oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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La selección se realiza mediante una habilitación y una inhabilitación de los componentes globales. Dentro de la habilitación incluye: a) ciertos elementos de la literatura de la conquista, como Alonso de Ercilla y Zúniga, en cuya obra se percibe ya "el latido del corazón salvaje de la América" y Martín del Barco Centenera, ''un precedente de bien pobre cuantía en la interpretación poética de las tradiciones y peculiaridades regionales". b) dentro de la literatura colonial solo destaca los "Comentarios reales" del Inca Garcilaso de la Vega y concentra todo el interés de este período en la literatura preindependentista argentina, remoto precedente de "cierto vago vislumbre del ideallite~ rario". Los principales representantes son Belgrano, Vieytes, Labardén, algunos historiadores de los orígenes del Virreinato y ciertas manifestaciones periodísticas. c) la literatura de la independencia platense en su doble vertiente neoclásica -Juan Cruz Varela y Florencio Varela- y popular con el poeta gauchesco uruguayo Bartolomé Hidalgo. Caben aquí también el pre-romántico Juan Crisóstomo Lafinur y el español José Joaquín de Mora, introductor del liberalismo artístico inglés. d) dos influencias europeas fundamentales: Chateaubriand y Humboldt que "convirtieron, casi simultáneamente, la naturaleza de América, en una de las más vivas y originales inspira- ClOnes. . " " . e) dos geniales iniciadores del sentimiento de la naturaleza en la literatura latinoamericana: el venezolano Andrés Bello y el cubano J osé María de Heredia. f) finalmente la "época de Echeverría", o sea la generación de 1830. Es en esta ultima donde la tradición se concentra y llega a su plena conciencia elaborando el programa de la autonomía literaria que alcanza a la actividad literaria del presente. Esta selección, como dijera, está realizada sobre una base de inhabilitaciones. En primer lugar, las literaturas indígenas. Si bien es cierto que estas literaturas han sido conocidas y apreciadas tardíamente, Rodó tenía algunas noticias de ellas. Pero la explicación debe buscarse, no tanto en el conocimiento imperfecto que pudo haberle llegado, sino en la defensa de la continuidad de una tradición lingüística y literaria, a saber, la del español y la de la literatura occidental. Esto también explica en parte la no consideración de la literatura brasileña, a pesar de que dijera, en cierto momento, que "el 32

mismo nombre de hispanoamericanos conviene también a los nativos del Brasil" (43). Finalment"e, y como ya se destacara, se condena toda la literatura colonial barroca, por ser un mero reflejo español. La segunda operación que puede determinarse es la valoracz"ón de los elementos habilitados, realizada a través de una clara axiología. Es indudable que Rodó sitúa la generación de 1830 por encima de cualquier otra generación o figura aislada. El valor máximo dentro de ella es Domingo Faustino Sarmiento con su obra "Facundo": "la obra de mayor arranque genial que las generaciones del pasado hayan transmitido a las nuestras en los pueblos del Plata ... " (44~ Sin embargo, por su valor simbólico la figura de Juan María Gutiérrez llega a concentrar representativamente toda la época y a desplazar a Esteban Echeverría, a pesar de que éste último fue la cabeza de la emancipación literaria. Por debajo de éste se situaría Juan Bautista Alberdi y a partir de aquí sin grandes diferenciaciones los demás integrantes. Como nos interesa particularmente, es necesario observar atentamente la organización valorativa del grupo uruguayo, cuyas principales figuran forman parte de la generación. Rodó nunca se preocupó de modo exclusivo por la literatura uruguaya. Sus principales personalidades giran en torno a las argentinas. Y esto hasta tal punto que sienta la tesis de que la tradición intelectual uruguaya surge por el contacto con los intelectuales argentinos al exiliarse éstos en Montevideo: Ciudad nueva y atribulada, sin tradición intelectural ni reposo para haber constituído las formas fundamentales de una cultura, Montevideo recibió de aquella doble inmigración de escritores el impulso que, perseverando con ellos y despertando a la vez la emulación de los nativos, la levantó en diez años más a la condición de uno de los centros literarios más interesantes y animados de la América española. (45) Considerando el conjunto de sus escritos se puede, de todos mo­ -dos recomponer el cuadro valorativo para el Uruguay. El primer lugar lo ocupa el romántico Juan Carlos Gómez, ''un hombre que era un símbolo, una personificación, la forma viva de los dolores de la historia de un pueblo y de los caros anhelos de su alma, ... "(46). Detrás de él encontramos a Alejandro Magariños Cervantes, ''personificación patriarcal y venerable de una época de ruda iniciación y de entusiasmos generosos en los anales de nuestra literatura nacional" (47). Luego vendría Andrés Lamas, "el primero en anunciar, entre nosotros, la renovación del patriciado inteligente y la renovación de las ideas" (48). Y finalmente el malogrado Adolfo Berro, "representante entre nosotros del advenimiento de la época literaria que tuvo el romanticismo por carácter y escuela, y por impulso la presencia de la emigración argentina ... "(49) . Fuera de esta época 33

