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oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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Por un lado, se advierten los objetos vulnerados que pennanecen<br />

sin correlato expresivo, como en el caso de la catacresis, que<br />

conllevan la idea de insuficiencia <strong>del</strong> lenguaje para una expresión total<br />

de la realidad. Por otro, los objetos vulnerados que obtienen su<br />

correlato expresivo ¿ajustan expresamente la dualidad pensamientolenguaje<br />

(concepto-denominación)? Puede admitirse la afinnativa<br />

en cuanto a una codificación inter-subjetiva social para la comunicación,<br />

esto es, al nivel de comprensión entre individuos adscriptos al<br />

mismo sistema. En ese plano, hallamos una relación pensamientolenguaje<br />

donde el concepto <strong>del</strong> objeto y su denominación actúan en<br />

concordancia debido a la codificación social común.<br />

Sin embargo, no es en el plano de las relaciones entre pensamiento<br />

y lenguaje, sino en el de la relación entre el objeto y el signo<br />

donde se advierten dificultades sustanciales. Frente a una posición<br />

positivista que acepte la designación efectiva de la total y compleja<br />

realidad <strong>del</strong> objeto por parte <strong>del</strong> szgno, admitiendo que la palabra<br />

capta y aprehende la totalidad esencial <strong>del</strong> objeto, se erige una perspectiva<br />

abstraccionista que niega la aprehensión de la complejidad<br />

esencial <strong>del</strong> objeto o "realidad" mediante el uso <strong>del</strong> signo. Se sostiene<br />

que la palabra ''menciona'', "nombra", pero no abstrae. Es un<br />

vuelo de superficie antes que una inmersión profunda. Aún en la<br />

exactitud lúcida de la palabra utilizada aplicable al objeto o "realidad",<br />

existirá un "núcléo esencial" intransferible <strong>del</strong> objeto que<br />

pennanece ajeno, inasible, para la develación lingüística. Por cuanto<br />

el objeto posee en sí una realidad inaccesible para el sujeto, es<br />

siempre más rico que la denominación que de él se haga aun cuando<br />

ésta sea precisa y concreta. El correlato expresivo ideal resulta inexpresivo<br />

o insuficiente para abstraer lo real. El signo, entonces, aproxima<br />

a la "realidad" pero no devela.<br />

En El Golem (7), Borges citando a Platón, refiere: "el nombre<br />

es arquetipo de la cosa" y luego: "En las letras de rosa está la rosa I<br />

y todo el Nilo en la palabra Nilo". Allí, el nombre es el objeto. En<br />

Los nombres (8) Jorge Guillén, cautelosamente, expresa: "La rosa I<br />

se llama todavía I Hoy rosa ... ". Aquí, el nombre no es, "se llama",<br />

es en el tiempo o parece ser, se aprecia mejor la mutabilidad<br />

posible <strong>del</strong> signo por la dinámica evolutiva <strong>del</strong> sistema (la rosa "siendo")<br />

y con ello se admite, en la temporalidad, el pasaje y el cambio,<br />

la transfonnación posible <strong>del</strong> signo, lo cual implica cierta identificación<br />

momentánea objeto-signo pero, desde luego, no refiere la aprehensión<br />

esencial <strong>del</strong> objeto y, aún menos, su abstracción. Aún en la<br />

arquetipia platónica <strong>del</strong> poema de Borges, la rosa contenida en las<br />

letras r-o-s-a es el objeto vulnerado en su correlato expresivo pero<br />

difícilmente sea el objeto abstraído en su núcleo esencial.<br />

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