oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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día u otro serán pasto de remate o inicua repartija, eso nunca se sabe mientras la cosa y su precio de mercado coexistan. Pues si en realidad la muerte de cada cual es también una subasta en la que nadie ofrecerá nada, pero que igualmente se anuncia y congrega público, cómo irían a escapar los objetos que por lo menos incluyen un valor de tasación. Para entonces yo pediría que mantuviesen la memoria que hoy se les atribuye a sus moléculas y un no sé qué de diálogo con nuestro cuerpo. Y mi conformidad con esa teoría quizás obedezca a la idea de que no inventamos lo inexplicable, que el misterio nos asedia en mayor medida que en lo que logramos descifrar a fuerza de coraje. Por ejemplo,ese retrato a carbón fifilado por Gurevich que se ve en lo alto fue realizado mientras el modelo trabajaba en su mesa. Pero qué pensaba él entonces, tan ajeno y tan lejos de este momento del no ser, ahí está la pregunta que jamás nadie contestará. Las pequeñas acuarelas de Grau Sala las pintó éste en París en 1948 para una historia de amor, el de una mujer madura por un poeta joven. Ella podía regalar nada menos que dos Grau Sala originales como ilustraciones de un libro escrito allá, pero qué sería de aquella feroz confrontación de edades como toda vez que el amor se mete al medio. Cuando miro esas dos pinceladas parisinas, una en verde, el glorioso París del follaje, otra en sepia, el decantado París otoñal, y las mentalizo como únicos rastros de un amor del que no conocí el desenlace, pienso que la vida arrranca pedazos que quedan como los vellones· de las ovejas en las alambradas de los campos: el testimonio del pasaje forzoso es el vellón; de nosotros o de esas ovejas nunca más se sabrá. Y es por concebirlo así que no acostumbro a ser cliente activa de casas de compraventa, sólo recorro por masoquismo estético los salones, me entristezco y me voy. De manera que está claro, no soy posesiva, más bien veo las cosas por dentro, y creo que aun cuando sean inventariadas y luego sacadas por las garras del Gran Dinero deberá quedar el aura en el lugar que ocuparan, especie de efecto Kirlian, ese descubrimiento impresionante. Y a veces hasta me imagino viviendo así, sólo con esa aura, en una habitación despojada de todo vestigio material del pasado que se esfumó: una simple cama y lo que pudiera llamarse la silla del bombero, o sea un equipo de emergencia para la salida de un minuto cualquiera del que quizás no se vuelva. Porque al fin toda posesión es una forma de tenencia precaria que siempre acaba en despojo y soledad. ¿La creación es para Ud. un fenómeno continuo? No, a mi entender la creación no puede ser considerada un fenómeno continuo como algunas funciones del cuerpo. No se segrega, no se aspira, no se espira creatividad. Esa imagen del escritor siempre doblado sobre la mesa como en aquellas estampas antiguas 48
del tenedor de libros con su buena escolosis ornamental, es un invento más del propio ego, un cuadro narcisista que él gusta a veces presentar de sí por la pura pulsión de ser mirado como objeto aparte de los demás mortales. Hay, es cierto, constantes afloramientos de la memoria o la invención contumaces que están siempre llamando a la puerta de la conciencia. Pero quien diga yo estoy creando en forma permanente por imperiosa necesidad interior, o engaña o ha llegado a una profesionalización tan alarmante que lo transforma en un esclavo de sus automatismos, o de su ansiedad de poder. O es un Balzac, y entonces las cosas cambian. Aunque Balzac, que según se comentatrabajara hasta dieciocho horas diarias, dijese que la creación continua es una pretensión de imitar a Dios. Pero además de la importancia de perder el tiempo en cosas aparentemente extraliterarias -como el punto de cocción en que queremos nos vendan el pan, la policromía del mercado- hay también períodos de sequía interior, unas veces a causa de la severidad del entorno, otras de las variables