oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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sur la terre, como ésta que ha logrado en Buenos Aires, Adolfo Bioy Casares (p. 23). La discrepancia de Borges es de un orden muy distinto a la que habría presentado, por ejemplo, Breton o Lukacz (si hubieran leído a Ortega). El escritor argentino no sólo censura a la novela realista sino que incluso llega a afirmar: "la novela 'psicológica' quiere ser también novela 'realista': prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo rasgo verosímil" Udem, p. 24). Por eso, y sólo por eso, concuerda con el maestro español: "Anota con justicia Ortega y Gasset que la 'psicología' de Balza.: no nos satisface" pero inmediatamente agrega Borges: "Lo mismo cabe anotar de sus argumentos". (idem). En una palabra: el aparente acuerdo sobre Balzac como escritor realista implica una discrepancia más profunda sobre la invención de argumentos interesantes. En su ensayo, Ortega elogia la novela psicológica, analiza con simpatía a Dostoievski y a Proust (aunque registra también algunas reservas), y adelanta la profecía de una novela psicológica que no pretenda ser "realista" sino "imaginaria". Por su parte, Borges es más radical en su rechazo de toda psicología. Sin citar a Dostoievski pero incluyéndolo implícitamente en su censura general, al tiempo que cita muy explícitamente a Proust, Borges niega cómicamente la novela de caracteres: La novela característica, 'psicológica', propende a ser informe. Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad; asesinos por benevolencia; personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre; delatores por fervor o por humildad . Esa libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden . (idem, p. 22). El ataque a Proust no es menos lapidario: Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son inaceptables como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos como a lo insípido y ocioso de cada día. (p. 23). La alusión a Ortega es otra vez muy directa. En su ensayo, el maestro español había observado que la única manera por la cual el novelista podía "evocar" al personaje, y su "sentimiento" era a través de una "generosa plenitud de detalles ... Para aislar al lector no hay otro medio que someterlo a un denso cerco de menudencias claramente intuídas. ¿Qué otra cosa es nuestra vida sino una gigantesca síntesis de nimiedades?" (p. 414). Sí, habría replicado Borges, pero la vida no tiene la obligación de ser divertida. La literatura, sí. La discrepancia mayor entre Borges y Ortega se concentra precisamente en este punto. Ortega, filósofo, hombre central de la cultura hispánica, asume una posición aristocrática y eurocentrista al estudiar 96
a la novela. Rechaza la trama porque sólo las novelas de consumo masivo dependen de aquéllas para atraer al lector y subyugarlo. Su única referencia directa a la novela de ''peripecias maravillosas" es negativa: "no hablamos ahora del folletín o del cuento de aventuras científicas al modo de Poe, Wells, etc". (p. 408). Pero precisamente es de este tipo de obras populares de las que quiere hablar, y enfáticamente, Borges en su réplica de 1940. Ya se conoce su entusiasmo por los cuentos de raciocinio o detectivescos de Poe, su admiración por las novelas de ciencia-ficción y en particular las del primer Wells (The First Men in the Mooo, The Time Machine, The Invisible Man). Ese mismo año de 1940 vería la publicación en Sur de su primer cuento de ficción científica, ''TlOn, Vqbar, Orbis Tertius". Poco después publicaría dos relatos de corte detectivesco: "El jardín de senderos que se bifurcan", "La muerte y la brújula" (Todos están recogidos, desde 1944, en Ficciones). Es posible imaginar con qué ánimo leería aquellas palabras de Ortega en ''Ideas sobre la novela". Su punto de vista es diametralmente opuesto. Borges cree en la importancia de la trama, admira "el intrínseco rigor de la novela de peripecias" -tema al que había dedicado un ensayo seminal, "El arte narrativo y la magia", recogido en su libro, Discusión (1932) y que es antecedente teórico del Prólogo a La invención de Morel. (4) En su opinión, a diferencia de la informe y arbitraria novela psicológica, la novela de aventuras "no se propone