INTERPRETACION MARXISTA DE LA HISTORIA ... - Salvador Allende

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21.06.2014 Views

popular, danzas, pinturas, caricaturas, etc. Salvo excepciones, no hemos utilizado en este tomo la metodología de la historia oral porque, por experiencia, estimamos que esta fuente es verdaderamente fructífera sólo para un poco más de medio siglo desde el momento en que el investigador inicia su obra. Complementando lo ya dicho sobre la vida cotidiana en las primeras décadas del siglo XX, diremos que Santiago, con 300.000 habitantes en 1900, terminaba en la Plaza Baquedano por el lado oriental; los límites del Centro eran Santo Domingo por el norte y Teatinos por el poniente, perímetro por el cual transitaban diariamente unas 20.000 personas. "Mucha gente -recordaba Joaquín Edwards Bello- acude al Centro para pasar lista, para demostrar cómo está y probar que no han bajado los bonos personales. Las damas y las niñas jóvenes salen al Centro para pasarse revista. Se miran y se comparan entre ellas. Esto y el miedo al ridículo no permiten notas discordantes (...) El Centro es la víspera nupcial de Chile" 277 . Sus principales barrios eran la Chimba, el Parque, la Quinta, Chuchunco. "El barrio Providencia se definía en chacras asoleadas. Para ir a la Opera, un propietario de Pedro de Valdivia hacía enganchar el postillón (...) El barrio de Los Leones era poco más o menos lo que ahora (1935) es Renca" 278 . En 1900 empezaba a correr por sus calles el primer tranvía eléctrico, pintado de azul oscuro y franjas doradas. Dos décadas más tarde, los diarios anunciaban que se habían puesto en venta los nuevos automóviles Marmon 34, que pasaban en menos de 20 segundos de 15 a 60 kilómetros. Santiago fue visitado en esa época por divas, como María Guerrero, Lola Membrives, Irene López Heredia, Margarita Xirgú y Sara Berhnardt, quien además estuvo en Iquique. Esta "ciudad del salitre" atraía entonces a figuras mundiales que a veces ni siquiera pasaban por Santiago, como los tenores Tito Schipa, Enrico Caruso, la soprano Amelita Galli-Cursi y el arpista Nicanor Zabaleta. Visitó también Chile el famoso escritor español Blasco Ibáñez, quien dijo que Santiago era "el patio de un convento grande" y del boscoso sur que "es el trópico frío". Mientras sectores de la burguesía liberal y de las capas medias leían a Darwin, Lin Yutang, Zola, Nietsche, Tolstoy, Julio Verne, Maupassant, Walter Scott, Mallarmé, lbsen y Verlaine, los grupos de la corriente social devoraban a Bakunin, Kropotkin, Sorel, Marx, Engels y Gorki, además de los poetas y costumbristas chilenos que ya hemos analizado en capítulos anteriores. Asimismo, se leían folletines, como "Los dos pilletes" y las aventuras de Rocambole. "El principe narigudo" y "El feísimo lentejilla", además de "La Cenicienta" hacían las delicias de los niños. Los adolescentes se embelesaban con las páginas pornográficas de "Leche en porrón" y "Las trece noches de Juanita". Las revistas más leídas eran La Lira Chilena, Zig-Zag, Sin-Sal y Corre-Vuela. En los salones de artes mostraban sus pinturas Juan Francisco González, Pedro Lira, Valenzuela Palma y Onofre Jarpa; y sus esculturas Rebeca Matte, Julio Ortiz de Zárate y Alberto Ried. Las comidas populares eran, obviamente, los porotos y el charquicán; la cazuela solía servirse antes del puchero. "En el mercado -apuntaba D'Halmar- había cocinerías para la cazuela de ave, al mediodía, y el valdiviano. En las mañanas, las robustas placinas servían en grandes chocolateras de lata con molinillo de palo, un chocolate espumoso un tanto aladrillado, de leche un tanto clorótica y tostadas de una mantequilla rancia pero invisible" 279 . D'Halmar evocaba: "el vino se servía con panales o azucarillos. Entonces empezaban los causeos. El choclo nuevo figuraba en los locros y en el charquicán y el cochayuyo, ya graneado, se servía con el puchero o cocido, entraba en las humitas picantes y dulces y en el pastel. Y en todo tiempo, en cada esquina de calle, se hacían empanadas de pasa, de aceituna y huevos, chorreantes de ají color; después se servía un anís 'de a cinco' (...) Ya se usaban los sifones, que únicamente los servían de balde en los restaurantes, como en muchas partes era gratis el vino de mesa, como el que compraba un melón se le regalaba uno de color, y como en las cigarrerías agregaban a cada cajetilla de cigarrillos una caja de fósforos" 280 . 94

