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JOAQUIN PEDRO LOPEZ NOVO<br />

«La burocratización ofrece el óptimo de posibilidad para la […]<br />

administración según puntos de vista objetivos […]. Resolución “objetiva”<br />

significa, en primer lugar, resolución “sin acepción de personas”,<br />

según reglas previsibles. “Sin acepción de personas” es también el lema<br />

del “mercado” y de toda prosecución de meros intereses. […] La burocracia<br />

en su desarrollo pleno se halla también, en sentido específico, bajo<br />

el principio sine ira ac studio […] la eliminación del amor, del odio y de<br />

todos los valores sensibles puramente personales, de todos los elementos<br />

racionales que se sustraen al cálculo. En vez del jefe de las organizaciones<br />

antiguas movido por la simpatía personal, el favor, la gracia y la recompensa,<br />

la civilización moderna exige justamente para el aparato externo<br />

que la protege un especialista rigurosamente “objetivo” y tanto menos<br />

interesado en las cosas propiamente humanas cuanto más complicada<br />

sea la civilización de referencia» (Weber, 1969: 732).<br />

Así, pues, la acción del funcionario de la burocracia moderna es objetiva<br />

porque es impersonal, es decir, porque prescinde en sus actuaciones de consideraciones<br />

de tipo personal y guía sus decisiones por reglas previsibles. En otro<br />

pasaje, Weber reformula la singularidad de la orientación propia del funcionario<br />

de la burocracia racional en estos términos:<br />

«[…] tras cada acto de un gobierno auténticamente burocrático existe en<br />

principio un sistema de “motivos” racionalmente discutibles, es decir, una<br />

subsunción bajo normas o un examen de fines y medios» (Weber, 1969: 735).<br />

La subsunción de los hechos «bajo normas» es precisamente el medio de<br />

que se vale la burocracia moderna para orientarse con objetividad y hacer previsibles<br />

sus decisiones. Y esos dos rasgos de la burocracia racional contrastan<br />

con la orientación que preside la acción de la administración en el tipo de<br />

dominación tradicional. En este caso, la acción administrativa, aunque está circunscrita<br />

por los contornos de la tradición que le confiere legitimidad, dispone<br />

de un amplio margen para el ejercicio de la discrecionalidad, bien por parte del<br />

señor y/o bien por parte del cuerpo administrativo que le auxilia:<br />

«[…] el soberano puede dispensar su “favor” otorgando o retirando su gracia<br />

libérrima por inclinaciones o antipatías personales o por decisión puramente<br />

personal, particularmente también la comprada mediante regalos<br />

—la fuente de los arbitrios—. En la medida en que el soberano procede<br />

según principios, son éstos los de la justicia y la equidad, con un contenido<br />

ético material, o los de la conveniencia utilitaria, pero no —como en la<br />

dominación legal— principios formales» (Weber, 1969: 181).<br />

El pasaje que acabo de citar nos ayuda a profundizar en la concepción<br />

weberiana de la objetividad en la orientación de la acción. Para Weber, la<br />

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