oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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de una capacidad fabulosa de la clase dirigente oriental para manipular<br />
al resto de la población, por cuanto siendo ellos solos los que<br />
simulaban ser argentinistas, las masas se conformaban sin una sola<br />
protesta con esta postura que hería, al entender de los defensores de<br />
la tesis "nacionalista", sus más arraigados sentimientos. Realmente,<br />
¡qué poder desmedido concedido a los notables, incluso para esta<br />
sociedad oriental que seguramente era de notables!<br />
En ambos casos, lo que no se explica porque ni vale la pena hacerlo<br />
ya que lo político es observado fuera <strong>del</strong> tejido social, es cómo<br />
funcionaron esas correas de trasmisión entre el sentimiento de la nacionalidad<br />
en los dirigentes urbanos y rurales, y el mismo sentimiento<br />
en los demás sectores sociales. Nada más ni nada menos.<br />
Ambos bandos historiográficos también, han planteado el problema<br />
dd sentimiento nacional en 1825, desgajado <strong>del</strong> problema <strong>del</strong><br />
mantenimiento <strong>del</strong> "orden" interno, auténtica obsesión paranoica<br />
-tal su recurrencia y vigor- en las clases altas de la época, yeso que,<br />
como fue obvio para los contemporáneos, el diferente resultado etático<br />
que produciría un sentimiento nacional consustanciado con la<br />
independencia absoluta o con la unión a las provincias argentinas,<br />
habría de influir en la fortaleza o debilidad <strong>del</strong> poder central resultante,<br />
siendo la naturaleza <strong>del</strong> Estado a crearse, o garantía <strong>del</strong> orden<br />
social existente o ambientador de su cambio.<br />
Ambos bandos, por último, debido a esa ceguera para lo social<br />
que es su sino y el sello de su formación y su clase -sólo podría señalarse<br />
en este plano la atipicidad de Pivel Devoto-, han descuidado<br />
el nexo de la Banda Oriental de 1825 con la de 1815, de la Revolución<br />
de los Treinta y Tres con la artiguista, a no ser para señalar,<br />
claro está, sólo similitudes o diferencias estrictamente políticas. A<br />
lo sumo, Eduardo Acevedo y Eugenio Petit Muñoz en el bando<br />
"unionista" han mostrado, el primero, la ruptura de los hombres de<br />
1825 con el cuidadoso federalismo artiguista, y el segundo, la continuidad<br />
con esa tradición. Pero nadie, en ninguno de los dos bandos<br />
historiográficos, vio al artiguismo como lo que era todavía en 1825:<br />
un cercanísimo hecho revolucionario vivo, pasible de por 10 menos<br />
dos lecturas, la política y la social, frente al cual cualquier movimiento<br />
antibrasileño iba a tener que definirse, siendo incluso una<br />
definición -y de las más sugestivas- el no mencionarlo, como lo<br />
hicieron precisamente los dirigentes de 1825.<br />
El anti-artiguismo en 1825.<br />
Los protagonistas de la Revolución de 1825 no hicieron, en las<br />
Proclamas que explicaban al pueblo oriental sus objetivos, referen-<br />
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