mayo 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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LIBROS Y AUTORES<br />
de proyectar épicamente la historia que contemplaba<br />
Miguel Vera enancándola en una alucinada pasión<br />
paraguaya y jalonada toda ella por episodios<br />
violentos, tensos, aquí no hay !JO solo I:b1SAtS Ell:l:7<br />
no maneje una cuota&rte de horror y crueldaW<br />
Desde el breve y pulido relato que da título al vcflumen<br />
(donde un asesino, que va arrastrando el<br />
cuerpo de su víctima por un terreno baldío en una<br />
noche cargada de presagios tormentosos, encuentra<br />
un niño abandonado y sucumbe a su llanto) hasta<br />
el cuento que lo cierra, «El pájaro mosca», ~<br />
el libro hay un tono de violencia indeterminada, de<br />
goípes crueles dirigidos a la parte baja <strong>del</strong> hombre,<br />
á-1a"s implacables flaquezas descritas con piedad<br />
-sí, es cierto-, pero sin tono catequistico o morjIlzador<br />
alguno .,apenas para demostrar, una vez<br />
m5 la ambiaÜedad de la conducta humana, lo-ttr=trcBes<br />
que son los laberintos <strong>del</strong> hombre. Constante,<br />
afinada como nunca basta ahora, presente siempre<br />
en sus obras y que Roa Bastos ha explicitado al<br />
calific'arla en un coloquio latinoamericano de escritores<br />
de dimensión agudamente dramática, en lucha<br />
con 'nSs enigmas centrales <strong>del</strong> indiViduo, c:on<br />
rca6tica y oscura condiciÓn humana. pero tambien<br />
en lucha con la naturaleza fisica y con las<br />
f'ller"zas <strong>del</strong> mundo inhumano de las alienaciones;<br />
esta dimenSión dramática trágica de la condicióll.<br />
enclal <strong>del</strong> hombre con!emPAráneo es, ,Ja.Que_<br />
ñi':>dula en el repertorio de' la narrativa de las úl<br />
,.-... . ,<br />
timas décadas los temas y problemas más signifi<br />
~. y lo más importante es que Roa Bastos<br />
no la definía entonces sólo para si: hablaba de una<br />
aspiración que ha roto fronteras y que ya tiene<br />
en América Latina a muchos escritores empeñados<br />
en su difícil logro. El baldio no es más que un escalón<br />
en este desarrollo, pero como todo escalón,<br />
es también ineludible.<br />
O<br />
Los hijos de Barnabooth<br />
La cámara <strong>del</strong> novelista -¿se trata de un «nouveau<br />
roman»?- se acerca lentamente a una isla, penetra<br />
entre rocas que caen a pico en el agua, sigue un<br />
sendero abrupto hasta una llanura discretamente<br />
verde, cuenta ocho gradas, cincuenta metros de<br />
jardin, traspasa el umbral de una casa de estBo<br />
colonial, atraviesa el vestíbulo: en el gran salón<br />
rectangular, luego de rozar algunos objetos, se detiene<br />
por primera vez en primer plano sobre ..un<br />
libro encuadernado en gamuza marrón -una edición,<br />
acaso la primera, de A. O. Barnabooth de<br />
Valery Larbaud, París, Nouvelle Revue Francaise,<br />
1913». Héctor Bianciotti atribuye de esta manera un<br />
antepasado a los personajes de su novela Los desiertos<br />
dorados (1). Es el mismo grupo de eternos<br />
exilados para quienes «la patria es el mundo entero»<br />
y cuyo exilio se halla acentuado dada la<br />
exigüidad de la pequeña isla <strong>del</strong> Pacífico en la<br />
que pasan juntos un verano. Pero si Paul Bourget<br />
escuchaba seriamente hablar a sus «cosmopolites»,<br />
si Barrés admiraba y reprobaba a la vez a sus<br />
«déracinés», si el mismo Larbaud se identifica con<br />
su millonario esteta suramericano, Bianciotti sabe<br />
que cualquier conversación, la más «inteligente..,<br />
está hecha de clisés más o menos sofisticados que<br />
encubren otros conflictos, más secretos. Cuando los<br />
huéspedes de Consuelo Perth hablan, es como si<br />
una araña colectiva tejiera una tela que excluye,<br />
ya a uno ya a otro, <strong>del</strong> único placer verdadero que<br />
persiguen: el de un acuerdo implícito. Bianciotti<br />
cierne con agudeza esos movimientos profundos<br />
que transforman cualquier conversación en una fabulosa<br />
batalla que se puede perder o ganar, en<br />
una partida de ajedrez, en un viaje en tren de lujo<br />
<strong>del</strong> que uno puede fácilmente ser excluido. Se podría<br />
pensar en los Tropismos de Nathalie Sarraute,<br />
pero estas exploraciones <strong>del</strong> psiquismo «intersubjetivo»,<br />
estos buceos por debajo <strong>del</strong> mismo subconsciente<br />
no agotan este libro complejo. En Los<br />
desiertos dorados hay una especie de halo luminoso<br />
que nos resulta familiar por otros motivos. Un<br />
rumor de olas nos lo advierte, quizá, y también ese<br />
paseo cotidiano hacia la bahía que Consuelo efectuaba<br />
cuando era joven y que, como otro paseo<br />
-el paseo al Faro-, es la llamada de una felicidad<br />
inaccesible. Como Virginia Woolf, Bianciotti repite<br />
sin tregua, bajo un aparente desapego y sin la menOr<br />
complacencia, las preguntas para las cuales no<br />
hay respuesta: ¿Cómo vencer el tiempo?, ¿cómo<br />
escapar a la muerte?, ¿qué es el arte?, ¿qué es<br />
la vida?<br />
En uno de sus ensayos sobre la novela, Virginia<br />
Woolf evoca un viaje en un compartimento con dos<br />
desconocidos. A partir de algunos fragmentos de<br />
conversación entre ese hombre y esa mujer que<br />
hablan de botánica, de problemas domésticos, Virginia<br />
Woolf cree poder reconstruir la vida de ellos<br />
en una situación concreta, dramática. Es la medida<br />
<strong>del</strong> arte de Bianciotti, que no nos da ninguna información<br />
sobre el pasado de sus protagonistas<br />
pero que, a partir de lo que nos dicen sobre ciertos<br />
cuadros, algunos objetos, la música, o recuerdos<br />
de viajes, podemos reconstruir nosotros mismos.<br />
Pues uno de los motivos de interés que ofre<br />
(1) Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1965. Aceba<br />
de publicarse en francés con el titulo Les Déserts dorés<br />
(Collectlon Les LeUres Nouvelles, Oenoal, Parls).