oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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cenicientas, lamentando sollozos; y, aquí al lado, un arazarí, que no musica;<br />
ensaya y reensaya discursos irónicos, que va taquigrafiando con esmero,<br />
con la punta <strong>del</strong> pico, en la corteza <strong>del</strong> árbol, el picamaderos chanchán.<br />
Ya éste lo estaba yo adivinando: rubriverde, vertical, copetudo, trepando<br />
por el tronco de la imbaúba, apuntalándose en la punta de la cola también.<br />
Taquigrafía, sí, para no perder tiempo, va comiendo otrosí las hor·<br />
miguitas tarú, que salen de los entrenudos de la imbaúba, aturdidas por el<br />
rataplán.<br />
Y, pues, si todos continuaban trabajando, bichito ninguno se llevó su<br />
susto. Por lo:anto. .. Estaría yo.. , ¡¿Ciego?!. " ¿Así de súbito, sin dolor,<br />
sin causa, sin previas señales... ?<br />
Bien, hasta hace poco, había una piedra suelta allí. Palpo. Hela ahí.<br />
Golpeo con la mano, en busca <strong>del</strong> tronco de mi coralera. Sí: el extremo<br />
de la laguna queda exactamente frente a mL<br />
Tiré la piedra y luego sentí que había puesto en el acto notable exceso<br />
de fuerza muscular. El proyectil golpeó musical en el agua, y debe de ha7<br />
ber caído bien en medio de la flotilla de marrecos, que graznaron: -¡eUacuaracuá!<br />
La pareja de patos nada dijo, pues la voz de las ipecas es sólo<br />
un soplo. Pero saltaron, aletearon y volaron.<br />
Entonces, comprendí que la tragedia era asunto mío particular y que,<br />
en medio de tantos ojos, sólo los míos se habían cegado; y, pues, sólo para<br />
mí estaban negras las cosas. ¡Horror!...<br />
No es sueño, no lo es; pesadilla no puede ser. Pero, ¿quién <strong>dic</strong>e que<br />
no sea cosa pasajera, y que de aquí a un instante no iré a volver a divisar?<br />
¡Alabado sea Dios, y mi buena Santa Lucía que cuida mis ojos!. .. «Santa<br />
Lucía por aquí pasaba, con su caballito comiendo la grama..." Santa Lucía<br />
por aquí. .. No, no pasa cosa ninguna. Lo que estoy es envuelto y acorralado<br />
por la mala tiniebla, por un oscurón de trasmundo, y sin atinar con<br />
lo que he de hacer. ¡Maldita hora! Un momento más y vaya llorar, mesándome,<br />
gritando y rodando por el suelo.<br />
Pero calma..., calma... Un minuto sólo, un esfuerzo. Esperar un poco,<br />
sin nervioso, que para todo hay solución. y, con dos gateas, busco el modo<br />
de recostarme en el árbol: cubrir bien la retaguardia, primera cosa a<br />
organizar.<br />
Saco el reloj. Sólo el tic-tac, claro. Pruebo un cigarro: no me aprovecha,<br />
no tiene gusto, porque no puedo ver el humo. Espera, hay algo. .. ¿Pasos'?<br />
No. ¿Voces? No. Algo es; lo siento. Pero lejos, lejos ... El corazón me palo<br />
pita con fuerza. Llamado de amenaza, vaga en la forma, pero seria: peligro<br />
apremiante. Lo capto. Lo siento directo, personal. ¿Viene <strong>del</strong> bosque? Viene<br />
<strong>del</strong> sur. Todo el sur es el peligro. Me abrazo al suinán. El corazón rimbomba.<br />
Quiero correr.<br />
No sirve de nada. Lejos, en el sur. ¿Qué será? «¿Quién será?"... Es<br />
mi amigo, el poeta. Los bambúes. ¿Los reyes, los viejos reyes asirio-caldeas,<br />
bellos barbazas como reyes de baraja, a quienes gustaba vacía! los ojos<br />
de millares de vencidos cautivos? Son meros mansos fantasmas, ahora; son<br />
míos. Pero, entonces, ¿cuál será la realidad, peligrosa, en el sur? No, no es<br />
peligrosa. Es amiga. Otro llamado. Una orden. Enérgica y aliada, profunda<br />
aconsejando resistencia:<br />
-¡Aguanta el lance, Izé!<br />
Respiro. Me dilato. Y grito:<br />
¡Y aguanto nomás!...<br />
Eco no hubo, porque mi claro tiene buena acústica. Pero el tono combativo<br />
de mi voz derramó en mí nuevo valor. E, inmediatamente, comencé<br />
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