Año 56, entrega 160 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

ANALES DE LA UNIVERSIDAD 33
En cambio aquel astrónomo hindú, impecable en el cálculo
de los eclipses, cuando el fenómeno se producía, echaba mano del
tambor para espantar el demonio que quería tragarse al astro; y a
la pregunta del europeo respondía, sonriendo: «una cosa es la fe
y otra la ciencia» (Townsend) El hombre es así. ' -
Biologar, filosofar, enseñar, investigar, intuir, soñar.
Cualquiera sea el verbo conjugado, relegada no quede al ol
vido la situación universitaria del personaje.
La torre de marfil no le veda su entrada. Allí puede instala»
su alcázar para, como el monarca oriental, cada tarde, dialogar COK
las estrellas o los ángeles de la fantasía, pero ha de bajar prontamente,
en los amaneceres, al lugar normal de su labor, a mezclarse
con sus alumnos.
Bajar a menudo a la arena donde se debaten sus semejantes,
empujados a instancias de impulsos o idealismos. Que así lo haga,
porque no puede, el verdadero universitario, permanecer sordo o
insensible a las palpitaciones del pueblo, a sus reclamos, apetencias
o dolores, a sus anhelos. Habrá de platicar con él, sentir con
él, con un elevado espíritu de extensión universitaria, el que ñor
tea en la agitación del Claustro reformista sud-americano.
Mentas de Marañón, reflexiones juiciosas de Ortega y Gasset
de Santín Carlos Rossi, arengas de Palacios!
Señoras y Señores:
Basta ya de evasiones del cientista hacia los campos, para él
aventurados, en que retozan los auténticos estetas o los tremendos
metafísicos.
No nos reprochéis, en demasía, la excesiva dosis de interrogantes
que han intercalado esta disertación. Ni las dudas que so
han infiltrado en ella. Valéry, en su galana forma, nos induce a
desconfiar de las expresiones demasiado puras; lo cambiante se
ennoblece; la incertidumbre ineluctable no es, para la biología,
su menor heraldo de grandeza.
No creáis a mi programa en extremo simple; nos anima el
propósito de ajustarlo continuamente; de permanecer porosos al
consejo ajeno y atinado.
Aula y estrado han llenado su primer deber.
Pero la Cátedra es también taller, sobre todo taller.
Será el nuestro pequeñito y provisorio, pero taller al fin.
Por sus puertas, entreabiertas, percibimos ya la llama ascendente
y llega, hasta noostros, el calor de la fragua encendida.
El yunque, impacienta por poblar sus ámbitos de esas sonoridades
que son, de «laboremus», las oraciones emulantes.
Dejad, pues, que el obrero mayor vaya hacia élí
Previamente, recibid, por vuestra presencia, por vuestro táci'
to estímulo, mil cálidas gracias!