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Ballén Rodríguez, Juan Sebastián: «Aproximación a la antropología fenomenológica en Max Scheler»<br />

La segunda categoría propia del espíritu es el espacio único. El ciego reconoce el<br />

lugar de sus tratamientos porque percibe con el tacto y el oído las características del<br />

lugar que frecuenta, distinguiendo las diferencias entre ciertos lugares y otros. Este<br />

fenómeno se entiende como la ‘síntesis de la percepción que identifica el espacio único.<br />

Para el animal el espacio siempre será el mismo, sin poder reunirlos en una síntesis<br />

simbólica que le permita objetivar el espacio de manera definida, como si lo hace el<br />

hombre cuando denomina el espacio de descanso (habitación) de manera diferente al<br />

espacio del estudio (la biblioteca). Las intuiciones del espacio y del tiempo son<br />

igualmente propiedades humanas, porque obedecen a la serie de sensaciones que le<br />

permiten ejecutar movimientos bajo un cierto orden secuencial.<br />

Sin embargo, no siempre el espacio y el tiempo son asumidos como una síntesis<br />

de la percepción objetiva del mundo. Scheler hace referencia a dos modos de<br />

experiencia del vacío del espacio-tiempo. Una de ellas tiene que ver la insatisfacción de<br />

los impulsos, que asume cierta familiaridad con el espacio. Esto se puede explicar a<br />

partir del fenómeno de la enfermedad. Efectivamente, el cuerpo que padece, a pesar de<br />

no establecer una relación de precisión con el espacio, experimenta una leve sensación<br />

en el movimiento del cuerpo que le permite reconocer el lugar que habita. Por ejemplo,<br />

una persona en estado de coma reconoce la familiaridad del lugar en el que se<br />

encuentra. Cuando Scheler nos habla de la sensación de espacialidad como una forma<br />

vacía donde los impulsos no están en la plenitud de la satisfacción, se refiere - eso<br />

considera el expositor- a la sensación del cuerpo de no encontrarse en la posesión de sus<br />

sentidos (enfermos terminales, estado de muerte cerebral, etc.), y a pesar de vivir en esta<br />

situación, logra distinguir la familiaridad que posee el ‘espacio único’ para su<br />

existencia.<br />

Empero, Scheler nos habla de una segunda modalidad del vacío del espacio que<br />

es aún más primitivo: el del propio corazón. Este espacio, según parece, es la sensación<br />

de la ausencia y en general de vaciedad de las cosas en la propia intimidad del sujeto ¿se<br />

tratará de la experiencia de la nada?, muy posiblemente nuestro filósofo se refiere a<br />

aquel estado de absoluta infinitud que experimenta el corazón cuando descubre la total<br />

52 <strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 36 (enero 2011). http://www.revistadefilosofia.com

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