INTERPRETACION MARXISTA DE LA HISTORIA ... - Salvador Allende

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acumulación de capitales- determinó una relación muy estrecha entre la burguesía agraria e industrial, que tuvo su expresión política en las alianzas de la clase dominante. En aquella época, el imperialismo no tenía todavía interés en hacer inversiones en la industria latinoamericana. Su área principal de inversiones era la minería y otras materias primas básicas. Las industrias con nombres extranjeros que vemos figurar en la documentación de principios de siglo corresponden a europeos residentes en Chile, que habían acumulado capitales en diversas explotaciones realizadas en nuestro país. Según Ricardo Lagos, uno de los indicadores del crecimiento industrial fue el aumento de las importaciones de maquinarias e insumos para la manufactura nacional. De 20 millones de pesos de 18 peniques que se importaron en maquinaria en 1891 se subió a 48 millones de la misma moneda en 1907 71 . Es preciso aclarar que esta cifra global comprende no sólo maquinaria para la industria sino también para la agricultura y la minería. La estadística mencionada registra asimismo un aumento de las importaciones de materias primas de 21 millones de pesos de 18 peniques en 1891 a 99 millones 900 mil pesos de la misma moneda en 1907, cifra en la cual estan incluidos insumos para la industria. Un análisis para la rama industrial le permite a Ricardo Lagos sostener lo siguiente: “Al separar por sus componentes este crecimiento industrial, surgen algunos hechos interesantes: el sector alimenticio, tal vez más desarrollado en 1908, muestra una tasa de crecimiento más lenta que las bebidas y textiles; la producción de bebidas aumentó en más de tres veces y la de textiles casi se quintuplicó. (...) En relación con los textiles es interesante observar que su crecimiento ocurrió después de la Primera Guerra Mundial, cuando el país experimentó algunas restricciones de las importaciones” 72 . Para una mayor comprensión de este desarrollo industrial de principios de siglo, reproducimos el siguiente cuadro: 1895 1911 1920 Establecimientos 2.448 5.722 8.001 Operarios 42.747 74.618 80.549 Motores 697 2.495 4.666 Fuerzas Motores HP 10.888 61.046 241.196 Fuente: A. MONTENEGRO GUTIERREZ Estadística General de la Industria Fabril de Chile, Santiago, 1947. Lo más relevante de esta estadística es que el número de obreros fabriles se duplica y que la fuerza de motores HP sube en más de 200 veces. En 1908, la Sociedad de Fomento Fabril entregó una Estadística que registró 4.758 industrias, entre las cuales estaban 965 de cueros y pieles, 866 de alimentos, 669 metalúrgicas, 555 de confección, 209 de papeles e impresiones, 160 de muebles, 108 de química, 28 de textiles, 43 de astilleros y otras que producían por valor de $469.123.113 con un capital de $339.092.971, que daban ocupación a 70.174 operarios, de los cuales 46.549 eran hombres, 17.678 mujeres y 5947 niños. Este impulso industrial, todavía modesto en relación al desarrollo que se producirá en las décadas de 1930, 40 y 50, permitió el afianzamiento de la burguesía industrial embrionaria, surgida a fines del siglo pasado, y la emergencia de los primeros núcleos del proletariado manufacturero chileno. Los gérmenes de la crisis ecológica 36

En esta aproximación a la aplicación de la categoría de totalidad –cuestión teórica central en la investigación histórica- corresponde analizar cómo se dio en el Chile de las primeras décadas del siglo XX la relación entre la sociedad global humana y la naturaleza, aún no abordada por la historiografía, cuando es obvio que toda sociedad humana está condicionada de modo significativo por la naturaleza. A su vez, los seres humanos la van modificando y mediando a través de la producción, generando así una “segunda naturaleza”. Aplicando este criterio a Chile es evidente que la naturaleza lo acondicionó a ser un país minero y que la clase dominante de 1891 a 1932 tuvo un comportamiento depredador, inspirado en la concepción antropocéntrica del positivismo: la naturaleza debe ser “dominada” por el hombre. El deterioro ambiental, iniciado en Chile en la época colonial y continuado en el siglo XIX, se aceleró en las primeras décadas del siglo XX por el intento de maximización de la economía primaria de exportación. Las necesidades de la explotación minera condujeron a intensificar la quemazón de bosques, especialmente en el Norte, exterminando para siempre ciertas variedades de nuestra flora en pos de combustible para los hornos de fundición. Es sabido que este desastre ecológico, que aceleró el proceso de desertificación, fue instrumentado por las Compañías extranjeras, ya dueñas a principios del siglo XX de nuestras fuentes energéticas y riquezas naturales en el área de la minería. Paralelamente, los terratenientes chilenos e inmigrantes europeos ricos reforzaron la monoproducción, especialmente de trigo, afectando la biodiversidad de los ecosistemas y haciéndolos más vulnerables. La llamada “colonización” del sur o ampliación de la “frontera interior” que transformó la región del Bío-Bío al Toltén en el nuevo granero de Chile, se hizo devastando milenarios bosques de araucarias y otras especies con el fin de habilitar nuevas tierras agrícolas. En sólo un cuarto de siglo –de 1885 a 1910- se produjo en la región de la Araucanía un deterioro ambiental superior al de 3 siglos anteriores, especialmente en devastación de bosques. Uno de los motivos que aceleró, precisamente, la denominada “Pacificación” fue la explotación de los “bosques vírgenes”, de preferencia roble y pino “pehuén”, utilizado para fabricar papel, vigas, durmientes y envases de madera. Miguel Espinoza anota que hacia 1890 “se utilizaba el sistema de “floreo” según el cual los mejores árboles se explotaban. El sistema tenía bien puesto el nombre de “a muerte”, pues la reforestación era íntima (...) su rentabilidad estaba condicionada por la explotación indiscriminada de las mejores maderas privilegiando los pueblos madereros en los sectores cercanos a los grandes bosques y puntos de embarques” 73 . A los Bunster y Cía. les calzaría mejor la caracterización de “pioneros” del ecocidio que la de “pioneros de la colonización del sur”, tan magnificados por la historiografía tradicional como expresión de un ideologizado concepto de progreso. Así fueron expulsados de su hábitat los mapuches y diezmado los únicos habitantes que mantenían una sabia y sana relación con la naturaleza. La explotación ganadera, especialmente de ovejas en la región austral, alteró sensiblemente los ecosistemas al ser devastadas miles de hectáreas para que se multiplicara el nuevo “vellocino blanco”. A su vez, los dueños de grandes pesqueras, armados de su nuevo juguete de muerte –el cañón arponero- aceleraron la extinción de parte de la rica fauna de nuestro litoral marítimo. Los cazadores en gran escala de ciertos animales, como la chinchilla, exportaron entre 1895 y 1930 más de 1.685.000 pieles en la zona de Vallenar y Coquimbo; y en 1910 cerca de 150.000 pieles, provocando la extinción de la chinchilla, variedad autóctona de la zona andina 74 . Un nuevo factor alterador del ecosistema se produjo en las primeras décadas del siglo XX: el inicio del proceso de industrialización, acelerado en la década de 1930, retroalimentó el fenómeno de la urbanización, desencadenando el crecimiento macrocefálico de Santiago, Valparaíso y Concepción, cambios demográficos que ya hemos analizado anteriormente. Las 37