mismo nombre de hispanoamericanos conviene también a los nativos<br />

<strong>del</strong> Brasil" (43). Finalment"e, y como ya se destacara, se condena<br />

toda la literatura colonial barroca, por ser un mero reflejo español.<br />

La segunda operación que puede determinarse es la valoracz"ón<br />

de los elementos habilitados, realizada a través de una clara axiología.<br />

Es indudable que Rodó sitúa la generación de 1830 por encima<br />

de cualquier otra generación o figura aislada. El valor máximo dentro<br />

de ella es Domingo Faustino Sarmiento con su obra "Facundo":<br />

"la obra de mayor arranque genial que las generaciones <strong>del</strong> pasado<br />

hayan transmitido a las nuestras en los pueblos <strong>del</strong> Plata ... " (44~<br />

Sin embargo, por su valor simbólico la figura de Juan María Gutiérrez<br />

llega a concentrar representativamente toda la época y a desplazar<br />

a Esteban Echeverría, a pesar de que éste último fue la cabeza<br />

de la emancipación literaria. Por debajo de éste se situaría Juan Bautista<br />

Alberdi y a partir de aquí sin grandes diferenciaciones los demás<br />

integrantes. Como nos interesa particularmente, es necesario<br />

observar atentamente la organización valorativa <strong>del</strong> grupo uruguayo,<br />

cuyas principales figuran forman parte de la generación. Rodó nunca<br />

se preocupó de modo exclusivo por la literatura uruguaya. Sus<br />

principales personalidades giran en torno a las argentinas. Y esto<br />

hasta tal punto que sienta la tesis de que la tradición intelectual uruguaya<br />

surge por el contacto con los intelectuales argentinos al exiliarse<br />

éstos en Montevideo:<br />

Ciudad nueva y atribulada, sin tradición intelectural ni reposo<br />

para haber constituído las formas fundamentales de una cultura,<br />

Montevideo recibió de aquella doble inmigración de escritores<br />

el impulso que, perseverando con ellos y despertando a<br />

la vez la emulación de los nativos, la levantó en diez años más a<br />

la condición de uno de los centros literarios más interesantes y<br />

animados de la América española. (45)<br />

Considerando el conjunto de sus escritos se puede, de todos mo­<br />

-dos recomponer el cuadro valorativo para el <strong>Uruguay</strong>. El primer lugar<br />

lo ocupa el romántico Juan Carlos Gómez, ''un hombre que era<br />

un símbolo, una personificación, la forma viva de los dolores de la<br />

historia de un pueblo y de los caros anhelos de su alma, ... "(46).<br />

Detrás de él encontramos a Alejandro Magariños Cervantes, ''personificación<br />

patriarcal y venerable de una época de ruda iniciación y<br />

de entusiasmos generosos en los anales de nuestra literatura nacional"<br />

(47). Luego vendría Andrés Lamas, "el primero en anunciar,<br />

entre nosotros, la renovación <strong>del</strong> patriciado inteligente y la renovación<br />

de las ideas" (48). Y finalmente el malogrado Adolfo Berro,<br />

"representante entre nosotros <strong>del</strong> advenimiento de la época literaria<br />

que tuvo el romanticismo por carácter y escuela, y por impulso la<br />

presencia de la emigración argentina ... "(49) . Fuera de esta época<br />

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