antes) conocía <strong>la</strong> iniciación final en los terribles<br />
secretos de <strong>la</strong> Mercaba y de <strong>la</strong> Gemara, poseídos por los tananim. Esto, grandes secretos son resultado de milenios enteros<br />
de estudio y propiedad colectiva de los Adeptos en todas cuantas naciones existen bajo el. Sol. Jamás han sido ellos escritos,<br />
sino <strong>que</strong> se han dado siempre "de <strong>la</strong> boca al oído", al tenor de <strong>la</strong> frase masónica. Semejante "Pa<strong>la</strong>bra" no fué poseída por<br />
nadie en Europa desde el siglo VII hasta el XV, y si bien antes de Paracelso habían existido alquimistas, este sabio fué el<br />
primer europeo medioeval <strong>que</strong> pasó por <strong>la</strong> verdadera iniciación, cuya última ceremonia era <strong>la</strong> <strong>que</strong> confería al Adepto "el<br />
poder de dirigirse hacia <strong>la</strong> zarza ardiente de <strong>la</strong> tierra sagrada, y el de fundir el becerro de oro, reducirle a polvo y disolverle<br />
luego en agua"; agua mágica <strong>que</strong>, como <strong>la</strong> "Pa<strong>la</strong>bra perdida", tuvo el don de resucitar a más de un Adoniram, Gedaliah e<br />
Hiram-Abiff, anteriores al propio Moisés".<br />
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