oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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a tomar aire hondo, moviendo todas las costillas, sin pedir permiso a nadie.<br />
¡Vamos a ver!<br />
Vamos a ver el qué-es-lo-que-hago. Estoy aquí en un lugar al que nadie<br />
más suele venir. Si trato de regresar palpando y tropezando, puedo cae:<br />
fácilmente en el pantano y atollarme hasta dos o cinco palmos por cimu<br />
<strong>del</strong> cuero cabelludo; puedo pisar cerca de una yararacusú matadora; puedo<br />
entrañarme demás por lo escondido, y quedar perdido <strong>del</strong> todo. Onzas deverdad<br />
no hay por aquí; pero un m.aracayá hambriento, o una maracayá<br />
madre, notándome así inseguro, no concederán dos plazos para extinguirme.<br />
¡Malo! Sólo ahora es cuando veo lo malo que es estar en el bosque<br />
sin perro.<br />
De avisados es traer la espingarda más cerca de mí. Bien. ¿Y si pegase<br />
anos tiros? Inútil. Quien los oiga pensará que estoy tirando a los inambúes,<br />
claro. ¿Pues no he venido a cazar? . " Ahora, si no vuelvo a casa a la hora<br />
normaL habrá alarma, vendrá gente en busca mía, acabarán por encontrarme.<br />
Esto es. Debo esperar, quieto.<br />
Un tiempo estuve así, que debe de haber sido largo. Oyendo. Toda<br />
mi atención se pasó a mis oídos. Y entonces descubrí que me resultaba<br />
posible distinguir el chirrido <strong>del</strong> paturí <strong>del</strong> chirrido <strong>del</strong> arirí, y hasta disociaf<br />
las carreras de las preás de los saltos de las cotías, todas jugando en las<br />
hojas secas.<br />
Escucho, tan lejos, tan bien, que consigo percibir el pío labial <strong>del</strong> juan·<br />
pinto que se encarama siempre en la sucupira grande. Ahora, una gallineja<br />
ha cloqueado, más cerca de mí, como una polla por primera vez clueca.<br />
Debe de haber asestado el rostro por entre los juncos. Pero el juan-pinto,<br />
en el puesto, continúa ofreciendo su silbido de azúcar.<br />
Tan claro y entero que hablaba el mundo que, durante un momento,<br />
pensé en poder salir de allí orientándome mediante la escucha. Pero, sólo<br />
que no siendo fijos los pajarillos, como puntos de referencia prestaban poco<br />
apoyo. Y, además de esto, los sonidos aumentaban, se multiplicaban, llegando<br />
a asustar. Jamás había tenido yo noticia de tanto silbido y trino,<br />
y el bosque cuchicheaba, lleno de palabras polacas y de mil bichitos tocando<br />
la viola en el hueco <strong>del</strong> árbol.<br />
Y -en esto, en esto- se movió, sin querer, alguna ruedecilla,algún<br />
botón en mi cabeza, y volví a coger la emisora de la amenaza. ¡Peligro!<br />
¡Gran peligro! No debo, no puedo quedarme parado aquí. Tengo, ya, ya,<br />
que correr, que echarme por el bosque, ¡sea como sea!<br />
¡Vamos! ¿Y por qué no? Conozco mi bosque, ¿no lo conozco? Sus puntos,<br />
sus troncos, esquinas y rincones, y sus benditos árboles todos, como<br />
las palmas de mis manos. A él viene por querer, es cierto, pero ahora voy<br />
a necesitar mis derechos para defender lo barato, y puedo hablar palabras<br />
mayores, fuera de devaneos, evasiones, recuerdos. Incluso sin los ojos,<br />
¡Vamos!<br />
Ando. Ando. ¿Habré andado? Una cigarra sisi silba, para decir que<br />
estoy cómico. Me hace un bien. Pero, ¿dónde estaré yo, adónde es donde<br />
. he venido a parar? Peor, peor. He perdido el amparo <strong>del</strong> gran suinán. He<br />
perdido los cloqueos de las criaturas de pluma de la laguna. ¿Y aquí?<br />
Este lugar es camino de viento y de los rumores que el viento trae: el<br />
sabrasiL a la brisa, restrega las puntillas de lo alto; las frondas <strong>del</strong> angarmero<br />
farfullan; las palmas de la palmera abanico jadean en papelada;<br />
y-pa-pa-pa-pa- el picamaderos-caja, golpeando en las hojas elásticas<br />
funciona elocuente.<br />
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