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oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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cia alguna al artiguismo. Es como si la actual revolución nicaragüense<br />

se hubiera olvidado <strong>del</strong> precioso antecedente sandinista. Y los olvidos,<br />

en la historia social, como en las historias personales, nunca<br />

son casuales.<br />

¿Por qué los hombres de 1825 se negaron a utilizar el capital<br />

que hubiera significado la mención de Artigas? ¿O es que ese capital<br />

se había agotado y "la porteñada", y ciertos sectores sociales de la<br />

Banda Oriental, lo juzgaban negativo?<br />

Para Buenos Aires y su clase dirigente, el Caudillo había sido el<br />

Enemigo, aquél que Carlos María de Alvear caracterizara en sus Memorias<br />

de 1852 como "el primero que entre nosotros conoció el<br />

partido que se podía sacar de la bruta imbecilidad de las clases bajas<br />

haciéndolas servir en apoyo de su poder, para esclavizar las clases superiores<br />

..." (4) El fundador <strong>del</strong> federalismo, el jaqueador <strong>del</strong> poder<br />

porteño, en todo lo que éste tenía de fenómemo político, social<br />

y económico, no era una buena carta de recomendación para estos<br />

jefes orientales que en 1825 iban a pedir el auxilio de Buenos Aires<br />

contra el Brasil.<br />

Pero las fuentes documentales de 1825 no revelan tanto el temor<br />

de la clase dirigente oriental a perder el apoyo de Buenos Aires<br />

si elogiaba a Artigas, como una hostilidad al personaje que le era<br />

propia, que no necesitaba de acicates extraños para existir.<br />

Manuel Oribe, al separarse de Artigas en 1817, adujo no querer<br />

"servir a las órdenes de un tirano que, vencedor, reduciría el país a<br />

la más feroz barbarie y, vencido, lo abandonaría al extranjero".<br />

Juan Antonio Lavalleja escribió a Carlos María de Alvear el18<br />

de julio de 1826: "El General que suscribe no puede menos que tomar<br />

en agravio personal un parangón (con Artigas) que le<br />

degrada ..." (5).<br />

Fructuoso Rivera, prosiguiendo con esta cadena de negaciones,<br />

dirá a Francisco Ramírez en junio de 1820: " ... para que el restablecimiento<br />

<strong>del</strong> comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo,<br />

es necesario disolver las fuerzas <strong>del</strong> general Artigas, principio<br />

de donde emanarán los bienes generales y particulares de todas las<br />

provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su<br />

más sanguinario perseguidor. Los monumentos desu ferocidad existen<br />

en todo este territorio ..." (6).<br />

Similar opinión a la de los caudillos con simpatías federales,<br />

puso de manifiesto la clase dirigente urbana. La Sala de Representantes<br />

de la Provincia Oriental, dominada por un patriciado d<strong>oct</strong>oral<br />

y unitario, en una Proclama que dirigió al pueblo el 9 de abril de<br />

1827, se refirió inequívocamente al artiguismo comparándolo con la<br />

nueva y feliz época que se vivía, en estos términos: "Ya era tiempo<br />

que nos presentásemos ante el mundo de un modo digno; y que así<br />

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