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abr.-jun. 1968 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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describirla, así como el padre, por generoso o<br />

absoluto que sea, no puede describir ni profetizar<br />

el comportamiento y el destino de su<br />

hijo, por más que lo haya alimentado. Sería<br />

olvidar que en el hijo conviven sangres ancestrales<br />

<strong>jun</strong>to con la <strong>del</strong> progenitor.<br />

Cien años de Marxismo, intensos, polémicos,<br />

llenos de esperanzas, decepcionantes otras veces,<br />

generosos y maquiavélicos, coherentes y<br />

confusos, fieles e infieles a Marx; en suma,<br />

apasionantes, han servido para demostrar que<br />

sus avances fueron tan eficaces como sus pronósticos;<br />

que sus fracasos, fueron tan evidentes<br />

como el desarroll0 <strong>del</strong> Capitalismo sorteando<br />

el juego implacable de una dialéctica que<br />

fatalmente según el anuncio de aquél, h<strong>abr</strong>ía<br />

de llevarle al abismo. Así como el Capitalismo<br />

no se desenvolvió siguiendo los rigurosos análisis<br />

marxistas, así tampoco el Marxismo se<br />

mantuvo fiel a sus fuentes. No se cumplió la<br />

ley de la pauperización absoluta en el seno de<br />

las sociedades capitalistas más desarrolladas,<br />

como tampoco se llegó a la eliminación <strong>del</strong><br />

Estado en el seno de las sociedades comunistas,<br />

sino por el contrario a su fortalecimiento;<br />

la necesidad de las crisis catastróficas en el<br />

Capitalismo ha dejado de ser tal -sin querer<br />

decir con ello que las haya abolido definitivamente-,<br />

como la abolición de la propiedad<br />

privada no ha sido absoluta en las sociedades<br />

comunistas actuales -sin querer decir con ello<br />

que la apropiación colectiva de los medios de<br />

producción no haya sido un factor de verdadera<br />

democracia económica. y, sin ánimo de<br />

hacer exhaustivas estas comparaciones, señalemos<br />

finalmente como el factor más imprevisible<br />

y trastornador, el desarrollo tecnológico que<br />

al hacer cada vez más parecidos los medios de<br />

producción en el Este y en el Oeste, tiende a<br />

configurar las dimensiones de una nueva sociedad<br />

-por lo menos en Europa-, para la cual<br />

las pautas marxistas resultan insuficientes, ante<br />

el cúmulo de nuevos problemas que plantea<br />

aquel desarrollo.<br />

Pero hay algo más, aún: la tragedia de la<br />

división <strong>del</strong> Marxismo en esta segunda mitad<br />

<strong>del</strong> siglo XX. Ya no se puede decir que la división<br />

es masivamente bi-polar: Moscú y sus<br />

satélites de un lado; Pekín y los suyos <strong>del</strong><br />

otro, pues ell.o sería una simplificación ingenua<br />

<strong>del</strong> problema. La división que está oculta, tras<br />

la fachada ideológica, entre las experiencias de<br />

Yugoeslavia y de Bulgaria, o de Checoeslovaquia<br />

y de Polonia, o de Alemania Democrática<br />

y de Rumania; las contradicciones internas,<br />

hasta donde pueden ser conocidas, de la experiencia<br />

socialista en China; o las excitantes<br />

y novedosas experiencias, dentro de sus limitaciones,<br />

que se están realizando en Cuba, contribuyen<br />

en su con<strong>jun</strong>to -y dejando de lado<br />

el anecdotario político, por más que se presente<br />

muchas veces con urgencias significativa5-,<br />

a darnos la visión de "un mundo comunista<br />

partido en pedazos", o en términos más<br />

diplomáticos, de "una gran confusión" agravada<br />

por la imposibilidad decretada por los propios<br />

marxistas, de convocar a un Congreso Mundial<br />

desde noviembre de 1960 donde todos los Partidos<br />

Comunistas estuviesen representados.<br />

Podrá convocarse o no ese Congreso; podrán<br />

rehacerse o no viejas alianzas; podrá intentarse<br />

unilateralizar una experiencia socialista mundial<br />

que ya es pluralista y quizá por eso mismo,<br />

dialécticamente más rica en posibilidades; incluso<br />

podremos vernos abocados a sucesos más<br />

graves, como la temida perspectiva de la extensión<br />

de las guerras regionales, o de una<br />

conflagración mundial que tal vez no nos diese<br />

tiempo para releer el libro <strong>del</strong> Apocalipsis; pero,<br />

a esta altura de los acontecimientos, ya hay<br />

algo definitivamente cierto: el pensamiento de<br />

Marx no puede ser reducido a un dogma; tiene<br />

errores que ya han sido corregidos por los he·<br />

chos históricos; tiene verdades que aún deben<br />

ser estudiadas; propone un método de investigación<br />

económico - social qUe todavia y mientras<br />

la experiencia humana no diga lo contrario,<br />

debe ser usado.<br />

Intentar encerrarlo dentro de limites dogmáticos,<br />

es ignorar las realidades que lo han vencido<br />

o desconocer aquellas otras, como las que<br />

se dan especialmente en los países subdesarrollados,<br />

que podrían ser mejor comprendidas con<br />

aquel instrumento de trabajo; en suma, significaría<br />

reducir el pensamiento de Marx a un<br />

idealismo sin relación alguna con la experiencia<br />

social y más concretamente aún, con situaciones<br />

dramáticas de explotación <strong>del</strong> hombre<br />

por el hombre, como las que estamos viviendo<br />

en América Latina.<br />

Y así como el Marxismo, en cuanto doctrina,<br />

se convierte en un dogmatismo de museo, o<br />

en una ideología mistificadora de la realidad,<br />

así también el anti - marxismo sistemático es<br />

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