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oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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en Asunción. Ella se abandona !;obre la cama<br />

y no logra pensar en nada.<br />

En dos cuentos, sus protagoristas creen haber<br />

matado durante la noche y tardan en advertir<br />

que han vivido una alucinación, un espejismo.<br />

Los personajes de Casaccia se mienten<br />

a sí mismos y se mienten mutuamente: un<br />

cartero descubre que para nada quería la jubilación<br />

por la que tanto había luchado, un<br />

bancario se aisla mentalmente cuando le proponen<br />

un ascenso, otro sueña con el crimen<br />

perfecto, una mujer inventa un novio que no<br />

tiene para amargar a su hermana solterona y<br />

luego huye. El enlazamiento de alucinación e<br />

irrealidad determinan el fracaso unánime de<br />

todos ellos. Esa visión <strong>del</strong> hombre y la mujer<br />

paraguayos como seres en suspenso, que viven<br />

entre dos mundos, uno determinado por la fantasía<br />

y la imaginación sin causa ni propósitos<br />

reales, y otro duro, resistente, amargo y cruel,<br />

estalla en Los exilados, novela de los seres en<br />

fuga.<br />

EL EXILADO NO VUELVE<br />

Hacia 1900, treinta años después <strong>del</strong> genoci.<br />

dio de la Triple Alianza, la vitalidad genésica<br />

<strong>del</strong> pueblo paraguayo permitió que la población<br />

alcanzara a 635.500 habitantes, varias veces la<br />

cantidad que sobreviviera a la guerra. Durante<br />

la década <strong>del</strong> treinta, la Guerra <strong>del</strong> Chaco costó<br />

100.000 vidas paraguayas y hoy la población<br />

asciende a unos dos millones. Se calcula, sin<br />

embargo, que medio millón de paraguayos vive<br />

fuera de su país, en su mayoría en las provincias<br />

fronterizas con Argentina.<br />

Se discute la naturaleza de ese fenómeno, quizá<br />

excepcional en el mundo de hoy. Para añadir<br />

leña a la hoguera política, se <strong>dic</strong>e que las causas<br />

residen en las endémicas <strong>dic</strong>taduras y la<br />

falta de libertad que padece el país. Si solo de<br />

libertad se tratara, el país preferido deberia ser<br />

<strong>Uruguay</strong>, reconocido en América por su estabilidad<br />

institucional y su (relativo, decadente ya)<br />

alto nivel de vida; en tanto la Argentina de los<br />

últimos treinta años no ha sido demasiado generosa,<br />

que digamos, en ese rubro. Son tan<br />

pocos los paraguayos que viven en nuestro país<br />

que el censo de 1963 no los distingue de "otros<br />

sudamericanos" (total, 4.000, el 2.4 %, frente a<br />

21.700 argentinos en suelo uruguayo y unos<br />

60.000 -no el millón y medio que en inalcanzable<br />

disparate divulgó recientemente la revista<br />

Confirmada- de uruguayos que habitan la<br />

Argentina). Vale decir, entonces, que las causas<br />

de la emigración paraguaya han de localizarse<br />

fundamentalmente en los factores económicos,<br />

en la pobreza notoria de sus habitantes, en el<br />

subdesarrollo, en los bajísimos salarios, en la<br />

carencia de oportunidades para profesionales e<br />

intelectuales, y bastante menos en <strong>dic</strong>taduras<br />

e inexistentes libertades.<br />

Precisamente, cuando se lee a Roa Bastos y<br />

Casaccia uno se sorprende por la "distribución<br />

ocupacional" de sus personajes: abundan las<br />

sirvientas, las modistas, los abogados sin clientela,<br />

las solteronas, los "peones golondrinas"<br />

(que van a las cosechas de Corrientes y retornan),<br />

los contrabandistas, y sobre todo el exilado<br />

político profesional. Y cuando éstos hablan,<br />

se advierte hasta qué grado máximo los<br />

intelectuales paraguayos dependen <strong>del</strong> Estado<br />

para subsistir dentro de su clase, incrementar<br />

su status y ascender socialmente, por mediede<br />

canongías, embajadas, cátedras, puestos ministeriales.<br />

Siempre que un paraguayo -documentan<br />

impremeditadamente Roa Bastos y Ca.<br />

saccia- realiza un mal cálculo partidario, te<br />

falla el olfato político, o meramente soplan<br />

vientos contrarios a sus convicriones desde el<br />

palacio presidencial, no solo arriesga el pellejo<br />

que comprometió en conspiracinnes y conjuras,<br />

sino que además descubre que carece de mec>,os<br />

de subsistencia y debe elT'prender el camino<br />

<strong>del</strong> destierro. Entre esos personajes, no<br />

hay comerciantes e industriales de vida independiente<br />

de la <strong>del</strong> Estado, según suele suceder<br />

en los países subdesarrollados, donde la<br />

poi ítica se convierte en el factor decisivo de<br />

las clases ilustradas.<br />

Así, pues, convendría distinguir en la diáspora<br />

paraguaya al simple emigrante <strong>del</strong> exilado<br />

político. De eso se ha encargado el propio Casaccia,<br />

quien en unas declaraciones a propósito<br />

de Los exiliados ha <strong>dic</strong>ho: "No me propuse ningún<br />

objetivo político, ni polémico ni social. Yo<br />

me he limitado a recrear novelescamente un<br />

problema doloroso que afecta a miles de mis<br />

compatriotas: la falta de libertad. Porque el exi·<br />

liado político carece de la libertar! de volver a<br />

Su patria. Es un problema humano, <strong>del</strong> hombre.<br />

Mi larga permanencia en la ciudad de Posadas,<br />

separada de la paraguaya de Encarnación por<br />

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