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Amigos que<br />
no hablan<br />
Algunos pobladores<br />
que se refugian en<br />
tiendas de campaña,<br />
en San Marcos, sienten<br />
compasión por sus mascotas<br />
y no dudan en darles un<br />
pan o algo más que comer.<br />
Francisco López se siente<br />
muy acompañado por su<br />
perro Bobby, que le sirve<br />
de consuelo, y de diversión<br />
a sus hijos. “Es un animalito<br />
muy noble y practicamente<br />
nos avisó que venía el sismo”,<br />
cuenta López.<br />
Foto <strong>Prensa</strong> <strong>Libre</strong>: A. MARROQUÍN<br />
FRANCISCO LÓPEZ y<br />
Bobby.<br />
las madrugadas”, cuenta, pero<br />
aun así no quiere irse porque<br />
lleva allí toda la vida.<br />
Eddy Monterroso Vicente, 31,<br />
lleva un año de casado. Tenía<br />
muchos sueños, pensaba procrear<br />
hijos pronto, pero ahora su<br />
ánimo está decaído al tener que<br />
vivir en una galera que construyó<br />
con las vigas, tablas y láminas<br />
de su casa desplomada.<br />
“Los recuerdos se<br />
quedaron en la casa.<br />
Ahora solo penas vivimos<br />
porque si hay calor,<br />
la galera es un horno,<br />
y por la madruga<br />
hay frío. Los geólogos<br />
dicen que hay grietas<br />
aquí, pero de repente<br />
puedo empezar a construir<br />
alejándome algunos<br />
metros de la grieta”,<br />
comenta.<br />
Antonieta Vicente,<br />
51, madre de Eddy, logró<br />
construir hace 20<br />
años su casa de bloc y<br />
concreto, a base de trabajo<br />
arduo en la recolección<br />
de café.<br />
A raíz del sismo se<br />
formó una grieta que<br />
prácticamente despedazó<br />
su casa. “Tantos años<br />
de trabajo se terminaron<br />
en un ratito. Yo estaba aquí cuando<br />
empezó a temblar. Como pude<br />
salí al patio y no pude hacer mayor<br />
cosa para salvar nada, solo miré<br />
cómo las paredes se abrían y se<br />
caían. Eso es lo que más recuerdo<br />
ymedavueltas en la mente. Yo<br />
esperaría el apoyo de las autoridades”,<br />
expresa Antonieta, entre<br />
lágrimas.<br />
PRODUCTIVIDAD DETENIDA<br />
“<br />
A mis hijos<br />
no les pasó<br />
nada,<br />
pero ahora<br />
se enfrentan<br />
a la<br />
pregunta<br />
de qué<br />
van a hacer<br />
para<br />
vivir”.<br />
PEQUEÑOS AFECTADOS<br />
Niños se expresan<br />
con dibujos<br />
Tras un desastre natural,<br />
la población infantil<br />
afronta diversas incomodidades<br />
y limitaciones. Después<br />
del terremoto del 7 de noviembre<br />
los niños han vivido la tensión<br />
e incertidumbre propias de<br />
tener que abandonar sus hogares<br />
e incluso sus barrios para ir<br />
a un refugio, en un salón, una<br />
escuela o un campamento en<br />
algún terreno.<br />
Instituciones como Visión<br />
Mundial o las universidades Rafael<br />
Landívar y Mariano Gálvez<br />
han prestado apoyo psicológico<br />
a damnificados y sus hijos. La<br />
conclusión más común es que<br />
los niños son fuertes, valientes,<br />
pero se ven afectados por la<br />
depresión que viven sus padres<br />
o familiares. María de los Ángeles<br />
Puac, psicóloga voluntaria,<br />
se encuentra en San Marcos<br />
Las familias afectadas afrontan<br />
otro problema en la comunidad.<br />
Además de la destrucción<br />
en sus viviendas, que parecieran<br />
haber sido masticadas por enormes<br />
fauces, los patios de concreto<br />
también se hicieron pedazos,<br />
por lo que no hay donde<br />
colocar el café para secarlo, y<br />
está por empezar la temporada<br />
de recolección. Temen que la<br />
pérdida no haga sino<br />
aumentar la crisis.<br />
“Necesitamos con<br />
urgencia un patio para<br />
regar los granos y secarlos<br />
en limpio. Si no<br />
recogemos la cosecha<br />
vamos a tener pérdidas,<br />
porque el grano se<br />
cae de la mata o se lo<br />
roban. Además, sin casa<br />
no hay lugar donde<br />
