Nº 1-2 (nov. 1953) - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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SUCESOS REALES por FERNANDO PEREDA La hora que no sabemos puede venir a deshora, y de la aurora a la aurora venir cuando no sabemos. Cuando el alma ni suspira para. saber si está oyendo noticias de la ceniza. ¿Cantar y resucitar? ¡Quién cantando así no oyera pasos de su calavera! No basta resucitar. No basta. Cuidado, amor: que los colores finales no parecen naturales. y entre contigo, entre amor, minutos inventaremos si la hora no sabemos. 71
Si cubierta o descubierta puede venir más temprano, si dice adiós con tu mano el fuego que más despierta, ¿cómo estar quemando alerta? que de la aurora a la aurora puede venir a deshora. L u e R E e J A por FELISBERTO HERNÁNDEZ SIEMPRE que me preguntaban cómo había hecho para ir a vivir en una época tan lejana, me daba un fastidio inaguantable. Y si alguien me interrumpía para enredarme en algún detalle histórico la cólera me dejaba mudo y yo abandonaba las mesas recién servidas. La última vez que me interrumpieron yo .iba subiendo una escalera detrás de una monja vestida de negro. Ella soltaba los pasos contra los escalones como si fuera tirando tiestos sobre estantes. Sus zapatos habían ensuciado de polvo el borde de la pollera. (Yo estaba tentado de sacarle una hilacha que tenía cerca de la cintura). Parecía que aquella mujer estaba muy cansada y que le costaba coordinar cada paso con cada escalón. No se volvía hacia mí ni aún cuando se detenía a descansar. Hacía poco rato que la había visto de frente pero no recordaba, exactamente su cara; quería pensar que no era tan fea como me había parecido cuando me abrió el portón de hierro y los goznes hicieron un ruido tan horrible que yo tuve que meterme los índices en los oídos. Ahora sólo recordaba una papada muy blanca desbordando un cuello muy apretado. Le había preguntado por Lucrecia; y como ella no parecía comprender el español, saqué de entre mi capa un sobre y se lo mostré hasta que ella leyó todo el nombre. Yo también estaba cansado. Me sentaba en un escalón y cuando oía las descargas lejanas de los pasos de la monja, me acercaba a ella con unos cuantos saltos y volvía a esperar que se alejara. 72 73
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Si cubierta o descubierta<br />
puede venir más temprano,<br />
si dice adiós con tu mano<br />
el fuego que más despierta,<br />
¿cómo estar quemando alerta?<br />
que de la aurora a la aurora<br />
puede venir a deshora.<br />
L u e R E e J A<br />
por<br />
FELISBERTO HERNÁNDEZ<br />
SIEMPRE que me preguntaban cómo había hecho para ir a vivir en una<br />
época tan lejana, me daba un fastidio inaguantable. Y si alguien me<br />
interrumpía para enredarme en algún detalle histórico la cólera me dejaba<br />
mudo y yo abandonaba las mesas recién servidas.<br />
La última vez que me interrumpieron yo .iba subiendo una escalera<br />
detrás de una monja vestida de negro. Ella soltaba los pasos contra los<br />
escalones como si fuera tirando tiestos sobre estantes. Sus zapatos habían<br />
ensuciado de polvo el borde de la pollera. (Yo estaba tentado de sacarle<br />
una hilacha que tenía cerca de la cintura). Parecía que aquella mujer<br />
estaba muy cansada y que le costaba coordinar cada paso con cada escalón.<br />
No se volvía hacia mí ni aún cuando se detenía a descansar. Hacía poco<br />
rato que la había visto de frente pero no recordaba, exactamente su cara;<br />
quería pensar que no era tan fea como me había parecido cuando me<br />
abrió el portón de hierro y los goznes hicieron un ruido tan horrible que<br />
yo tuve que meterme los índices en los oídos. Ahora sólo recordaba una<br />
papada muy blanca desbordando un cuello muy apretado. Le había preguntado<br />
por Lucrecia; y como ella no parecía comprender el español,<br />
saqué de entre mi capa un sobre y se lo mostré hasta que ella leyó todo<br />
el nombre.<br />
Yo también estaba cansado. Me sentaba en un escalón y cuando oía<br />
las descargas lejanas de los pasos de la monja, me acercaba a ella con unos<br />
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