La tradicional Confitería Torres continuaba siendo la más distinguida. Muy concurrido era ya "el Santos". Los juegos populares: rayucia, chapitas, cara o cruz y la lotería en las casas. A principios de siglo, se mantenían todavía las corridas de toros, principalmente en Valparaíso, donde hacía sensación el torero Cacheta. Los carnavales desaparecieron tempranamente. "Hemos suprimido el carnaval -decía Edwards Bello- invocando 'soto voce' cierto decoro de nación fría (...) ¿pretexto? La tradicional gravedad chilena" 281 . Muy populares se hicieron entonces las "estudiantinas" y el teatro social, especialmente las obras de Víctor Domingo Silva. Se bailaba obviamente la cueca, el vals y luego el tango, publicitado con caricaturas y criticado como lascivo. En rigor, el tango fue la primera música bailable generalizada en toda América Latina, porque expresaba los problemas más sentidos por la mayoría de los habitantes de las ciudades de nuestro continente" 282 . El circo se hizo más habitué, sobre todo el Gran Circo Bravo, que no sólo tenía payasos, trapecistas y domadores, sino también escenificaba obras de teatro de contenido popular, como "Manuel Rodríguez" y "La pantomima acuática". Pronto, el cine pasó a ser la más importante diversión; la primera película chilena fue "Manuel Rodríguez" rodada en 1910. Entonces llamó mucho la atención el paso por el cielo chileno del cometa Halley en plena fiesta recordatoria del centenario de la revolución por la Independencia, y los vuelos temerarios en 1914 de Luis Page, en los comienzos de la aviación chilena. Los hombres de principios de siglo XX cojeaban del mismo lado que los del presente: expresar la afectividad. Edwards Bello contaba que Carlos Ossandón en su novela Junto a mi padre manifestaba sobre un personaje: "Nunca mimó a sus hijos para no quitarles el temeroso respeto. Solamente los besaba estando dormidos (...) cuestión de ellos, sino de los padres" 283 . Los hombres comenzaron a usar tirantes; los que podían fumaban cigarrillos marca Bastos, Maryland y Three Castles; el uso del sombrero ya era corriente para quien lo pudiese comprar. Aún no se usaban relojes pulsera, sino solamente los de bolsillo. Los trabajadores se vestían bien, invirtiendo parte de su salario en trajes de última moda, con corbata y moñito negro. Es sorprendente ver fotos de obreros del '900, especialmente gráficos, tan elegantes como los más acomodados de las capas medias. Una de las enfermedades más terribles de la época era la sífilis o "treponema pálido", como se decía entonces. En 1921 llegó un neosalvarsán falsificado, que desencadenó varios casos de locura y muerte, entre ellas la del burgués más elegante, Vicente Balmaceda Zañartu, apodado "el Bicho". Los entonces modernos medios de comunicación, como el telégrafo sin hilos y la radio revolucionaron la vida cotidiana. Las inquietudes de los aficionados al telégrafo sin hilos durante dos décadas culminaron con la primera salida al aire de la radio. El Mercurio del 18 de agosto de 1922 informaba que el técnico de Telégrafos del Estado, Juan Jorquera Gómez, transmitirá "los días jueves y sábado a las 21.30 de la noche por medio de la estación radiofónica que posee el laboratorio de electrotecnia de la Universidad, declamaciones y números de canto y música". En aquel entonces se escuchaba con receptores a galena. La primera emisora fue Radio Chilena. Años más tarde surgirían los modernos aparatos de radio. Los diarios advertían a las personas "que poseían estaciones receptoras -unos cuantos enamorados de la telefonía sin hilos y que eran dueños de rudimentarios aparatos que funcionaban sobre la base de una piedra galena que igualmente podrían captar la transmisión, y que esta alcanzaría a más de cien kilómetros de distancia... ese prodigio del Siglo" 284 . La radio empezó a cambiar en parte la vida cotidiana, así lo esperaban al menos ciertas mujeres, como Adela Salas Edwards, presidenta del Club de Señoras: "los hombres tendrán interés en llegar pronto a sus casas para entretenerse con la radio" 285 . 95

popular, danzas, pinturas, caricaturas, etc. Salvo excepciones, no hemos utilizado en este tomo la<br />

metodología de la historia oral porque, por experiencia, estimamos que esta fuente es<br />

verdaderamente fructífera sólo para un poco más de medio siglo desde el momento en que el<br />

investigador inicia su obra.<br />

Complementando lo ya dicho sobre la vida cotidiana en las primeras décadas del siglo XX,<br />

diremos que Santiago, con 300.000 habitantes en 1900, terminaba en la Plaza Baquedano por el<br />

lado oriental; los límites del Centro eran Santo Domingo por el norte y Teatinos por el poniente,<br />

perímetro por el cual transitaban diariamente unas 20.000 personas. "Mucha gente -recordaba<br />

