mayo 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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EL PERSEGUIDO<br />
41<br />
LA REFALOSA<br />
Finalmente.<br />
cuando creemos conveniente,<br />
después que nos divertimos<br />
grandemente, decidimos<br />
que al salvaje<br />
el resuello se le ataje;<br />
y a derechas<br />
lo agarra uno de las mechas,<br />
mientras otro<br />
lo sujeta como a potro<br />
de las patas,<br />
que si se mueve es a gatas.<br />
Entretanto,<br />
nos clama por cuanto santo<br />
tiene el cielo;<br />
pero ahi nomás por consuelo<br />
a su que/a,<br />
aba/ita de la oreja<br />
con un puñal bien templao<br />
y afilao,<br />
que se llama el quitapenas,<br />
le atravesamos las venas<br />
<strong>del</strong> pescuezo.<br />
y qué se hace con eso?<br />
Larga sangre que es un gusto<br />
y <strong>del</strong> susto<br />
entra a revolver los ojos.<br />
Ah, hombres flojos!<br />
Hemos visto algunos de estos<br />
que se muerden y hacen gestos<br />
y visajes,<br />
que se pelean los salvajes<br />
largando tamaña lengua;<br />
y entre nosotros no es mengua<br />
el besarlo,<br />
para medio contentarlo.<br />
Qué jarana!<br />
Nos reímos de buena gana<br />
y muy mucho,<br />
de ver que hasta les da chucho;<br />
y entonces lo desatamos<br />
y soltamos;<br />
y lo sabemos parar<br />
para verlo refalar<br />
en la sangre.<br />
Hasta que le da un calambre<br />
y se cai a patatiar,<br />
y a temblar<br />
muy fiero, hasta que se estira<br />
(3) ..La refalosa", de Hilario Ascasubi, en Cancionero<br />
<strong>del</strong> tiempo de Rosas, selección de José Luis Lanuza,<br />
Buenos Aires, 1941. Citado por Adolfo Prieto y colaboradores<br />
en Proyección <strong>del</strong> rosismo en la literatura aro<br />
gentina, Rosario, 1959.<br />
el salvaje; y, lo que espira<br />
le sacamos<br />
una lonja que apreciamos<br />
el sobarla<br />
y de manea gustarla.<br />
De ahi se le cortan las orejas,<br />
barba, patillas y cejas;<br />
y pelao<br />
lo dejamos arrumbao,<br />
para que engorde algún chancho<br />
o carancho.<br />
Conque ya ves, Salvajón,<br />
nadita te ha de pasar<br />
después de hacerte gritar:<br />
Viva la Federación! (3).<br />
El había visto eso y mucho más, cuando cada<br />
criollo era enemigo de su propio hermano. Supo<br />
su padre ser federal y montonero, y no lo iba a<br />
negar ahora. él, Nemesio Medina, que reconoció<br />
por muy hombre y muy gaucho al Restaurador. Al<br />
fin, todos esos mocitos unitarios, todos esos doctores<br />
de la Francia, poco sabían de las desgracias<br />
<strong>del</strong> pobre, sea esto dicho en honor de la verdad.<br />
y, sin embargo, cada vez que recordaba<br />
aquello, al unitario tendido como res, desangrándose<br />
ante las risas y la borrachera de esos gauchos<br />
indignos, le venía como una gran vergüenza,<br />
como si fuera él y no su padre ese que se reía<br />
mientras veía morir al infeliz. Por eso, cuando<br />
aquel señor dijo haber sido oficial de Lavalle,<br />
cuando ese viejo, medio en pedo, lo provocó en<br />
la pulpería llamándolo compadrito, matrero y mazorquero,<br />
calló Nemesio Medina para no hacer<br />
otro estropicio. Aquel viejo andaba buscando gente<br />
para su estancia y él, al principio, se le arrimó<br />
con gusto, cansado ya de tanta correría. El viejo<br />
largaba su discurso, aseguraba el conchabo siempre<br />
que el peón le mostrara prudencia, dijo llamarse<br />
Olmos, y Nemesio escuchaba, como los<br />
otros, tan sumisos, con esas caras de cordero que<br />
apenas disfrazaba la astucia de los gauchos. No<br />
en vano el viejo había estado en la milicia. Los<br />
fue mirando uno a uno, lo mismo que un oficial a<br />
la tropa, y cuando llegó a Nemesio y le descubrió<br />
la altivez, dijo, por todo comentario: "Vos no. No<br />
necesito matreros.» Como escupitajo recibió Nemesio<br />
esas palabras. "Ta bien, señor», dijo y empinó<br />
el vaso para lavarse la boca de un insulto<br />
que ya le escapaba. "Claro que está bien, piojoso...<br />
¿y desde cuándo hablás cuando no te piden la<br />
opinión? Nada respondió Nemesio. Se quedó haciendo<br />
cruces con la bota. Fue entonces cuando<br />
el otro le largó el rosario. Con la cabeza gacha,<br />
Nemesio aguantó a pie firme todo el resto. Ya se