19.05.2014 Views

Nº 1-2 (nov. 1953) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

Nº 1-2 (nov. 1953) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

Nº 1-2 (nov. 1953) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Bergamín: "Lo primero que enseñaba Torres, si no ando equivocado, era<br />

precisamente eso: no personalizar, ni personificar en él ni en ningún otro<br />

a la pintura. Y muchísimo menos en el joven aprendiz que la intenta.<br />

También evangélicamente practicaba Torres como Darío, el parabólico<br />

precepto de que aquel que quiera salvar su vida, su alma, (¿su personalidad?<br />

¿su máscara?), la perderá. Lo que tiene que salvar el pintor, como<br />

el poeta, siguiendo el consejo de Swinburne, es la forma; siempre impersonal,<br />

en la humana aventura espiritual de su vida". De acuerdo con el<br />

sentir de su maestro, los integrantes <strong>del</strong> Taller Torres-García, si bien saben<br />

que la pintura no es anterior a los pintores, creen que éstos existen porque<br />

existe la pintura y no a la inversa. Es este, indudablemente, un criterio<br />

anti-historicista, si entendemos por historicismo la creencia de que existe una<br />

historia sin pintura y sin poesía, en donde está la explicación de la pintura<br />

y de la poesía. Y si lo que un pintor procura no es convertirse en un ser<br />

extraordinario y admirable que hace cosas nunca vistas para asombro de<br />

las gentes, sino en un contemplador y artífice con la necesaria sabiduría y<br />

con la suficiente docilidad para que la pintura pueda hacer de él y con<br />

él lo que graciosamente quiera, si ese es su afán, repito, tanto más lejos<br />

llegará en su propósito cuanto más profundamente pueda compartirlo con<br />

otros. Por otra parte, la enseñanza <strong>del</strong> maestro Torres no podía ser, como<br />

es natural, una invitación a la genialidad, sino una iniciación en los misterios<br />

<strong>del</strong> arte, para poder hacer las cosas como Dios manda, y lo que Dios<br />

manda es cumplir con la Ley, pero amorosamente, en <strong>nov</strong>edad de espíritu<br />

y no en vejez de letra, Y al que proteste ante esta aparente legalización<br />

<strong>del</strong> arte, podemos asegurarle que es de pintores y de poetas creer que en<br />

la pintura, en la poesía, hay una ley escondida. Pero esa ley no nos aprisiona,<br />

nos libera, porque comienza por sujetar nuestras naturales tendencias,<br />

para salvarnos de naufragar en las frías corrientes de nuestro propio<br />

yo, de nuestra propia vida.<br />

Torres-García educó a sus discípulos en un oficio tan riguroso como<br />

anti-académico, inseparable de la pintura misma. Los acostumbró a dominar<br />

un instrumento vivo, a desconfiar de lo caprichoso y de lo fácil y,<br />

sobre todo, a sentir que la pintura está siempre más allá de todos los medios<br />

utilizados para apresarla, por sabios, <strong>del</strong>icados y sutiles que éstos sean. Y<br />

en esta extraordinaria enseñanza, única en nuestro tiempo, -pues, según<br />

creo, ninguno de los otros grandes maestros modernos ha formado una<br />

verdadera escuela- Torres no sólo hizo comprender un arte en donde se<br />

funden, con una nueva y vivísima significación, las más nuevas y las más<br />

antiguas manifestaciones de la pintura y que él llamó Constructivismo,<br />

-arte nocturno, interior y objetivo, que él creía sujeto a leyes eternas, camino<br />

para una apacible y melodiosa libertad que le permitía no sólo no<br />

renegar de la Naturaleza, sino buscarla, perseguirla, para agregarle aquella<br />

162<br />

música sobrenatural a su música secreta-, no sólo enseno ese .arte, repito,<br />

cuyo verdadero destino es la decoración mural, sino, también, la pintura<br />

de la luz, arte de encantamiento en donde la realidad parécese recrearse,<br />

haciéndose más real, más sensual y luminosa que en su estado natural; procedimiento<br />

sutil, divino y diabólico, capaz de asir lo indefinible, de adueñarse<br />

<strong>del</strong> color escondido en una sombra, de expresar la maravilla fugaz<br />

de un instante y de convertir el aire en el alma circundante de las cosas.<br />

Pero además, el maestro Torres cuidaba los menores detalles, que en él<br />

tenían un muy profundo sentido, y, al mismo tiempo que instruía en el<br />

difícil manejo <strong>del</strong> Compás de Oro, que él interpretaba de una manera muy<br />

particular, limpiaba la paleta <strong>del</strong> pintor, aconsejando por ejemplo, la utilización<br />

de estos colores: blanco, negro, ocre, tierra sombra, rojo puzzoli,<br />

verde y azul; o bien: blanco, negro, amarillo cromo, bermellón, verde y<br />

azul. Indicaba, también, que no se deben mezclar los colores entre sí, sino<br />

únicamente con el blanco y el negro, para aclararlos o ensombrecerlos.<br />

Todos estos detalles de una disciplina tan minuciosa parecerán antipáticos<br />

a los autodidactos que cuidan de su personalidad como de una plantita<br />

que hay que regar todos los días y que creen que de sus más ligeros<br />

antojos nacerá lo portentoso y nunca visto. Para su tranquilidad, les aseguro<br />

que esa disciplina era múltiple y, en apariencia, contradictoria, como<br />

que era obra de un artista que se mantuvo vivo hasta el instante mismo de<br />

su muerte, y para el cual la pintura nunca dejó de ser un problema. Por<br />

eso, los pintores <strong>del</strong> Taller, para quienes la originalidad es muy rara, pero<br />

la rareza no es nada original, están unidos por grandes problemas más<br />

que por extrañas soluciones. Y es preocupación de todos la de desentrañar<br />

o manifestar, pintando entrañablemente, esos problemas, y no la de tener<br />

criterio personal e ideas propias. Sobre esta actitud vital, sin la que no es<br />

posible un verdadero artista porque no es posible un verdadero hombre, yo<br />

no he leído palabras más reveladoras y resplandecientes que las de un personaje<br />

de Bergamín: "Nuestro espíritu no es nuestro como no lo son nuestras<br />

ideas. Eso que llaman espiritualismo los ideólogos, suelen ser imposturas<br />

de ladronzuelos o rateros <strong>del</strong> pensamiento; rateros de raterías sutiles y<br />

quiméricas, que viven de ilusiones de propiedad; porque ignoran que lo<br />

propio <strong>del</strong> espíritu, como de las ideas, es no poder ser ni poderse hacer<br />

propiedad de nadie. ¡Qué ideas tiene usted! exclaman los tontos. ¡Yo que<br />

voy a tener ideas! Permita que se lo repita: yo no tengo ideas; las ideas<br />

me tienen a mí que no es lo mismo; que es todo lo contrario: ¡me tienen<br />

y me sostienen, quiméricamente, en el aire, asido al ímpetu arrebatador y<br />

poderoso de sus alas!"<br />

En fin, el Taller Torres-García no podría tener la unidad que tiene<br />

sin creer en las cosas que cree, ni creer en ellas si no creyera de una manera<br />

unitaria. Quiero señalar con esto que la índole de una creencia, su<br />

163

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!