del clima propio. Y en ambos casos, por paradoja, el proyecto puede permanecer latente, aunque afuera, es decir respirando a su modo. Narrar es en primera instancia acopiar materiales, sensaciones, situaciones, en un acto a veces involuntario de almacenamiento. Luego adviene una arquitectura que puede resultar estable o venirse abajo según la buena o mala disposición de los elementos. Y en último extremo se trata de formular una invitación a estar juntos con el lector, lo que depende de un soplo vital sin el que aquella forma pura sería sólo eso, forma, aunque con minúscula. Forma con grandes letras hubo en un Miguel Angel, en un San Juan de la Cruz, yen éste se acabó. Pero tal complejo armónico se debilita, salvo en casos excepcionales, si no cae de tanto en tanto como la lluvia mansa un tiempo neutro que en tono de Eclesiastés sería el tiempo de callar. ¿Qué comentario le merece la afirmación de que cada uno lleva una novela interior? Que eso es muy cierto, y esta cuestión toca a cualquiera, todo el mundo viviente lleva una novela adentro, desde el hombre a una hormiga. La mujer que por su edad y a veces otras contingencias languidece es uno de esos terroríficos depósitos de vejez, esa mujer es, y pongo énfasis en el verbo, una novela de mucho aliento. Amó y fue amada, creó vidas, lloró muertes, hizo pan, consol{> o pidió consuelo, fue fiel, traicionó o fue traicionada, y protagonizó así lo inimaginable. Había en todo ese tránsito un material, un movimiento de desarrollo y un suspenso tales como para una novela de varios 49
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a fuerza de coraje. Por ejemplo,ese retrato a carbón fifilado por Gurevich<br />
que se ve en lo alto fue realizado mientras el mo<strong>del</strong>o trabajaba<br />
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Las pequeñas acuarelas de Grau Sala las pintó éste en París<br />
en 1948 para una historia de amor, el de una mujer madura por un<br />
poeta joven. Ella podía regalar nada menos que dos Grau Sala originales<br />
como ilustraciones de un libro escrito allá, pero qué sería de<br />
aquella feroz confrontación de edades como toda vez que el amor<br />
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verde, el glorioso París <strong>del</strong> follaje, otra en sepia, el decantado París<br />
otoñal, y las mentalizo como únicos rastros de un amor <strong>del</strong> que no<br />
conocí el desenlace, pienso que la vida arrranca pedazos que quedan<br />
como los vellones· de las ovejas en las alambradas de los campos: el<br />
testimonio <strong>del</strong> pasaje forzoso es el vellón; de nosotros o de esas ovejas<br />
nunca más se sabrá. Y es por concebirlo así que no acostumbro<br />
a ser cliente activa de casas de compraventa, sólo recorro por masoquismo<br />
estético los salones, me entristezco y me voy. De manera<br />
que está claro, no soy posesiva, más bien veo las cosas por dentro, y<br />
creo que aun cuando sean inventariadas y luego sacadas por las garras<br />
<strong>del</strong> Gran Dinero deberá quedar el aura en el lugar que ocuparan,<br />
especie de efecto Kirlian, ese descubrimiento impresionante. Y a<br />
veces hasta me imagino viviendo así, sólo con esa aura, en una habitación<br />
despojada de todo vestigio material <strong>del</strong> pasado que se esfumó:<br />
una simple cama y lo que pudiera llamarse la silla <strong>del</strong> bombero, o<br />
sea un equipo de emergencia para la salida de un minuto cualquiera<br />
<strong>del</strong> que quizás no se vuelva. Porque al fin toda posesión es una forma<br />
de tenencia precaria que siempre acaba en despojo y soledad.<br />
¿La creación es para Ud. un fenómeno continuo?<br />
No, a mi entender la creación no puede ser considerada un fenómeno<br />
continuo como algunas funciones <strong>del</strong> cuerpo. No se segrega,<br />
no se aspira, no se espira creatividad. Esa imagen <strong>del</strong> escritor<br />
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