oct. 1986 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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ca aprenderá a hacerlo, por tanto, no se le comunicará ningún sistema de símbolos ( ... ) está condenado a un retraso intelectual permanente (se trata de seres que aparte del defecto son normales y serían capaces de alcanzar gran nivel intelectual)". De modo qu.e se concluyó: sin la existencia de un sistema de símbolos que·permita hacer uso del lenguaje, tampoco existe pensamiento. Se expuso la siguiente tesis: no existe p'ensamiento "puro" (en el sentido de ''libre de alguna relación con el lenguaje"), aun cuando represente un acto individual, el pensamiento es, en definitiva, un producto social. No es difícil discernir ciertas discrepancias con el precedente enfoque del problema. Ateniéndonos a que es probada la capacidad de ciegos, sordos y mudos, por ejemplo, que encuentran sus propios sistemas de símbolos para expresar su pensamiento. El tacto, en el caso de los ciegos; el lenguaje gestual, en los mudos; la lectura labial, en los sordos, operan como sistemas apropiados de conocimiento y comunicación. Sólo el caso de un individuo ciego y sordo-mudo dificultaría la posibilidad de un sistema de símbolos adecuado para su inserción en el mundo. Sin embargo, cabe preguntarse ¿puede ello anular la posibilidad del pensamiento? Frente al cuestionamiento es posible inferir que el simple desarrollo del individuo estaría implicando un desarrollo, si bien no correlativo (se daría un individuo con "retardo"), posiblemente eficaz del pensamiento. La existencia del pensamiento determinaría la búsqueda de su expresión adecuada, una forma de pensamiento, por mínima que ella sea, requiere el sistema de símbolos correspondiente para su manifestación, pues, de otro modo, nos hallaríamos ante un ser vegetativo, sólo exteriormente humano. Si se aceptara la hipótesis, equivaldría a una negación de la unidad entre lenguaje y pensamiento, por lo menos, en cuanto actividad sincronizada puesto que el pensamiento adviene con anterioridad a su formulación mediante el uso del lenguaje. Planteada la hipótesis (el pensamiento existe independientemente de la existencia de un sistema de símbolos) la situación de un ser pensante resulta independiente del sistema que exprese sus pensamientos y puede arribarse a un caso hipotético: supongamos un "ser que piensa" impotente para lograr el lenguaje que manifieste su pensamiento. La incognoscibilidad del lenguaje intercomunicativo impediría el conocimiento del pensamiento de ese ser, lo cual no implicaría, necesariamente, que dicho pensamiento no existiera, sino que no se habría descubierto un sistema de símbolos suficiente para la expresión de esos pensamientos. Vista la situación desde el exterior, ese "ser pensante" sería advertido como "no pensante" negándosele, en consecuencia, la conformación estatutaria social que, por derecho, le correspondería. La conjeturabilidad de la presente hipótesis no la invalida sino en la medida en que se avalan otras conjeturas al respecto. 104

Otra cuestión que ha requerido, en forma recurrente, la atención de los investigadores del lenguaje, ha sido el problema de la afasia. Si bien los actuales conocimientos científicos no permiten afirmar, con certeza, si la pérdida de la capacidad de hablar y la súbita incapacidad en la comprensión del lenguaje son, efectivamente, causa o consecuencia de una perturbación en las funciones intelectuales, lo cierto es que el conjunto del cerebro enferma en el caso de la afasia y esta enfermedad aparece directamente relacionada con las modificaciones en el modo de comportamiento. Una afasia nominal ocurre cuando se pierde la capacidad de dar nombre a las cosas y Comienza a percibirse en el desmembramiento de la comprensión de los nombres. Al respecto, apunta Goldstein' (4) que "el significado de la palabra no radica en una unión de un grupo de vocablos con el objeto sino en la capacidad de denominación generalizadora del mundo de las cosas, en la denotación que organiza este mundo con ayuda de la abstracción". Esa función de cohesión, colierencia y consenso social ejercida por el lenguaje es advertida cabalmente en el plano literario con la revertibilidad y violentación que ciertos experimentos literarios han ejercido y ejercen sobre el lenguaje como estructura totalizante y globalizadora. Así, por ejemplo, las búsquedas de Joyce en Ulysses y Finnegans wake, de Cortázar con la invención del gíglico en Rayuela, como Khlebnikov con su lengua zaum, y más recientemente, Julián Ríos en su polémica Larva. Todos intentos de desestructuración del lenguaje consensual de una sociedad determinada a través de la mostración de la arbitrariedad de los signos y la exaltación individualista pero también, experiencia límite de interrogación sobre el propio lenguaje como objeto primero y último de análisis. Revalorización del lenguaje, en suma, desde un espectro binario sociedad-individuo proyectándose hacia su propia naturaleza constitutiva. Todos los modos de comportamiento de los organismos están relacionados con alguna orientación dentro del mundo (el jugador de ajedrez que resuelve su situación en el tablero; la amiba que se contrae en contacto con los ácidos) pero entre los diversos tipos de orientación en el mundo, destaca aquél que sólo es característico del hombre, gracias a la función de abstracción y generalización de los signos lingüísticos. Debe apreciarse la diferencia que existe entre el comportamiento que responde a un reflejo condicionado (la amiba) y el que responde a un proceso de pensamiento (el jugador de ajedrez). Enseñar a un animal a apretar el interruptor en una habitación oscura es una actitud concreta, comportamiento que responde a un reflejo condicionado. Si el animal adiestrado pudiera prescindir de su tendencia porque en esa habitación se encontrara alguien durmiendo, se trataría de una actitud abstracta, en cuanto comportamiento que responde a un proceso de pensamiento. 105

