Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
cierta", como corresponde a todos los conductores de pueblos o "Manús de <strong>la</strong> Historia", los<br />
Xisthruros, los Noés, los Manco Capac, los <strong>Quetzalcoatl</strong>, los Hancohualul, cosa <strong>que</strong> era<br />
corriente también entre cuantos pueblos grandes nacieron al calor del Popool-Vuh, en<br />
América, como demostrarse puede.<br />
En <strong>la</strong> primera carta de Cortés (párrafos 21 y 29) re<strong>la</strong>ta, en efecto, lo <strong>que</strong> le dijo Moctezuma<br />
en una de <strong>la</strong>s entrevistas: "Por nuestros libros sabemos <strong>que</strong>, aun<strong>que</strong> habitamos estas<br />
regiones, no somos indígenas, sino <strong>que</strong> procedemos de otras tierras muy distantes.<br />
Sabemos también <strong>que</strong> el caudillo <strong>que</strong> condujo a nuestros antepasados regresó al cabo de<br />
algún tiempo a su país nativo, y tornó a venir para volverse a llevar a los <strong>que</strong> se habían<br />
<strong>que</strong>dado aquí; pero ya los encontró unidos con <strong>la</strong>s hijas de los naturales, teniendo numerosa<br />
prole y viviendo en una ciudad construida por sus manos; de manera <strong>que</strong>, desoída su voz,<br />
tuvo <strong>que</strong> tornarse solo. Nosotros, añadía, hemos estado siempre en <strong>la</strong> inteligencia de <strong>que</strong><br />
sus descendientes vendrían alguna vez a tomar posesión de este país, y supuesto <strong>que</strong> venís<br />
de <strong>la</strong>s regiones donde nace el Sol, y me decís <strong>que</strong> hace mucho tiempo <strong>que</strong> tenéis noticias<br />
nuestras, no dudo de <strong>que</strong> el rey <strong>que</strong> os envía debe ser nuestro señor natural."<br />
A estas tradiciones, pues, a <strong>la</strong> superioridad de armas y caballos -desconocidos en Méxicoy<br />
a <strong>la</strong> providencial intervención de doña Marina, no menos <strong>que</strong> al heroísmo invencible de<br />
a<strong>que</strong>l puñado de valientes, se debió <strong>la</strong> epopeya de <strong>la</strong> conquista de México.<br />
¿A qué se debe si no -añadiremos- ese precioso detalle <strong>que</strong> a Garci<strong>la</strong>so el historiador se le<br />
escapa, de pasada, re<strong>la</strong>tivo a <strong>que</strong> el fantasma del gran Viracocha iba conduciendo un animal<br />
extraño, "desconocido", o sea <strong>la</strong> famosa Vaca pentápoda, <strong>que</strong> comparte con el Ave Garuna<br />
(Ave Fénix griega o Ave del Li-Sao chino) y con el Caballo Dodecápedo persa <strong>la</strong> suprema e<br />
indescifrable curiosidad mítica? Ese complemento esencial e incomprensible de todo che<strong>la</strong>,<br />
sadhu o discípulo del Ocultismo universal, es un rasgo perfectamente escita o ario del pueblo<br />
incásico.<br />
"Los escitas -dice el historiador An<strong>que</strong>til- descienden de Gaumar o Gomar ("el Hombre de<br />
<strong>la</strong> Vara", o sea el jina), hijo de Jafet, o de Ia-phetus, el también jina o hijo de Io, <strong>la</strong> Primitiva<br />
Sabiduría." "En cuanto a los celtas -añade-, ellos no eran sino escitas establecidos en<br />
Europa"..., e igual pudo decir, dadas <strong>la</strong>s toponimias incaicas transcritas anteriormente,<br />
acerca de los celtas, kalcas o incas establecidos en América con su Manú respectivo. La<br />
característica, en fin, de <strong>la</strong>s gentes escíticas era, como nadie ignora, su más profundo<br />
desprecio hacia <strong>la</strong>s ri<strong>que</strong>zas, junto con una gran tendencia a <strong>la</strong> temp<strong>la</strong>nza y el más ferviente<br />
amor a <strong>la</strong> justicia.<br />
Esto último ya <strong>que</strong>dó evidenciado antes; pero por si alguna duda hubiese, ahí están los<br />
<strong>la</strong>rgos capítulos <strong>que</strong> Garci<strong>la</strong>so consagra a <strong>la</strong> sapientísima legis<strong>la</strong>ción inca, legis<strong>la</strong>ción <strong>que</strong> si<br />
<strong>la</strong> admitiesen los pueblos europeos acaso se ahorrarían muchas lágrimas derivadas del<br />
insostenible contraste actual entre el lujo y <strong>la</strong> miseria, <strong>que</strong> jamás se diera entre los incas ni<br />
entre sus simi<strong>la</strong>res del antiguo mundo. Entresa<strong>que</strong>mos algunos ejemplos de ello.<br />
Es el primero el re<strong>la</strong>tivo al Derecho penal, tan absurdo y tan semítico <strong>que</strong> padecemos: un<br />
Derecho penal <strong>que</strong>, con <strong>la</strong>s confiscaciones -secretos motivos además de tantos supuestos<br />
delitos- "viste, como el vengativo Jehovah, <strong>la</strong>s culpas de los padres sobre los hijos hasta <strong>la</strong><br />
quinta generación".<br />
"Nunca tuvieron los incas -dice Garci<strong>la</strong>so- pena pecuniaria ni confiscación de bienes,<br />
por<strong>que</strong> decían <strong>que</strong> castigar en <strong>la</strong> hacienda y dejar vivos a los delincuentes no era quitar los<br />
malos de <strong>la</strong> república, sino dejar a los malhechores con más libertad para <strong>que</strong> hiciesen<br />
mayores males. Si algún curaca (gobernador) se rebe<strong>la</strong>ba, delito más grave para los incas, o<br />
hacía otro delito <strong>que</strong> mereciese <strong>la</strong> pena de muerte, aun<strong>que</strong> se <strong>la</strong> diesen, no quitaban el<br />
estado a su sucesor, sino <strong>que</strong> se lo dejaban a éste, representándole así <strong>la</strong> culpa y <strong>la</strong> pena de<br />
su padre para <strong>que</strong> se guardase de otro tanto. Lo mismo practicaban en <strong>la</strong> guerra, pues nunca<br />
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