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oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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Lavalleja, además, llegó a escribir al Ministro de Relaciones Exteriores<br />

argentino el 10 de <strong>oct</strong>ubre de 1828, comentándole los tér-.<br />

minos en que la Convención Preliminar de Paz nos había declarado<br />

independientes: "Si la guerra no ha podido terminarse, si no desligando<br />

a la Banda Oriental de la República Argentina, constituyéndola<br />

en un estado independiente; sin olvidar los sagrados lazos con<br />

que naturaleza lo ha identificado a las Provincias hermanas, no podrá<br />

desconocer jamás los nobles y grandes sacrificios que han prodigado<br />

para libertarla de la dominación extranjera hasta constituirla<br />

en un Estado independiente" (3)<br />

Pero, ¿entonces Lavalleja llegó a lamentar que ''las armas de la<br />

Patria" no hubieran tenido la suficiente fuerza como para imponer<br />

al BrasilIa solución unionista? ¿Qué otra cosa que una aceptación<br />

resignada de la independencia oriental es su: "si la guerra no ha podido<br />

terminarse si no desligando a la Banda Oriental de la República<br />

Argentina ..."?<br />

Los terceros en discordia.<br />

Creo que ni a mi generación -la formada en los comienzos de<br />

la Facultad de Humanidades y el Instituto de Profesores Artigas, hace<br />

ya 25 ó 30 años-, ni a la que con tanto brillo ha aparecido en la<br />

investigación histórica bajo la dictadura, las ha entusiasmado esta temática.<br />

Varias razones deben haber influído para que la disputa reseñada<br />

haya perdido calor.<br />

El sentimiento nacional está conformado y ha madurado; pocos<br />

sueñan ya en reconstruÍr la "Patria Grande" a la usanza de]uan<br />

Carlos Gomez en 1879, o la añoran con cierta desesperanza ante lo<br />

uruguayo, como Ariosto González en 1921. No hay por qué, ya, defender<br />

o atacar historiográficamente las intenciones "orientalistas"<br />

o "argentinistas" de los hombres de 1825.<br />

El contexto político-partidario, que tanto alimentó esta disputa<br />

en las tres primeras décadas de este siglo, haciendo de casi todo<br />

investigador blanco un defensor de las tesis "nacionalistas" -por<br />

aquello de que Lavalleja y Oribe estaban al frente de la Cruzada de<br />

1825-, y de casi todo investigador colorado un sostenedor <strong>del</strong><br />

"unionismo", por aquello de dejar a los héroes <strong>del</strong> adversario en una<br />

falsa postura, se ha modificado radicalmente. Ese contexto político<br />

ha perdido el pathos que la violencia le otorgó en los primeros años<br />

<strong>del</strong> siglo XX, y se ha renovado ante la aparición de nuevas fuerzas a<br />

las que, muy frecuentemente, los nuevos historiadores se han ligado,<br />

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