ca aprenderá a hacerlo, por tanto, no se le comunicará ningún sistema<br />

de símbolos ( ... ) está condenado a un retraso intelectual permanente<br />

(se trata de seres que aparte <strong>del</strong> defecto son normales y<br />

serían capaces de alcanzar gran nivel intelectual)". De modo qu.e se<br />

concluyó: sin la existencia de un sistema de símbolos que·permita<br />

hacer uso <strong>del</strong> lenguaje, tampoco existe pensamiento. Se expuso la<br />

siguiente tesis: no existe p'ensamiento "puro" (en el sentido de ''libre<br />

de alguna relación con el lenguaje"), aun cuando represente un<br />

acto individual, el pensamiento es, en definitiva, un producto social.<br />

No es difícil discernir ciertas discrepancias con el precedente<br />

enfoque <strong>del</strong> problema. Ateniéndonos a que es probada la capacidad<br />

de ciegos, sordos y mudos, por ejemplo, que encuentran sus propios<br />

sistemas de símbolos para expresar su pensamiento. El tacto, en el<br />

caso de los ciegos; el lenguaje gestual, en los mudos; la lectura labial,<br />

en los sordos, operan como sistemas apropiados de conocimiento y<br />

comunicación. Sólo el caso de un individuo ciego y sordo-mudo dificultaría<br />

la posibilidad de un sistema de símbolos adecuado para su<br />

inserción en el mundo. Sin embargo, cabe preguntarse ¿puede ello<br />

anular la posibilidad <strong>del</strong> pensamiento? Frente al cuestionamiento es<br />

posible inferir que el simple desarrollo <strong>del</strong> individuo estaría implicando<br />

un desarrollo, si bien no correlativo (se daría un individuo<br />

con "retardo"), posiblemente eficaz <strong>del</strong> pensamiento. La existencia<br />

<strong>del</strong> pensamiento determinaría la búsqueda de su expresión adecuada,<br />

una forma de pensamiento, por mínima que ella sea, requiere el<br />

sistema de símbolos correspondiente para su manifestación, pues,<br />

de otro modo, nos hallaríamos ante un ser vegetativo, sólo exteriormente<br />

humano. Si se aceptara la hipótesis, equivaldría a una negación<br />

de la unidad entre lenguaje y pensamiento, por lo menos, en<br />

cuanto actividad sincronizada puesto que el pensamiento adviene<br />

con anterioridad a su formulación mediante el uso <strong>del</strong> lenguaje.<br />

Planteada la hipótesis (el pensamiento existe independientemente<br />

de la existencia de un sistema de símbolos) la situación de un<br />

ser pensante resulta independiente <strong>del</strong> sistema que exprese sus pensamientos<br />

y puede arribarse a un caso hipotético: supongamos un<br />

"ser que piensa" impotente para lograr el lenguaje que manifieste su<br />

pensamiento. La incognoscibilidad <strong>del</strong> lenguaje intercomunicativo<br />

impediría el conocimiento <strong>del</strong> pensamiento de ese ser, lo cual no<br />

implicaría, necesariamente, que dicho pensamiento no existiera,<br />

sino que no se habría descubierto un sistema de símbolos suficiente<br />

para la expresión de esos pensamientos. Vista la situación desde el<br />

exterior, ese "ser pensante" sería advertido como "no pensante" negándosele,<br />

en consecuencia, la conformación estatutaria social que,<br />

por derecho, le correspondería. La conjeturabilidad de la presente<br />

hipótesis no la invalida sino en la medida en que se avalan otras conjeturas<br />

al respecto.<br />

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