signo imbuído de una comunicación indirecta, las fatídicas connotaciones <strong>del</strong> ave funeraria, considerada de mal agüero. La descripción basada en "detalles innecesarios" obedece, en Soledad, a dos imperativos: crear un efecto de verosimilitud y sembrar índices que sugieran, por su reiteración, una causalidad distinta y una verdad más profunda. Los procedimientos narrativos que Eduardo Acevedo Díaz adopta en Soledad para transformar la realidad en materia estética, revelan una preocupación artística esencial. Traspasando los datos de la realidad externa y la explicación simple de los fenómenos, EAD elabora una imagen plausible de un mundo rudimentario, prototipo de lo vital e instintivo; construye, ante todo, un mundo exclusivo de ficción, sin concesiones a las urgencias d<strong>oct</strong>rinarias de un político militante. 16
Notas (1) Acevedo Díaz nace en 1851 en la Villa de la Unión (Montevideo) y muere en 1921 en Buenos Aires, ciudad en la cual sus actividades revolucionarias le obligaron a vivir exiliado gran parte de su vida. En Buenos Aires, apartado de la vida pública, escribe entre 1887 y 1894, el período de mayor actividad creadora, las obras que le dieron renombre; allí nacen todos sus hijos y se radica definitivamente hacia 1903. Sobre la cronología de su obra, consúltese: Walter Rela, Guía bibliográfica (Montevideo: Delta Editorial, 1967). Sobre su vida, véase la crónica escrita por uno de sus hijos: Eduardo Acevedo Díaz (h), La vida de batalla de EAD (Buenos Aires: Edit. El Ateneo, 1941). - (2) Francisco Ayala, "Nueva divagación sobre la novela", en Los ensayos (Madrid: Aguilar, 1972),pp. 561-62. (3) Sobre este aspecto, véase Angel Rama, "Ideología y arte de un cuento ejemplar", epílogo a EAD, El combate de la tapera y otros cuentos (Montevideo: Arca, 1972),pp. 71-156. (4) Francisco Espínola, ''Prólogo'' a Soledad y el combate de tapera (Montevideo: Impresora <strong>Uruguay</strong>a, 1945),p. IX. (5) Alberto Zuro Felde y Roberto Ibáñez han refutado la clasificación usual de EAD dentro de la estética romántica. Véanse: de Zuro Felde: "EAD", Proceso intelectual <strong>del</strong> <strong>Uruguay</strong>, 3a ed., vol. 1 (Montevideo: Ediciones <strong>del</strong> Nuevo Mundo, 1967), pp. 223-57; de Ibáñez, "Prólog!l" a EAD, Ismael (Montevideo: Impresora <strong>Uruguay</strong>a, 1953),pp. VII-LXV. (6) Vid. Wolfgang Kayser, "Origen y crisis de la novela moderna". Cultura Universitaria, nO 47 (1955), p. 36. (7) Las siete reediciones confirman el interés que ha mantenido la novela; véase la lista de ediciones en el libro citado de Walter Rela. En el presente trabajo, todas las citas se hacen de: Soledad - El combate de la tapera (Buenos Aires: Eudeba, 1965), con una presentación de Esteban Otero. (8) Al respecto, dice Francisco Espínola: "fue Acevedo Díaz el único verdadero artista a quien le fue dado contemplar nuestro campo tal cual lo cruzaron las turbas emancipadoras: sin alambrados, sin palos telefónicos, sin puentes, sin vías de ferrocarril, resultando la suya la postrer mirada capaz de retener algo, sobre un mundo que tocaba a su fro". "Prólogo" a Soledad y El combate de la tapera (Montevideo: Impresora <strong>Uruguay</strong>a, 1954), p. XVI. (9) Sobre la obra de Acevedo Díaz es imprescindible la lectura <strong>del</strong> libro de Emir Rodríguez Monegal, Vínculo de sangre (Montevideo: Alfa, 1968). Su estudio de Soledad está en las pp'. 145-77. (10) Esteban Otero. "EAD", presentación a Soledad - El combate de la tapera, op. cit., p. 10. (11) Este rasgo estI1istico no ha pasado inadvertido; véanse, Ornar Prego Gadea, "El arte narrativo de AD en Soledad", Marcha. nO 742, 22 <strong>oct</strong>ubre 1954, pp. 14-15; Y Emir Rodríguez Monegal, op. cit., pp. 157-60. (12) EstebanOtero,op.cit.,p.lO. (13) Rodríguez Monegal, op. cit., pp. 155-56. (14) Rodríguez Monegal, op. cit., pp. 156-57. (15) Precisemos, el narrador no se integra a la narrativa, continúa siendo un narrador no representado en control <strong>del</strong> discurso, dentro de los límites de la técnica decimonónica. 17
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