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continúa el fuego provocado<br />
por el estallido de las explosiones.<br />
El ruido cesa hasta la llegada de las sombras<br />
se abre el telón crepuscular.<br />
donde la muerte sopla la música<br />
que fluye entre las calles y avenidas.<br />
El asentimiento ordinario desaparece.<br />
La ilegitimidad abre las puertas<br />
a la violencia y corrupción.<br />
De una manera sigilosa<br />
los escrúpulos se hacen invisibles.<br />
Las evidencias destruyen las ciudades<br />
y en los campos inertes<br />
triunfa la calamidad.<br />
En el fuego los inocentes<br />
danzan entre las tinieblas<br />
de la oscuridad,<br />
olvidándose hasta de sus nombres.<br />
Los bienaventurados abren los pechos<br />
de los adversarios que, sin lamento de agonía,<br />
contemplan las imágenes<br />
de sus corazones todavía palpitantes<br />
entre las manos de los jinetes de la guerra.<br />
Sobre las piedras de los sacrificios<br />
se escuchan las exclamaciones<br />
y rezos de los vencedores.<br />
Las promesas divinas<br />
de que algún día la verdad<br />
sosegada abonará el jardín<br />
de las azucenas pintadas de sangre.<br />
III<br />
Cuando aparece el crepúsculo,<br />
algunos huérfanos preguntan,<br />
con inocente ternura,<br />
sobre el paradero de sus padres;<br />
enlutados ignoran el lugar de origen.<br />
Los restos de las figuras hirientes<br />
pintan las calles y avenidas.<br />
Por los campos<br />
de la tierra abandonada<br />
alzan las manos con sangre tibia<br />
para exigir esperanza<br />
de un poco de vida.<br />
IV<br />
Miles de hileras<br />
de sombras fugaces<br />
anhelan agua y comida.<br />
Desde el fondo del cielo<br />
brota la orden de los dioses.<br />
El príncipe embriagado<br />
ordena a sus ejércitos<br />
la ampliación sagrada<br />
del imperio de terror.<br />
Desde lo alto de las pirámides<br />
los huérfanos frenéticos<br />
se precipitan hacia el fuego<br />
que brota en el pebetero de la eternidad.<br />
V<br />
En la espalda del dios de la violencia<br />
el penacho baila alrededor de sus hombros.<br />
La muchedumbre llora<br />
relumbra la clemencia<br />
y se desmoronan las gargantas.<br />
El dolor de los ausentes<br />
hiere más que el olvido.<br />
La espina dorsal de la patria<br />
es atravesada por las cuchilladas<br />
de los pedernales ensangrentados.<br />
confabulario 45