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Una interpretación no-regularista de la causalidad humeana | Sílvio Mota Pinto<br />
The better to understand this point, we must take into account that there are two great principles of<br />
our arguments. The one is the principle of contradiction, stating that of two contradictory propositions the<br />
one is true, the other false; the other principle is that of the determinant reason: it states that nothing ever<br />
comes to pass without there being a cause or at least a reason determining it, that is, something to give an a<br />
priori reason why it is existent rather than non-existent, and in this wise rather than in any other. This great<br />
principle holds for all events, and a contrary instance will never be supplied: and although more often than<br />
not we are insufficiently acquainted with these determinant reasons, we perceive nevertheless that there are<br />
such. Were it not for this great principle we could never prove the existence of God, and we should lose an<br />
infinitude of very just and very profitable arguments whereof it is the foundation; moreover, it suffers no<br />
exception, for otherwise its force would be weakened. Besides, nothing is so weak as those systems where<br />
all is unsteady and full of exceptions. (Leibniz 2007, §§ 31, 32)<br />
Según Leibniz, hay dos principios que gobiernan la totalidad de nuestros razonamientos, a saber: el principio<br />
de no-contradicción y el denominado principio de razón determinante o suficiente. El primero gobierna nuestras<br />
inferencias deductivas sobre las verdades de razón como, por ejemplo, en la matemática, y el segundo guía nuestros<br />
razonamientos involucrando las verdades de hecho, esto es: los enunciados contingentes sobre los sucesos<br />
naturales. 2 Así, a pesar de que las relaciones causales en el mundo natural son todas ellas contingentes, el principio<br />
que nos ordena buscarlas e investigarlas no es ni puede ser él mismo un principio a ser buscado e investigado en la<br />
misma experiencia, dado que sin él no habría experiencia, en el sentido de una totalidad de sucesos coordinada de<br />
manera harmónica, regular y estable; ésta es, según Leibniz, la razón por la cual el principio de razón suficiente no<br />
puede tener su fundamento en la experiencia.<br />
Un ejemplo de la aplicación leibniziana del principio de razón suficiente es su versión del argumento<br />
cosmológico a favor de la existencia de Dios; ahí la existencia del Ser Supremo es inferida como la razón<br />
suficiente, en el sentido de causa final, de la existencia de la totalidad del mundo natural. 3 Una infinidad de mundos<br />
posibles hubiera podido haber existido. Sin embargo, existe el mundo actual. La razón suficiente de su existencia es<br />
que la voluntad del Ser Supremo eligió llevar a cabo la producción de este mundo, dado que es el mejor de los<br />
mundos posibles.<br />
2. Las tesis negativas de Hume sobre la causalidad<br />
<strong>15</strong>2<br />
MARZO<br />
2012<br />
Tanto la solución empirista de Locke como la solución racionalista de Leibniz al problema del origen del<br />
concepto de causalidad le parecen a Hume no completamente satisfactorias. Por un lado, la tesis de Locke del<br />
fundamento a posteriori de este concepto es falsa, según el autor del Tratado, porque hay un sentido en que el<br />
concepto de causalidad va más allá de nuestra experiencia presente y pasada. Si nuestro uso del concepto de<br />
causalidad se relaciona con el descubrimiento de las leyes causales que gobiernan el mundo natural y si, además,<br />
estas mismas leyes son verdaderas no solamente en el pasado y en el presente sino también en el futuro, entonces<br />
necesitamos del principio de causalidad para conectar la experiencia presente y pasada con la experiencia futura a<br />
2 Ver, por ejemplo, Leibniz 1991, § 33. Ver también los §§ 36-37 para corroborar la aplicación que hace Leibniz del principio de razón suficiente<br />
tanto a los sucesos del mundo exterior, el cual es gobernado por la causalidad eficiente, como a los sucesos del mundo interior, donde impera la<br />
causalidad teleológica. Ambos tipos de causalidad nos ofrecen razones para creer en la existencia de relaciones causales entre sucesos naturales.<br />
3 Leibniz 1991, §§ 37-39; Leibniz 2007, §§ 7-8.