acumulación de capitales- determinó una relación muy estrecha entre la burguesía agraria e<br />

industrial, que tuvo su expresión política en las alianzas de la clase dominante. En aquella época, el<br />

imperialismo no tenía todavía interés en hacer inversiones en la industria latinoamericana. Su área<br />

principal de inversiones era la minería y otras materias primas básicas. Las industrias con nombres<br />

extranjeros que vemos figurar en la documentación de principios de siglo corresponden a europeos<br />

residentes en Chile, que habían acumulado capitales en diversas explotaciones realizadas en nuestro<br />

país.<br />

Según Ricardo Lagos, uno de los indicadores del crecimiento industrial fue el aumento de<br />

las importaciones de maquinarias e insumos para la manufactura nacional. De 20 millones de pesos<br />

de 18 peniques que se importaron en maquinaria en 1891 se subió a 48 millones de la misma<br />

moneda en 1907 71 . Es preciso aclarar que esta cifra global comprende no sólo maquinaria para la<br />

industria sino también para la agricultura y la minería.<br />

La estadística mencionada registra asimismo un aumento de las importaciones de materias<br />

primas de 21 millones de pesos de 18 peniques en 1891 a 99 millones 900 mil pesos de la misma<br />

moneda en 1907, cifra en la cual estan incluidos insumos para la industria. Un análisis para la rama<br />

industrial le permite a Ricardo Lagos sostener lo siguiente: “Al separar por sus componentes este<br />

crecimiento industrial, surgen algunos hechos interesantes: el sector alimenticio, tal vez más<br />

desarrollado en 1908, muestra una tasa de crecimiento más lenta que las bebidas y textiles; la<br />

producción de bebidas aumentó en más de tres veces y la de textiles casi se quintuplicó. (...) En<br />

relación con los textiles es interesante observar que su crecimiento ocurrió después de la Primera<br />

Guerra Mundial, cuando el país experimentó algunas restricciones de las importaciones” 72 .<br />

Para una mayor comprensión de este desarrollo industrial de principios de siglo,<br />

reproducimos el siguiente cuadro:<br />

1895 1911 1920<br />

Establecimientos 2.448 5.722 8.001<br />

Operarios 42.747 74.618 80.549<br />

Motores 697 2.495 4.666<br />

Fuerzas Motores HP 10.888 61.046 241.196<br />

Fuente: A. MONTENEGRO GUTIERREZ<br />

Estadística General de la Industria Fabril de Chile, Santiago, 1947.<br />

Lo más relevante de esta estadística es que el número de obreros fabriles se duplica y que la<br />

fuerza de motores HP sube en más de 200 veces.<br />

En 1908, la Sociedad de Fomento Fabril entregó una Estadística que registró 4.758<br />

industrias, entre las cuales estaban 965 de cueros y pieles, 866 de alimentos, 669 metalúrgicas, 555<br />

de confección, 209 de papeles e impresiones, 160 de muebles, 108 de química, 28 de textiles, 43 de<br />

astilleros y otras que producían por valor de $469.123.113 con un capital de $339.092.971, que<br />

daban ocupación a 70.174 operarios, de los cuales 46.549 eran hombres, 17.678 mujeres y 5947<br />

niños.<br />

Este impulso industrial, todavía modesto en relación al desarrollo que se producirá en las<br />

décadas de 1930, 40 y 50, permitió el afianzamiento de la burguesía industrial embrionaria, surgida<br />

a fines del siglo pasado, y la emergencia de los primeros núcleos del proletariado manufacturero<br />

chileno.<br />

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