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Ballén Rodríguez, Juan Sebastián: «Aproximación a la antropología fenomenológica en Max Scheler»<br />

la vida, y que se hace patente en las funciones biológicas de la nutrición, el crecimiento,<br />

la reproducción y la muerte.<br />

Si bien a las plantas las caracteriza su estado de mera pasividad, lo que las hace<br />

únicas es la expresión, pues lo que admiramos justamente de las plantas es su estructura<br />

fisionómica que nos da noticia de su talante externo como el estar lozano, marchito,<br />

exuberante, pobre, radiante, etc. Se trata, pues, de la expresión particular de la planta y<br />

no solamente de una manera específica que ha tenido el organismo al adaptarse a su<br />

medio, como lo sostiene Darwin (Pintor Ramos 96).<br />

No es propio de las plantas el negar su situación existencial primigenia, pues<br />

difícilmente encontraremos en el mundo vegetal la emancipación de los organismos, o,<br />

siquiera la decisión de las rosas de desplazarse hacia otro lugar en razón de que las<br />

condiciones del medio natural en el que viven no son del todo favorables. Uno de los<br />

postulados teóricos del evolucionismo, determina que dos son las pautas definitorias en<br />

la evolución de las especies: el uso y la utilidad. Tales criterios, explican el desarrollo<br />

de ciertos organismos superiores a diferencia de otros inferiores. Las estructuras<br />

orgánicas, de manera autónoma, van incorporándose a la dinámica evolutiva, asumiendo<br />

nuevas estructuras y abandonado otras. Sin embargo, en este proceso que varía entre la<br />

pérdida y la ganancia, no se explica la evolución en las plantas, pues justamente la<br />

dinámica entre el uso y la utilidad está mediada, en principio, por el movimiento de los<br />

organismos, que responde indistintamente, o a los cambios en su estructura interna, o a<br />

la competencia que se desata en la lucha entre las especies. La supervivencia de las<br />

plantas depende del movimiento que se produce en el mundo externo (ya sea el del aire,<br />

el agua, la luz, la intervención humana, etc.). Ellas mismas no producen un movimiento<br />

direccionado hacia el uso o la utilidad. De ahí que las plantas, sean una excepción a<br />

ésta dinámica de la evolución, pues lo que se admira en ellas no es tanto la utilidad que<br />

proporciona, como la belleza que produce su propia expresión, que en principio, es de<br />

carácter pasivo. Ellas mismas irradian la belleza o eventualmente la fealdad, según las<br />

condiciones naturales del medio que las afecta o el uso que se hace de ellas. Las plantas<br />

que generan el gusto y el encanto resultan no ser las más aptas para determinados<br />

ambientes o ciertos usos, pero si las más admiradas. Al no responder a los criterios del<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 35 (noviembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com 37

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