Año 28, entrega 100 (1918) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

Anales de la Universidad 47
contracturas, afasias^ alteraciones de conciencia, delirio,
etc. y manifestaciones somáticas del lado de la respiración,
de la circulación y de la termogénesis, que pueden
tener, estas últimas, una intensidad marcada aun en casos
en que las manifestaciones nerviosas sean ligeras y
fugaces.
Un síntoma que no falta nunca es el de la angustia;
angustia orgánica, por decirlo así, comparable a la de
la angina de pecho, aun en los casos leves_, y que atemoriza
a los mismos enfermos de valor y les hace temer extraordinariamente
los resultados de una nueva inyección.
« Me muero » — « creí que me moría » — « qué cosa horrible
he sentido »— dicen la mayoría de los enfermos
durante el ataque ó después que ha pasado. Para el médico
que observa, es imposible la confusión con una angustia
simplemente psicogénica.
El ataque se produce generalmente en el momento de
la punción o pocos segundos después, como en el caso de
Zink; veinte minutos después, como en el de Forlanini;
algunas horas más tarde, en otros, lo cual sólo podría interpretarse
como efecto de lesiones consecutivas: rupturas
de adherencias ó emigración de un trombus de una
vena pulmonar.
Meyer ha descrito un caso en el que el accidente se
produjo varias horas después de la inyección. Por la mañana
se le había insuflado sin dificultad 420 ce. Por la
tarde estaba el enfermo jugando á los naipes con sus compañeros
cuando súbitamente cayó muerto. Parece que no
existía ninguna lesión anterior capaz de explicar el desenlace
fatal (^\
Estos accidentes se producen á partir del momento en que
la aguja pasa la pleura, nunca antes. Pueden producirse
aun cuando no se haya inyectado todavía el ázoe; aun
(1) Eli la ausencia de autopsia cabe la duda de que so trate de una simple coincidencia.
Eii todo caso, solamente el desprendimiento de uno de los trombos venosos
de que hablamos más adelante, podría establecer relación de capsa á efecto enlje
}& muerte y la punción,