oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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y de lo cual la obra de Rodó es una prueba por la negativa. Esto explica, en gran parte, el grandioso suceso de su obra y su profundo interés actual, pues el problema que subyace en la crisis de la tradición es la identidad de todo el continente, amenazada por un aceleramiento en el ritmo de Sus transformaciones históricas. El primer impulso de este aceleramiento, Rodó lo determina en la revolución independentista, en ese "impaciente y generoso anhelo por agregar el espíritu de estas sociedades al movimiento progresivo del mundo, recuperando el camino que perdieran a la zaga de la retrasada metrópoli". La recuperación del camino implica una brutal ruptura de tiempos: ''un divorcio y oposición c3.si absolutos entre el espíritu de su pasado y las normas de su porvenir" (18). De este modo se pone en evidencia en qué medida la tradición, entendida como necesaria dialéctica de tiempos, viene a ofrecerse como solución a los problemas que se le plantean a la naciente identidad latinoamericana obligada a desarrollarse en un tempo vital particularísimo que le impone rápidas adaptaciones y compresiones históricas (19). "Esa obra de asimilación violenta fue y continúa siendo aún el problema, el magno problema de la organización hispanoamericana. De ella procede nuestro permanente desasosiego, lo efímero y precario de nuestras funciones políticas, el superficial arraigo de nuestra cultura" (20). La zozobra histórica es una amenaza constante para la organicidad de pueblos, donde todavía se cuestionan antecedentes, héroes, historia y destino. La idea de organicidad, se nos hace, en este punto, esencial para precisar correctamente la situación del problema. Nociones como ''pueblo'', "colectividad", ''política'', "cultura", son comprendidas por Rodó como organismos establecidas en base a solidaridades internas y continuidad temporal y que no admiten las profundas rupturas o las interrupciones (21). La cuestión decisiva para la cultura latinoamericana es, entonces, cómo resistir las tendencias desintegradoras de esa compleja unidad orgánica, provocadas por el aceleramiento histórico y sus rupturas permanentes. La respuesta de Rodó es clara: salvando la continuidad de la conciencia -entendida en todas sus proyecciones colectivas- en medio de las transformaciones. Y el modo de obtener esa continuidad es defender una tradición dinámica, única manera que puede asumir la tradición en Latinoamérica. De este modo se opone a la ruptura absoluta sostenida por el radicalismo político-cultural de la revolución. De aquí no puede concluírse, sin embargo, una posición fundamentalmente anti-revolucionaria. Rodó toma partido por la idea de "evolución racional y orgánica", es cierto, pero concibe y acepta la revolución tanto en el orden de lo sicológico individual como en lo colectivo. La cuestión no se plantea, para él, entre evolución o revolución, pues las dos son posibles y de las dos existe un arte, como lo afirma en "Motivos de Proteo", en el capítulo VI. La exigen- 26

cia tiene una trascendencia mayor; se trata de lograr ante cualquier tipo de cambio su conciencia y su orientación: "Rítmica y lenta evolución de ordinario; reacción esforzada si es preciso; cambio consciente y orientado siempre" (22). Es en la idea espacial de orientación que volvemos a encontrar la .tradición, pues aquella implica punto de partida, situación presente y meta. El reproche fundamental que Rodó levanta contra los independentistas es la ilusión de querer ignorar, justamente, el punto de partida: Parecía buscarse una absoluta desvinculación con el pasado y pretenderse que, con la independencia surgiese de improviso una nueva personalidad colectiva, sin el lazo de continuidad que mantienen, a través de todo proceso de regeneración o reforma personal, la memoria y el fondo del carácter (23). Este "error" no podía sino generar la desorientación: Convirtieron en escisión violenta, que había de parar en forzosa desorientación y zozobra, lo que pudo ser tránsito ordenado, tenaz adaptación, enlace armonioso (24). La defensa de la tradición es, pues, defensa de la continuidad en un mundo de cambios permanentes. Hasta aquí he analizado las causas históricas, ideológicas y sociales que contribuyeron a la rehabilitación del concepto de tradición. Es necesario destacar ahora una nueva proyección que adquiere el tema, ya que Rodó no pretendió solamente palear una situación defectuosa, sino promover una realidad diferente. Este aspecto es el que constituye una verdadera función profética dentro del concepto. Consecuente con su propia teoría, la visión del futuro se desprende de la historia misma del continente, del sueño revolucionario de la unificación política de Latinoamérica creado por el pensamiento y la lucha de Simón Bolívar. La revolución trajo, sin embargo, como una de sus consecuencias, la fragmentación del antiguo imperio en diferentes repúblicas que parecían desconocerse. Rodó, al reivindicar la continuidad de la historia, despierta nuevamente la vocación latinoamericana de ser un solo destino (25). Pero, para ello, invierte el planteo bolivariano: la unidad de los espíritus precederá a la unidad política (26). Dé acuerdo a esto la tar~a más urgente de los intelectuales de Latinoamérica es "avivar la conciencia de su propia unidad y el entendimiento y el amor de las tradiciones históricas donde esa unidad radica" (27). Dentro del programa de unificación toca a la literatura un papel fundamental que desempeñar: el de cimentar y preparar el triunfo de la utopía, desarrollando el sentimiento "americanista", es decir, promoviendo y afianzando la unidad esencial de todas las naciones latinoamericanas. 27