como una transcripción de la realidad: es un objeto artificial que no sufre ninguna parte injustificada. El temor de incurrir en la mera variedad sucesiva del Asno de oro, del Quijote o de los siete viajes de Sinbad, le impone un riguroso argumento" (z"dem, p. 23). La discrepancia entre Borges y Ortega llega a detalles de incrdble minucia. Así, por ejemplo, al argumentar el maestro español que toda novela debe ser ''un orbe obturado a toda realidad eficiente" (p. 412), da como ejemplo de la imposibilidad de incorporar en el interior de la novela nada exterior, la siguiente curiosa comparación: "como el ensueño dejaría de serlo en el momento que desde él quisiésemos deslizar nuestro brazo a la dimensión de la vigilia, apresar un objeto real e introducirlo en la esfera mágica de lo que estamos soñando. Nuestro brazo de soñadores es un espectro sin vigor suficiente para sostener un pétalo de rosa" (p. 412). Es posible que al componer esta elaborada imagen (tan poética en el sentido vulgar de la palabra), Ortega haya recordado el argumento del famoso ballet de Nijinsky, L'espectre de la rose. Pero lo increlble es que ya Coleridge había tenido una intuición semejante: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano ... Entonces, qué? Es daro que la dife- 97
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La discrepancia de Borges es de un orden muy distinto a la que<br />
habría presentado, por ejemplo, Breton o Lukacz (si hubieran leído<br />
a Ortega). El escritor argentino no sólo censura a la novela realista<br />
sino que incluso llega a afirmar: "la novela 'psicológica' quiere ser<br />
también novela 'realista': prefiere que olvidemos su carácter de artificio<br />
verbal y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad)<br />
un nuevo rasgo verosímil" Udem, p. 24). Por eso, y sólo por<br />
eso, concuerda con el maestro español: "Anota con justicia Ortega<br />
y Gasset que la 'psicología' de Balza.: no nos satisface" pero inmediatamente<br />
agrega Borges: "Lo mismo cabe anotar de sus argumentos".<br />
(idem).<br />
En una palabra: el aparente acuerdo sobre Balzac como escritor<br />
realista implica una discrepancia más profunda sobre la invención<br />
de argumentos interesantes. En su ensayo, Ortega elogia la novela<br />
psicológica, analiza con simpatía a Dostoievski y a Proust (aunque<br />
registra también algunas reservas), y a<strong>del</strong>anta la profecía de una<br />
novela psicológica que no pretenda ser "realista" sino "imaginaria".<br />
Por su parte, Borges es más radical en su rechazo de toda psicología.<br />
Sin citar a Dostoievski pero incluyéndolo implícitamente en su censura<br />
general, al tiempo que cita muy explícitamente a Proust, Borges<br />
niega cómicamente la novela de caracteres:<br />
La novela característica, 'psicológica', propende a ser informe.<br />
Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el<br />
hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad; asesinos<br />
por benevolencia; personas que se adoran hasta el punto de separarse<br />
para siempre; <strong>del</strong>atores por fervor o por humildad .<br />
Esa libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden .<br />
(idem, p. 22).<br />
El ataque a Proust no es menos lapidario:<br />
Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son inaceptables<br />
como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos<br />
como a lo insípido y ocioso de cada día. (p. 23).<br />
La alusión a Ortega es otra vez muy directa. En su ensayo, el<br />
maestro español había observado que la única manera por la cual el<br />
novelista podía "evocar" al personaje, y su "sentimiento" era a través<br />
de una "generosa plenitud de detalles ... Para aislar al lector no<br />
hay otro medio que someterlo a un denso cerco de menudencias claramente<br />
intuídas. ¿Qué otra cosa es nuestra vida sino una gigantesca<br />
síntesis de nimiedades?" (p. 414). Sí, habría replicado Borges, pero<br />
la vida no tiene la obligación de ser divertida. La literatura, sí. La<br />
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en este punto. Ortega, filósofo, hombre central de la cultura hispánica,<br />
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