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Año 56, entrega 160 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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ANALES DE LA UNIVERSIDAD 31<br />

rvingún biólogo, argonauta avezado o aprendiz, podrá impedir<br />

que los bajeles en que navega rumbeen, tarde o temprano, hacia<br />

las islas encantadas do florece el jardín de la filosofía biológica,<br />

allí donde son huidizos los horizontes y enarenados los<br />

caminos, junto a los arrecifes agoreros de naufragios.<br />

Se nos antoja cada día menor la brecha entre la ciencia, la filosofía<br />

y los hechos de la existencia cotidiana.<br />

El hombre no reconoce más límites a su potencia. Como objeto<br />

medible, deniro <strong>del</strong> mundo, dice Eddington, ajustadamente, que se<br />

coloca equidistante, en tamaño, entre el átomo y la estrella. La humanidad<br />

global, de igual modo, ahí está entre el electrón y el<br />

Universo.<br />

Formulamos leyes, pero en biología hay excepciones para lodo,<br />

habrá siempre excepciones para estas pobres leyes parciales, las<br />

vínicas que podemos redactar.<br />

Sienten los biólogos el significado de la vida como un desafío<br />

perenne: cada año los lleva, indudablemente, más cerca de una<br />

solución; sin embargo, ella todavía se halla lejos, para Sir Oliver<br />

Lodge.<br />

La ciencia <strong>del</strong> siglo se agita, convulsivamente, entre los dos<br />

grandes infinitos que imaginara, temblando, Pascal, los que Jean<br />

Rostand se place en aludir: «los astrónomos, en el infinito de la<br />

grandeza inconmensurable: los físicos, en el infinito de la pequenez<br />

inconcebible. Los biólogos, ellos, se colocan en el medio de<br />

ambos, pero, sin abandonar su tarea, para admirarse o espantarse,<br />

no necesitan sumergirse en los abismos pascalianos, les basta escrutar<br />

la propia substancia».<br />

¿Quién duda, casi, que fué en los líquidos de un charco archiancestral<br />

donde un día, hace un millón de r/iilenios, o más,<br />

plasmó en vida la jalea primitiva, como forma superlativamente<br />

complicada de la materia orgánica?<br />

¿Se repitió nunca más el acto? ¿Podrá el hombre repetirlo<br />

alguna vez?<br />

El pretérito foso, insondable, entre lo mineral y lo viviente,<br />

ha ido perdiendo su profundidad y su negrura. El Imperio de lo<br />

orgánico y el de lo inorgánico no parecen, hogaño, tener fronteras<br />

tan herméticas.<br />

La desintegración <strong>del</strong> átomo, la trasmutación de los metales,<br />

realumbran la esperanza en los hasta ahora fracasados alquimistas<br />

de la célula. La imaginación de los humanos, codiciosos, atrevidos<br />

o visionarios, se pierde en el espacio.<br />

Desde que Woehler sintetizó la urea, una centuria larga atrás,<br />

se han sintetizado miles de compuestos orgánicos y, no obstante, no<br />

logramos aún ponernos al nivel de la naturaleza portentosa.<br />

Las diferencias, antaño esenciales, entre lo que vive y lo que no<br />

vive, se denuncian ahora sólo formales.

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