Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
ángeles o semidioses descender entre los mortales, y sería <strong>la</strong>rgo hacer de ello detal<strong>la</strong>das<br />
referencias. Consignemos, pues, <strong>la</strong>s más principales sólo:<br />
La primera es <strong>la</strong> del Pozo del Viviente o de <strong>la</strong> vida (Gén., XVI), en <strong>la</strong> <strong>que</strong> el ángel detiene a<br />
<strong>la</strong> fugitiva Agar y le profetiza su numerosa descendencia. Este pozo, con sus simi<strong>la</strong>res, juega<br />
gran papel en diversos pasajes bíblicos, y es, por supuesto, no un pozo material, sino el<br />
símbolo de <strong>la</strong>s puras aguas de <strong>la</strong> Sabiduría oculta. Por eso <strong>la</strong> frase del v. 19, cap XXI del<br />
Génesis, cuando "Dios abrió los ojos de Agar en el desierto para <strong>que</strong> viese el pozo de<br />
agua...", y de aquí también <strong>la</strong> discordia entre Abraham y Abimelech (o el Melcha) el pagano<br />
Abí), a causa del dicho pozo de Bersabee. Otro pozo vemos figurar, ya seco o sin <strong>la</strong>s aguas<br />
de <strong>la</strong> sabiduría, en <strong>la</strong> tragedia de Joseph (o Io-sapho, "<strong>la</strong> sabiduría de Io o primitiva") con sus<br />
hermanos, cuando éstos pretendieron <strong>mata</strong>rle, y por consejo de Rubén -el hombre rojo<br />
at<strong>la</strong>nte <strong>que</strong> diría Basaldúa- le esconden en dicho pozo o cisterna, ya seca, de donde le sacan<br />
luego para venderle a unos mercaderes egipcios. Otro pozo es el en <strong>que</strong> Eliezer (Helias-zar<br />
o "el hombre de Dios") encuentra a Rebeca, <strong>la</strong> nieta de Melcha, y se <strong>la</strong> lleva por esposa a<br />
Isaac, el hijo de su Señor (ib. XXIV). Pozos, en fin, de análogo carácter fueron los cegados<br />
por los palestinos (ib. XXVI) por envidia a <strong>la</strong>s prosperidades conseguidas por los israelitas, y<br />
por cierto <strong>que</strong>, al par <strong>que</strong> los palestinos cegaban estos simbólicos "pozos de agua viva" o de<br />
<strong>la</strong> sabiduría, los israelitas abrieron otros no menos simbólicos con sus crecientes doctrinas<br />
de corrupción, y cuyos nombres, en el mismo texto, son Calumnia, Enemistades, Anchura<br />
(Ancho camino o Mal sendero), etc., hasta cavar el último, o sea el de <strong>la</strong> Abundancia,<br />
después de habérseles aparecido y adoctrinado el Señor (ib. XXVI) .<br />
La segunda intervención superliminal, o jina de <strong>la</strong> Biblia, es a<strong>que</strong>l<strong>la</strong> de cuando bajan tres<br />
ángeles disfrazados de peregrinos, como el Wotan wagneriano cuando recorría <strong>la</strong> tierra y<br />
conversaba con los perversos 101 , y después de profetizar a Sara <strong>que</strong> tendría un hijo, pasan a<br />
destruir a <strong>la</strong>s vecinas ciudades de <strong>la</strong> Pentápolis, hospedándose en casa de Lot, destrucción<br />
"por el fuego" en <strong>la</strong> <strong>que</strong> algunos teósofos ven un eco, más <strong>que</strong> de <strong>la</strong> sumersión de <strong>la</strong><br />
Atlántida, de <strong>la</strong> anterior destrucción de <strong>la</strong> Lemuria por los fuegos volcánicos, según se lee en<br />
La Doctrina Secreta.<br />
Pero nada de ello es tan sublime y sugestivo como los breves veZrsículos del Génesis<br />
consagrados al patriarca hebreo del "mundo de los jinas", el maravilloso Enoch, Henoch,<br />
Jaino o Jano, cuya excelsa personalidad jamás ha sido bien interpretada por los<br />
comentaristas, quienes, por no ponerse al nivel debido, "han tenido ojos para ver, y no han<br />
visto", por<strong>que</strong> les ha faltado para esto, como para todo, <strong>la</strong> divina "luz de Oriente", única<br />
capaz de guiar a <strong>la</strong> humanidad ilustrada por estos tan conso<strong>la</strong>dores derroteros.<br />
Hagamos, pues, una glosa adecuada de los pasajes de referencia, seguros de <strong>que</strong> el lector<br />
ha de sentir <strong>que</strong> algo nuevo, y por encima de lo vulgar, se abre ante sus ojos.<br />
"Vivió Henoch -dice el texto hebreo- sesenta y cinco años. y engendró a Mathusalem, y<br />
anduvo Henóch con Dios -es decir, practicó <strong>la</strong> suprema vida del justo-, y vivió otros<br />
trescientos años, engendrando hijos e hijas, y todos los días de Henoch fueron trescientos<br />
Sesenta y cinco años, y desapareció, Por<strong>que</strong> se le llevó Dios."<br />
Con estas sencil<strong>la</strong>s, pero simbólicas pa<strong>la</strong>bras, nos hab<strong>la</strong> el capítulo V del Génesis (v. 21 al<br />
24) de <strong>la</strong> primera euthanasia humana, o sea del apoteótico tránsito al mundo de los jinas de<br />
a<strong>que</strong>l justo, biznieto de Cain-an (permutación del egregio nombre inca de Caín), <strong>que</strong> en el<br />
capítulo IV vemos ser descendiente, no de Seth, sino del propio y divino Caín 102 , Viniendo<br />
101 Wágner, etc., tít. III, capitulo de Sigfredo.<br />
102 Leído exotéricamente, o tal como está escrito, el capítulo IV del Génesis re<strong>la</strong>tivo a Caín y Abel, es un tejido de<br />
contradicciones, nos dice H. P. B. en lsis sin velo. ¿Cómo, en efecto, pudieron resultar más gratas a Jehovah <strong>la</strong>s sangrientas<br />
ofrendas de Abel de <strong>la</strong>s "grosuras de sus ganados" -cosa <strong>que</strong> suponía el cruento y execrable sacrificio de ellos, amén del<br />
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