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RobeRto bRavo - Revista EL BUHO

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Hugo L. del Río<br />

¿Me amarás si te digo que he vivido como lo que<br />

soy: un perro? Chucho callejero casi siempre: patadas<br />

en esta calle, patadas en la otra; aquí me arrojan<br />

agua hirviendo; allá me ofrecen un pedazo de carne<br />

con vidrio molido; muchos automovilistas cambian de<br />

carril con ánimo de atropellarme y dogos más grandes o<br />

más hábiles que yo me muerden y me zarandean.<br />

El hambre y el frío se tutean conmigo; sólo la lluvia<br />

me limpia un poco el pelaje. El pordiosero mutilado<br />

que me daba casi toda su mísera ración se murió hace<br />

rato y sé, porque entiendo el lenguaje de los humanos,<br />

que los de la perrera municipal han cruzado entre sí<br />

apuestas a que me capturan.<br />

Quizás lo lograrán. Por qué no.<br />

No me malinterpretes: quejas, no. Hubo y hay perras<br />

tan roñosas como yo que me dieron caricias y calor, y<br />

algunos perros famélicos fueron mis amigos y compañeros<br />

de correrías.<br />

Algunos murieron, otros cambiaron de barrio. Hoy<br />

camino solo, con una de mis pobres patas muy lastimada.<br />

Los perros del rumbo me ven con malos ojos y<br />

me gruñen, las perras se dan aires de grandeza y me<br />

ignoran.<br />

Y los niños, claro, me tiran piedras y botellas. Pero<br />

sé esquivar toda clase de proyectiles. En la calle aprendes<br />

a sobrevivir.<br />

Déjame decirte que también conocí la buena vida.<br />

Fui perro guardián en casas de ricos. Tenía mi casita de<br />

madera con una caja de cartón como cama. En invierno<br />

me procuraban mantas de lana y todos los días comía<br />

croquetas con vitaminas.<br />

Bueno, debo decirte que hasta novias me conseguían.<br />

Perdonarás, también, la falta de modestia, pero fui<br />

héroe. Salvé de un par de secuestradores al hijito de uno<br />

de mis patrones. A mi gusto mordí a los truhanes, los hice<br />

sangrar, los hice gritar.<br />

Pagué el precio, claro. Me dieron un balazo en una<br />

de las patas, que nunca me volvió a quedar bien. Pero<br />

la familia me llevó a un hospital de mascotas domésticas<br />

y fui bien atendido.<br />

Y ahí la conocí.<br />

Las cosas buenas nunca duran mucho. Nada me<br />

costaba quedarme en aquella casa, dejarme querer. Pero,<br />

qué quieres:<br />

Claro, una perrita guapísima. Me volví loco por ella.<br />

Cuando se la llevaron escapé del hospital y durante<br />

meses seguí su rastro. El olfato y todo eso. Tú sabes.<br />

Cuando la encontré, meses después, estaba yo hecho<br />

un asco. Frunció su hociquito, que tantas veces besé,<br />

alzó con desdén su cabecita de reina y me mandó a freír<br />

espárragos.<br />

Te hablaré con franqueza y seré muy claro. Lo único<br />

que te puedo ofrecer es mi amor. Conmigo sólo te esperan<br />

días de hambre y golpes y noches de frío y lluvia.<br />

confabulario 47

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