oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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Es solo y en tanto que crítica de augurios, atenta a las revelaciones<br />
precoces, que puede entenderse su entusiasmo por el romanticismo<br />
platense y que tanto ha desconcertado a los investigadores y<br />
estudiosos de Rodó. Esto se verá aún más claro cuando abordemos<br />
la axiología. Detrás de los adjetivos con los que se exaltan tantas figuras,<br />
hoy relegadas, se está exaltando la premonición <strong>del</strong> avenir<br />
que se asoma en los ímpetus de nobleza de productos todavía infantiles<br />
o defectuosos. Esta actitud podría resumirse luminosamente en<br />
aquella reflexión que hace sobre la potencialidad escondida en un<br />
poema popular: "Una décima de Santos Vega encierra acaso la virtualidad<br />
ignorada de un futuro poema americano, ..." (31L _<br />
Grandes dificultades debe enfrentar Rodó al abrir su actividad<br />
crítica en 1895. La s~tuación de los estudios sobre el pasado latinoamericano<br />
era deficiente. Rodó, inmediatamente, percibe la ruptura<br />
que atribuye a la falta de continuidad de "nobles ejemplos que se<br />
han dejado caer en el vacío" por "esta culpable indiferencia latente<br />
en la atmósfera moral que respiramos". Su segundo artículo tiene,<br />
en este sentido, una clara intención de reacción y reparación, al determinar<br />
una posible tradición filológico-crítica y restableciendo así,<br />
el contacto interrumpido por la indiferencia de las generaciones actuales.<br />
Rodó asume, de este modo el papel de continuador de esa<br />
tradición. El punto de partida se resume a un solo nombre: Juan<br />
María Gutiérrez (32). La elección es profundamente significativa de<br />
los intereses de Rodó. Entre otras cosas, porque Juan María Gutiérrez<br />
había reaccionado a su vez contra las rupturas culturales en que<br />
se empeñaban los románticos, interesándose por la literatura de la<br />
colonia y el neoclasicismo de la independencia. Había clarificado,<br />
así, un "abolengo intelectual" en los "candorosos y tímidos ensayos"<br />
de aquellos períodos. Gutiérrez no era solo un simple antecedente<br />
de la crítica literaria, sino el primero en iniciar el "examen de .<br />
una tradición de cultura". Doble precursor, por lo tanto, de la actividad<br />
y <strong>del</strong> estudio de la tradición literaria latinoamericana. Establecido<br />
nuevamente el vínculo, el crítico argentino le sirve a Rodó para<br />
ponerse en contacto con toda la generación de aquel entonces que<br />
tenía por divisa "el americanismo literario". Y es esa generación,<br />
conocida como generación de 1830, la que le permitirá fundar y definir<br />
cabalmente el americanismo, reconociendo en él el rasgo distintivo<br />
de la literatura de todo el continente. En el programa y la práctJca<br />
de aquellos escritores vio la aparición de los ''primeros eficaces<br />
anhelos de una cultura literaria propia y constante", tan necesarios<br />
a los efectos de launificación espiritual de la que habláramos (33). Y<br />
en Gutiérrez personificará, ya en el final de este proceso crítico ''la<br />
tendencia a convertirla / la producción literaria de la generación / en<br />
obra consciente de sus fines y dueña de sus rumbos" (34), principio<br />
de orientación principalísimo cuando se piensa que el proyecto de<br />
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