Joaquín Edwards Bello- acude al Centro para pasar lista, para demostrar cómo está y probar que no<br />

han bajado los bonos personales. Las damas y las niñas jóvenes salen al Centro para pasarse revista.<br />

Se miran y se comparan entre ellas. Esto y el miedo al ridículo no permiten notas discordantes (...)<br />

El Centro es la víspera nupcial de Chile" 277 .<br />

Sus principales barrios eran la Chimba, el Parque, la Quinta, Chuchunco. "El barrio<br />

Providencia se definía en chacras asoleadas. Para ir a la Opera, un propietario de Pedro de Valdivia<br />

hacía enganchar el postillón (...) El barrio de Los Leones era poco más o menos lo que ahora (1935)<br />

es Renca" 278 . En 1900 empezaba a correr por sus calles el primer tranvía eléctrico, pintado de azul<br />

oscuro y franjas doradas. Dos décadas más tarde, los diarios anunciaban que se habían puesto en<br />

venta los nuevos automóviles Marmon 34, que pasaban en menos de 20 segundos de 15 a 60<br />

kilómetros.<br />

Santiago fue visitado en esa época por divas, como María Guerrero, Lola Membrives, Irene<br />

López Heredia, Margarita Xirgú y Sara Berhnardt, quien además estuvo en Iquique. Esta "ciudad<br />

del salitre" atraía entonces a figuras mundiales que a veces ni siquiera pasaban por Santiago, como<br />

los tenores Tito Schipa, Enrico Caruso, la soprano Amelita Galli-Cursi y el arpista Nicanor<br />

Zabaleta. Visitó también Chile el famoso escritor español Blasco Ibáñez, quien dijo que Santiago<br />

era "el patio de un convento grande" y del boscoso sur que "es el trópico frío".<br />

Mientras sectores de la burguesía liberal y de las capas medias leían a Darwin, Lin Yutang,<br />

Zola, Nietsche, Tolstoy, Julio Verne, Maupassant, Walter Scott, Mallarmé, lbsen y Verlaine, los<br />

grupos de la corriente social devoraban a Bakunin, Kropotkin, Sorel, Marx, Engels y Gorki, además<br />

de los poetas y costumbristas chilenos que ya hemos analizado en capítulos anteriores. Asimismo,<br />

se leían folletines, como "Los dos pilletes" y las aventuras de Rocambole. "El principe narigudo" y<br />

"El feísimo lentejilla", además de "La Cenicienta" hacían las delicias de los niños. Los adolescentes<br />

se embelesaban con las páginas pornográficas de "Leche en porrón" y "Las trece noches de Juanita".<br />

Las revistas más leídas eran La Lira Chilena, Zig-Zag, Sin-Sal y Corre-Vuela.<br />

En los salones de artes mostraban sus pinturas Juan Francisco González, Pedro Lira,<br />

Valenzuela Palma y Onofre Jarpa; y sus esculturas Rebeca Matte, Julio Ortiz de Zárate y Alberto<br />

Ried.<br />

Las comidas populares eran, obviamente, los porotos y el charquicán; la cazuela solía<br />

servirse antes del puchero. "En el mercado -apuntaba D'Halmar- había cocinerías para la cazuela de<br />

ave, al mediodía, y el valdiviano. En las mañanas, las robustas placinas servían en grandes<br />

chocolateras de lata con molinillo de palo, un chocolate espumoso un tanto aladrillado, de leche un<br />

tanto clorótica y tostadas de una mantequilla rancia pero invisible" 279 .<br />

D'Halmar evocaba: "el vino se servía con panales o azucarillos. Entonces empezaban los<br />

causeos. El choclo nuevo figuraba en los locros y en el charquicán y el cochayuyo, ya graneado, se<br />

servía con el puchero o cocido, entraba en las humitas picantes y dulces y en el pastel. Y en todo<br />

tiempo, en cada esquina de calle, se hacían empanadas de pasa, de aceituna y huevos, chorreantes<br />

de ají color; después se servía un anís 'de a cinco' (...) Ya se usaban los sifones, que únicamente los<br />

servían de balde en los restaurantes, como en muchas partes era gratis el vino de mesa, como el que<br />

compraba un melón se le regalaba uno de color, y como en las cigarrerías agregaban a cada cajetilla<br />

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