almacenar el café<br />
mientras conseguimos<br />
comprador”, cuenta<br />
Raúl Alvarado, 48.<br />
PIDEN SALIR<br />
Gustavo Lang, delegado<br />
de la Conred en<br />
Quetzaltenango, advierte<br />
de que es necesario<br />
que los pobladores<br />
de La Loma salgan<br />
de ese lugar, ya que el<br />
terreno no es apto para<br />
volver a construir.<br />
“Este es el primer dictamen<br />
que se tiene de los daños registrados.<br />
Aún no ha sido declarada<br />
inhabitable, ya que eso<br />
lo determina el Consejo de<br />
Emergencia. En los próximos<br />
días vendrán geólogos que volverán<br />
a hacer estudios, ya que<br />
los vecinos de la aldea construyeron<br />
sus viviendas en una<br />
zona montañosa y realizaron<br />
cortes en la tierra, sin estudio”<br />
expone.<br />
ARNULFO<br />
MONZÓN,<br />
afectado<br />
desde el 8 de noviembre y ha<br />
pedido a los niños de varios albergues<br />
que dibujen, y luego, al<br />
ver las figuras analiza que sufren<br />
estrés postraumático.<br />
“Noté que los niños hablan<br />
mucho de la muerte. En sus dibujos<br />
usan colores muy normales,<br />
pero al platicar con ellos hablan<br />
de gente que murió o que<br />
está llorando, quizá porque oyen<br />
a sus papás”, explicó Puac.<br />
Con frío e<br />
incertidumbre<br />
Juana Navarro se encuentra<br />
refugiada en el Instituto José<br />
Milla, en El Tumbador,<br />
San Marcos. Dice que la entristece<br />
ver dormir a sus nietos, de 8 y 10<br />
años, en una colchoneta, en el<br />
piso. Ella tuvo que dejar su casa<br />
porque tenía las paredes rajadas.<br />
Le preocupa que el niño más pequeño<br />
sufre de epilepsia y no tiene<br />
cómo comprarle el medicamento.<br />
Unas cien personas se albergan<br />
en ese edificio, pero nadie<br />
les sabe decir qué será de su vida<br />
en las próximas semanas.<br />
Don Facundo Ramírez, 83, apenas<br />
puede caminar. Está solo,<br />
pues enviudó hace cuatro años.<br />
Visita su casa con frecuencia, para<br />
ver si aún están sus seis gallinas,<br />
pero no puede dormir. Afirma que<br />
tiene dos hijos, que no lo visitan.<br />
En otro albergue, en San Marcos,<br />
la incertidumbre es la misma.<br />
Solo tienen una certeza por ahora:<br />
hay sopas instantáneas para el almuerzo<br />
y la cena; para el desayuno,<br />
huevos con arroz.<br />
Elsa García, 46, teme que le dé<br />
gripe porque en la madrugada hace<br />
mucho frío en la carpa. Le regalaron<br />
unos antihistamínicos,<br />
peor aún no halla cura contra el<br />
miedo, y las réplicas sísmicas se lo<br />
recuerdan. En el improvisado<br />
campamento pernoctan unas 350<br />
personas. La fundación Castillo<br />
Córdova llevó unas cocinas móviles.<br />
Por fin una comida caliente.<br />
TEXTO Y FOTOS ÁLEX ROJAS<br />
La experta<br />
agregó<br />
que la<br />
recuperación<br />
emocional se hace difícil<br />
en el ambiente de los albergues,<br />
sobre todo porque no se les<br />
puede ofrecer que volverán a<br />
su casa en el corto plazo. “Además,<br />
cuando tiembla se contagian<br />
del temor que ven en los<br />
adultos”, comentó.<br />
DIFÍCIL RUTINA EN ALBERGUES<br />
SOLO<br />
Facundo<br />
Ramírez, 73<br />
La artritis le<br />
dificulta<br />
movilizarse. No<br />
sabe dónde<br />
viven sus hijos y<br />
quisiera que lo<br />
ayudaran.<br />
CONMOVEDOR<br />
Suculento<br />
almuerzo<br />
Sin importarles<br />
que no haya<br />
mesa ni sillas,<br />
niños de un<br />
albergue de San<br />
Marcos degustan<br />
un plato de chao<br />
mein.<br />
COTIDIANO<br />
Larga fila<br />
Las necesidades<br />
fisiológicas se<br />
vuelven<br />
problema porque<br />
solo hay dos<br />
sanitarios<br />
móviles; algunos<br />
vecinos optan<br />
por ir a un lote<br />
baldío.<br />
RENSA LIBRE DOMINICAL - Guatemala, domingo 18 de noviembre de 2012<br />
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