Nº 1-2 (nov. 1953) - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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India como el taoísmo chino, y, en general, con todas aquellas filosofías<br />
que han querido ser, antes que exposiciones neutrales de la realidad, vías<br />
de acceso a su entraña para situar en ella prácticamente al hombre, "caminos<br />
de salvación". No es muy hacedero establecer una separación nítida<br />
entre tales filosofías y las otras; el saber filosófico aspira siempre, si bien<br />
en grado variable, a convertirse en sabiduría, y la sabiduría nunca se<br />
queda en el mero conocimiento. Esa suprema palabra sobre lo real y lo<br />
ideal que pretende pronunciar el filósofo envuelve casi sin excepción una<br />
consigna de vida, porque una concepción cabal y definitiva de las cosas<br />
en su raíz y significación últimas solicita una adhesión que comporta una<br />
postura práctica. Sea como fuere, es evidente que unas veces prepondera<br />
y se constituye en sistema el interés cognoscitivo o teorético, aunque de él<br />
deriven después consecuencias prácticas, y ésta parece ser la inclinación<br />
predominante en el pensamiento occidental, y otras veces la finalidad religiosa<br />
o ética se plantea de antemano y subordina a ella lo demás, aunque<br />
la elaboración de la doctrina adquiera un contorno tan rigurosamente<br />
racional como en SPINOZA.<br />
A SPINOZA le ha tocado en la filosofía moderna una función de puente<br />
o de nexo vivo en la que no es frecuente reparar. DESCARTES es sin duda,<br />
por muchos de sus costados, el típico pensador "moderno", con su preocupación<br />
por la fundamentación autónoma <strong>del</strong> saber y su análisis <strong>del</strong> conocimiento,<br />
con su impresionante concepción mecanizada de la realidad<br />
física. Pero DESCARTES separó rigurosamente el campo de su filosofía <strong>del</strong><br />
de la religión admitida, y aun asintió expresamente a ésta, dejando así<br />
intacto para el pensamiento un ámbito en el cual residían importantes<br />
problemas metafísicos. Pese a toda su innegable modernidad, su aporte<br />
fué por lo tanto nulo en la faena de reconducir a una interpretación filosófica<br />
total y unitaria el conjunto de lo existente, y es indudable que en<br />
esta dirección avanzaba la especulación moderna. Con esa actitud suya,<br />
como se ha dicho, salvó en su hora la autonomía <strong>del</strong> pensamiento, cimentó<br />
la independencia de la filosofía, pero a costa de un recorte en ella que<br />
no podría ser mantenido. Ya en el Renacimiento se habían realizado<br />
intentos de una concepción total exclusivamente filosófica, pero debieron<br />
atraerse una represión que detuvo esa primera empresa <strong>del</strong> pensamiento<br />
nuevo. Baste recordar las persecuciones y condenas de GALILEO, GIOR<br />
DANO BRUNO Y CAMPANELLA. SPINOZA se enlaza con algunos de estos<br />
filósofos renacentistas, reitera su empeño de una filosofía omnicomprensiva<br />
y trasmite el impulso a quienes, mucho después, cambiada la situación<br />
histórica, vuelven a plantearse en términos exclusivamente filosóficos las<br />
cuestiones postreras <strong>del</strong> fundamento y sentido de la realidad, de la condición<br />
y lugar <strong>del</strong> hombre en el conjunto, de la índole y vigencia de los<br />
valores. En el Romanticismo, el panteísmo espinociano, con su inmanencia<br />
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de todos los motivos últimos, cobra notable importancia; GOETHE es uno<br />
de los primeros en atreverse a manifestar públicamente su- admiración<br />
por un tipo de pensamiento cuyo influjo pasa en seguida a ser determiminante<br />
en algunas de las grandes sistematizaciones <strong>del</strong> idealismo<br />
germánico.<br />
La continuidad y entrelazamiento <strong>del</strong> pensamiento moderno se confirma<br />
cuando se comprueba cómo SPINOZA proporciona respuestas propias<br />
a problemas planteados por DESCARTES o derivados de él. Por ejemplo,<br />
la cuestión entonces candente de las relaciones e influjos entre 10 extenso<br />
y lo pensante, y la de las ideas innatas o <strong>del</strong> a priori, reciben en SPINOZA<br />
soluciones que dependen de su noción de la unicidad de la sustancia y<br />
de su concepción de lo pensante y lo extenso como atributos. Lo mismo<br />
ocurre, más o menos, con LEIBNIZ, cuya inserción en la descendencia cartesiana<br />
no puede ser discutida. La teoría leibniciana <strong>del</strong> conocimiento, la<br />
interpretación <strong>del</strong> a priori en ella, que ya está anunciando a KANT, nacen<br />
al calor de la refutación <strong>del</strong> innatismo por LOCKE, impugnación en la<br />
cual probablemente no apuntaba el filósofo inglés con exclusividad a<br />
DESCARTES, pero que hace pensar en DESCARTES ante todo, como el máximo<br />
sustentador que fué de las ideas innatas. Por este lado, el papel de LEIBNIZ<br />
consiste en defender y mejorar la herencia cartesiana, y trasmitirla al<br />
autor de la Crítica de la razón pura. Pero como metafísico también se debe<br />
contar a LEIBNIZ en la sucesión de DESCARTES, porque su teoría de las<br />
mónadas nace en parte para resolver -mediante la armonía preestablecida-<br />
las dificultades que ofrecía en DESCARTES la mutua acción entre<br />
las sustancias, dificultades que suscitaron el arbitrio teológico de los ocasionalistas,<br />
mejorado y ampliado por LEIBNIZ en una metafísica de gran<br />
estilo.<br />
Si el LEIBNIZ de los Nuevos ensayos y el de la Monadología pueden<br />
ser referidos directa o indirectamente a DESCARTES, hay en su filosofía<br />
mucha materia que sólo la debe a sí mismo o es libérrima elaboración de<br />
temas extraídos de la inagotable cantera de la filosofía griega. Y por este<br />
costado hallamos una de sus peculiaridades más dignas de ser señaladas.<br />
Mientras DESCARTES y SPINOZA pretender ser fuentes únicas de sus respectivas<br />
filosofías y se desentienden <strong>del</strong> pensamiento anterior, LEIBNIZ<br />
indica más de una vez los influjos que han obrado sobre él, y, lo que es<br />
más importante, enuncia una interpretación histórica de la filosofía, la<br />
concibe como una integración de los momentos positivos que han ido<br />
apareciendo en la meditación a lo largo <strong>del</strong> tiempo. No es ésta la ocasión<br />
de caracterizar el aporte filosófico de LEIBNIZ, pero debe decirse por lo<br />
menos que en ese aporte hay una multitud de semillas que habían de<br />
germinar poco a poco en la filosofía posterior, y aun algunas cuya virtualidad<br />
no se ha agotado todavía.<br />
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