La investigación cientÃfica / José Luis Morador - Publicaciones ...
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casi siempre es el Estado. Y ello sucede porque<br />
las empresas privadas casi no destinan específicamente<br />
rubros para tareas de investigación.<br />
Es el Estado quien paga, sea a través de la<br />
Administración Central por los ministerios de<br />
Educación y Cultura, Salud Pública y Ganaderih<br />
y Agricultura, sea a través de la Universidad.<br />
No todos los gastos de las investigaciones corren<br />
por cuenta exclusiva del Estado. Por lo menos<br />
en su totalidad. En algunas circunstancias, instituciones<br />
o fundaciones privadas extranjeras, u organismos<br />
estatales de otros países, conceden ayuda<br />
económica en forma de becas o « grants" a investigadores<br />
nacionales. Éstos, que ocupan locales, manejan<br />
equipos y perciben sueldos del Estado, trabajan<br />
muchas veces, en lo que se refiere a su tarea<br />
específica -la investigación- para instituciones<br />
extranjeras, porque éstas, al concederles la beca<br />
o al darles la ayuda, les imponen el tema de trabajo:<br />
naturalmente, el que a ellas les interesa.<br />
<strong>La</strong> causa de esta inexplicable conducta podría<br />
encontrarse en el hecho de que en la investigación<br />
-al revés de lo que pasa en todas las otras profesiones-<br />
no se enriquece nadie. O sólo lo hace<br />
alguno excepcionalmente, cuando le llega un premio<br />
Nobel.<br />
En los países subdesarrollados, ser investigador<br />
resulta, muchas veces, más caro que tener una<br />
mujer antojadiza y caprichosa. <strong>La</strong> investigación,<br />
bueno es que se sepa, origina gastos para quien la<br />
hace; y si muchas veces las investigaciones siguen<br />
adelante es porque el investigador sacrifica parte de<br />
su magro sueldo para adquirir el material que el<br />
trámite lento de la burocracia administrativa no<br />
puede hacerle llegar a tiempo. O que la ineptitud<br />
oficial le niega.<br />
No escribo esto para justificar a los investigadores<br />
que con una mano cobran al Estado su<br />
trabajo en débiles pesos uruguayos, en tanto que<br />
con la otra venden los resultados de la investigación<br />
en dólares fuertes. Creo que una conducta así<br />
no tiene justificación. Tampoco lo escribo para que<br />
los jóvenes desechen la idea de ser investigadores,<br />
pero sí para que "ciertos jóvenes" no lo sean. Porque<br />
éstos, sin espíritu de sacrificio (y no es sólo<br />
dinero lo que hay que dar generosamente, sino<br />
también tiempo, lo que es otra manera de dar<br />
dinero) y sin las otras condiciones exigibles para la<br />
investigación terminarán como terminaron algunos,<br />
no precisamente jóvenes, en charlatanes de feria:<br />
"haciendo crecer los geranios".<br />
No pocos de nuestros lectores se preguntarán<br />
cómo y dónde aprendieron su oficio nuestros investigadores.<br />
Porque se supone que en algún lugar<br />
deben haber aprendido a investigar. Algunos de<br />
ellos son autodidactos. Aprendieron solos, llevados<br />
por una invencible vocación y, 10 que no deja de<br />
ser importante, comenzaron a hacerlo en una etapa<br />
avanzada de la vida, luego de haber ejercido,<br />
durante años, una profesión aprendid