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TIFFINY A. TUNG<br />
aus<strong>en</strong>cia de fragm<strong>en</strong>tos de huesos unidos.<br />
Por el contrario, los bordes de una fractura perimortem serán del mismo color que el resto del<br />
hueso debido a que ambas superficies han sido sometidas a cambios taxonómicos similares <strong>en</strong><br />
el mismo ambi<strong>en</strong>te de <strong>en</strong>tierro. Las fracturas perimortem también ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a t<strong>en</strong>er fragm<strong>en</strong>tos<br />
de hueso adheridos o «articulados» <strong>en</strong> los márg<strong>en</strong>es y el borde de la fractura suele estar<br />
sesgado, <strong>en</strong> lugar de estar recto <strong>en</strong> un ángulo de 90 grados con respecto al eje del hueso.<br />
(Pi<strong>en</strong>se <strong>en</strong> romper una ramita verde, la cual imita una fractura perimortem <strong>en</strong> comparación a<br />
una rama vieja y seca, la cual imita una fractura postmortem). Además, las fracturas perimortem<br />
que ocurr<strong>en</strong> justo antes de que una persona muere, no muestran evid<strong>en</strong>cia ósea de cura debido<br />
a que la muerte inmediatam<strong>en</strong>te deti<strong>en</strong>e el proceso de curación que de otra forma serían<br />
visibles <strong>en</strong> el hueso. Las fracturas perimortem <strong>en</strong> una persona recién fallecida, simplem<strong>en</strong>te<br />
no se pued<strong>en</strong> curar. Estas características ayudan <strong>en</strong> la id<strong>en</strong>tificación de una fractura<br />
perimortem; sin embargo, no deja claro si la fractura se produjo inmediatam<strong>en</strong>te antes o justo<br />
después de la muerte. Aun así, como argum<strong>en</strong>ta Walker (2001:578), las lesiones como fracturas<br />
de cráneo o heridas de flecha <strong>en</strong> un esqueleto «fuertem<strong>en</strong>te sugier<strong>en</strong> una int<strong>en</strong>ción malévola,<br />
incluso si algunas de las lesiones fueron infligidas a título póstumo como un gesto de falta de<br />
respeto».<br />
Viol<strong>en</strong>cia vs. Traumas Accid<strong>en</strong>tales<br />
Las lesiones del esqueleto deb<strong>en</strong> ser id<strong>en</strong>tificadas como accid<strong>en</strong>tales o int<strong>en</strong>cionales cuando<br />
sea posible. La id<strong>en</strong>tificación de patrones de trauma por elem<strong>en</strong>to esquelético es un paso clave<br />
<strong>en</strong> este proceso. Las heridas craneales son un indicador fiable de viol<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre las poblaciones<br />
antiguas y <strong>en</strong> el contexto de los Andes antiguo donde las armas contund<strong>en</strong>tes de fuerza eran<br />
comúnm<strong>en</strong>te utilizadas, las fracturas hundidas bi<strong>en</strong> formadas (por ejemplo, ovaladas) son<br />
indicadores de traumas relacionados con viol<strong>en</strong>cia. En contraste, las fracturas craneales lineales,<br />
<strong>en</strong> su mayoría, son el resultado de caídas accid<strong>en</strong>tales (Hobbs, 1984). Y aunque la forma y el<br />
tamaño de la herida no siempre se correlacionan con la forma del arma (Dirkmaat et al. 2008),<br />
los golpes con objetos romos, pued<strong>en</strong> g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te ser distinguidos de las lesiones ocasionadas<br />
por arma blanca, punta de flecha, o por una caída accid<strong>en</strong>tal.<br />
Además, los traumas <strong>en</strong> la cabeza y los patrones <strong>en</strong> la ubicación de heridas, corresponde un<br />
elem<strong>en</strong>to crucial <strong>en</strong> el <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to de la naturaleza de las interacciones viol<strong>en</strong>tas. Las heridas<br />
conc<strong>en</strong>tradas <strong>en</strong> la parte anterior del cráneo, por ejemplo, no serán el resultado de caídas<br />
accid<strong>en</strong>tales, sino que posiblem<strong>en</strong>te se derivan de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros viol<strong>en</strong>tos ocurridos fr<strong>en</strong>te a<br />
fr<strong>en</strong>te (Lambert 1997, Walker 1997, Walker 2001). Cuando las heridas se conc<strong>en</strong>tran <strong>en</strong> el<br />
lado izquierdo del hueso frontal (o anterior parietal izquierdo o temporal), se puede inferir que<br />
la mayoría fueron causados por un atacante diestro. Las heridas <strong>en</strong> la parte posterior del<br />
cráneo a m<strong>en</strong>udo son interpretadas como lesiones sufridas mi<strong>en</strong>tras se huía de un atacante<br />
(Walker 1997, Webb, 1995), tal vez durante una incursión. También se puede reconocer la<br />
actuación cuando una persona toma una posición def<strong>en</strong>siva, inclinando la cabeza para proteger<br />
la cara. En poblaciones donde las heridas <strong>en</strong> la cabeza son comunes y aparec<strong>en</strong> con mayor<br />
frecu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre un determinado sexo o grupo de edad, probablem<strong>en</strong>te la causa de las lesiones<br />
esté asociada a viol<strong>en</strong>cia y no a lesiones accid<strong>en</strong>tales (Lambert 1994, Roberts 2000, Walker<br />
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