cia tiene una trascendencia mayor; se trata de lograr ante cualquier<br />

tipo de cambio su conciencia y su orientación: "Rítmica y lenta<br />

evolución de ordinario; reacción esforzada si es preciso; cambio<br />

consciente y orientado siempre" (22). Es en la idea espacial de<br />

orientación que volvemos a encontrar la .tradición, pues aquella implica<br />

punto de partida, situación presente y meta. El reproche fundamental<br />

que Rodó levanta contra los independentistas es la ilusión<br />

de querer ignorar, justamente, el punto de partida:<br />

Parecía buscarse una absoluta desvinculación con el pasado y<br />

pretenderse que, con la independencia surgiese de improviso<br />

una nueva personalidad colectiva, sin el lazo de continuidad<br />

que mantienen, a través de todo proceso de regeneración o<br />

reforma personal, la memoria y el fondo <strong>del</strong> carácter (23).<br />

Este "error" no podía sino generar la desorientación:<br />

Convirtieron en escisión violenta, que había de parar en forzosa<br />

desorientación y zozobra, lo que pudo ser tránsito ordenado,<br />

tenaz adaptación, enlace armonioso (24).<br />

La defensa de la tradición es, pues, defensa de la continuidad<br />

en un mundo de cambios permanentes. Hasta aquí he analizado las<br />

causas históricas, ideológicas y sociales que contribuyeron a la rehabilitación<br />

<strong>del</strong> concepto de tradición. Es necesario destacar ahora<br />

una nueva proyección que adquiere el tema, ya que Rodó no pretendió<br />

solamente palear una situación defectuosa, sino promover<br />

una realidad diferente. Este aspecto es el que constituye una verdadera<br />

función profética dentro <strong>del</strong> concepto.<br />

Consecuente con su propia teoría, la visión <strong>del</strong> futuro se desprende<br />

de la historia misma <strong>del</strong> continente, <strong>del</strong> sueño revolucionario<br />

de la unificación política de Latinoamérica creado por el pensamiento<br />

y la lucha de Simón Bolívar. La revolución trajo, sin embargo,<br />

como una de sus consecuencias, la fragmentación <strong>del</strong> antiguo<br />

imperio en diferentes repúblicas que parecían desconocerse. Rodó,<br />

al reivindicar la continuidad de la historia, despierta nuevamente la<br />

vocación latinoamericana de ser un solo destino (25). Pero, para ello,<br />

invierte el planteo bolivariano: la unidad de los espíritus precederá<br />

a la unidad política (26). Dé acuerdo a esto la tar~a más urgente de<br />

los intelectuales de Latinoamérica es "avivar la conciencia de su propia<br />

unidad y el entendimiento y el amor de las tradiciones históricas<br />

donde esa unidad radica" (27). Dentro <strong>del</strong> programa de unificación<br />

toca a la literatura un papel fundamental que desempeñar: el de cimentar<br />

y preparar el triunfo de la utopía, desarrollando el sentimiento<br />

"americanista", es decir, promoviendo y afianzando la unidad<br />

esencial de todas las naciones latinoamericanas.<br />

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