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CODESARROLLO Y MIGRACIONES. EL PAPEL DE LA COOPERACIÓN<br />

Instituto de estudios para la Paz y la Cooperación-IEPC<br />

www.universidadabierta.org<br />

Instituto de estudios para la Paz y la Cooperación – IEPC – C/ Bermúdez de Castro 14 bajo C. 33011 Oviedo –España – Tfno: +34 985 08 88 09 – Fax: +34 985 08 09 02 - instituto@universidadabierta.org<br />

migración de sólo algunos. Estos interrogantes se contestan conectando las macro<br />

condiciones y políticas con las circunstancias personales, familiares y de entorno de los<br />

potenciales migrantes. Estas conexiones se producen a través de redes de diverso tipo.<br />

Es importante destacar que las redes poseen una dinámica propia, que puede llegar a<br />

desprenderse de los estímulos y desestímulos de la sociedad receptora, y que varía<br />

según las características étnicas y el contexto político.<br />

Un tema importante derivado del análisis de redes migratorias que propicia la<br />

idea de codesarrollo y es ignorada por el canon del desarrollo sostenible, pese a ser el<br />

factor decisivo en la sostenibilidad de los flujos migratorios mismos, es el concepto de<br />

multiplicador migratorio (en inglés, immigration multiplier), cuyo ejemplo más<br />

eminente es la cadena migratoria debida a la reunificación familiar. Es cierto que el<br />

tamaño de los flujos migratorios entre dos países no está fuertemente correlacionado<br />

con diferenciales salariales o tasas de desempleo, porque cualquier efecto que tengan<br />

estas variables en promover o inhibir la migración es progresivamente ensombrecido<br />

por los costes decrecientes y la disminución de riesgos derivados del crecimiento de las<br />

redes migratorias en el tiempo. Pero el caso de República Dominicana y Haití podría<br />

servir para ilustrar los reparos de fondo que abriga la idea de codesarrollo contra el<br />

canon del desarrollo sostenible, y es que para mucho codesarrollistas sería moralmente<br />

repugnante postular la conservación de la naturaleza y de la biodiversidad como un<br />

imperativo categórico en las lujosas instalaciones hoteleras dominicanas, dadas la<br />

extrema pobreza y la degradación ambiental en la que vive buena parte de la población<br />

haitiana. Más crudamente, resulta éticamente injustificable gastar enormes recursos en<br />

un arca de Noé antes que en proporcionar el acceso a agua potable limpia o a servicios<br />

higiénicos en Haití. Es verdad que para que no se diga que la sensibilidad ecológica es<br />

cosa de ricos, cabe suavizar su definición en el sentido de David Pearce: «La<br />

“sostenibilidad” supone mantener el nivel de bienestar humano de manera que pueda<br />

mejorar, pero nunca disminuir (o, por lo menos, nada más que provisionalmente). Así<br />

interpretado, el desarrollo sostenible se convierte en el equivalente de un cierto<br />

requerimiento de que el bienestar no disminuya con el tiempo». Pero entonces, si se<br />

trata de mantener el bienestar, el problema no difiere de lo que pretender el crecimiento<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año II, 9 (marzo 2007). http://www.revistadefilosofia.org 273

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