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Juan Arana | El problema de la causalidad en la mecánica cuántica<br />

.<br />

satisfactorio (e incluso homologable) por razones prácticas. El azar cuántico también es epistémico (en un sentido<br />

trivial todos los conceptos que usamos lo son), pero no es lícito descartar que también sea algo más: un<br />

procedimiento para caracterizar de un modo no necesariamente in<strong>completo</strong> ciertos rasgos de la realidad, en cuyo<br />

caso poseería un correlato ontológico. No es que la teoría lo asevere explícitamente, pero tampoco prohíbe (como<br />

de alguna forma hacía la interpretación ortodoxa de la física clásica) que lo casual corresponda en parte al en sí del<br />

universo. Para decirlo de una forma provocativa, la mecánica cuántica es más tolerante que la mecánica clásica a la<br />

hora de calibrar el alcance del concepto de azar. ¿Y por qué habría de ser de otro modo? No hay ninguna<br />

contradicción en conjeturar que la realidad sea un conjunto de entidades y procesos que no acaban de confluir en un<br />

único principio relevante tanto del ser como del devenir. Allá cada cual con su opción preferente por la unidad o la<br />

dispersión. En todo caso, la discontinuidad cuántica impone una especie de censura que impide resolver la cuestión<br />

en el ámbito de la física. Ignoramus et ignorabimus. La cuestión debe ser transferida a la metafísica, disciplina para<br />

la cual ningún hueso es tan duro que no merezca la pena intentar roerlo. Esto no es idealismo: es pura y<br />

simplemente sensatez informada.<br />

Es un hecho innegable que la semántica de la palabra azar (y de las voces sinónimas) ha oscilado a lo largo de<br />

la historia entre lo ontológico y lo epistémico: azar de los entes que no están rígidamente encadenados en un<br />

esquema causal o legal, y azarosa aproximación conceptual a entes que sólo conocemos imperfectamente. Casi con<br />

seguridad el azar nunca dejará de estar presente en todo lo que tiene que ver con nuestras descripciones y<br />

pronósticos, ahora bien, ¿estará justificado alguna vez excluirlo de la valoración objetiva de la realidad? Hay que<br />

resignarse a trabajar siempre con fotografías borrosas. ¿Es un problema de la cámara nada más, o de la cámara y<br />

también del objeto fotografiado? Los autores que son proclives a detectar derivas idealistas en algunas<br />

interpretaciones de la mecánica cuántica se aferran de vez en cuando a una concepción decimonónica de azar, y por<br />

eso cuando emplean la palabra piensan sistemáticamente en limitaciones subjetivas del conocimiento. Sería muy<br />

conveniente, para evitar recaer en criterios de valoración caducos, recordar que el concepto de azar ha presupuesto<br />

repetidas veces a lo largo de la historia propiedades que en absoluto dependen de la imperfección del conocimiento<br />

humano, sino que evocan condiciones objetivas. Excluir por principio la validez de tales conceptuaciones es un<br />

síntoma de dogmatismo apriorista. Las extrañas propiedades de los objetos físicos que tienen que ver con la no<br />

localidad y el entrelazamiento cuántico avalan la sospecha de que el problema no está en el uso particular que<br />

damos a los conceptos físicos fundamentales (espacio, tiempo, masa y energía) ni tampoco a los procedimientos<br />

físicos de medida, sino en la entraña misma de dichos conceptos. Hay, en efecto, múltiples y crecientes evidencias<br />

de que la introducción de nociones relacionadas con el azar es insoslayable para hacer un uso realista de aquéllos:<br />

La idealización tiene lugar al acercarnos a la realidad mediante determinados conceptos que resultan<br />

satisfactorios para darnos una descripción de los fenómenos; es así como obtenemos el rostro o perfil de la<br />

realidad. Es lo que sucede, por ejemplo, en la mecánica con los conceptos de lugar, tiempo, velocidad,<br />

masa, fuerza. Con ellos delimitamos la imagen de la realidad; o, si se quiere, la estilizamos, ya que al<br />

mismo tiempo renunciamos a todos aquellos aspectos de los fenómenos que no se pueden abarcar con<br />

aquellos conceptos (Heisenberg, 1974: 252).<br />

27<br />

Tampoco conviene olvidar que, como fue establecido en capítulos precedentes, la noción de azar es<br />

MARZO<br />

2012

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