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Año 2, tomo 6 (mar. 1902) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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48<br />

VIDA<br />

lIIODEHNA<br />

EL DOCTOR<br />

RENÉ<br />

la libertase de aquellos tormentos indecibles; él, que podía ; él,<br />

111le podía todo; él, que eon resolverse ::í casarse despejaba<br />

todas las nubes tenebrosas que abrumaban el horizonte lóbrego<br />

de S\1<br />

existencia!<br />

¡ Pero el espíritu de Silveira cm un campo de Agl'alllHnte!<br />

Una terrible batalla se libraba en él, y el desenlace interrninable<br />

<strong>del</strong><br />

combate hacía interminable también la resolucidn <strong>del</strong><br />

problema qne le planteaba Laura con imperiosa y urgente necesidad<br />

de hallar la incógnita. .l~1 tenía impulsos ~le ceder,<br />

de cerrar los ojos ::í todo obstrículo y casarse; no por sugestiones<br />

de UIl pietismo que no ejercía sobre su ::lnirllo la menor<br />

influencia, sino por el acicate de su apasionamiento fervoroso,<br />

ellya acción hiperestésica conturbaba su cspíritn y ofuscaba<br />

sus sentidos por manera alannantc ; transformando sus hdbitos<br />

metódicos, ordenados, en una vida extraña ú sus costumbres:<br />

velando de noche en compnñía ele U11 fnntrístico mundo de caprichosas<br />

illuígencs, pensamientos raros, impresiones mortificautes,<br />

y durmiendo de día, cuando In atención de sus negocios roelamnhau<br />

su presencia, su imprescindible accil)n personal; teniendo<br />

pnra todo una indiferencia de que se admiraba, haciendo<br />

esfuerzos de voluntad por corregirse, pero infructuosamente,<br />

porque no veía nada claro: el prisma rí cuyo través contemplaba<br />

su medio ambiente, impregnaba las cosas ele un tinte nielan­<br />

.,~(JIico.Y pOl' eso quería ú las veces ceder ,'í las instancias sngestivas<br />

de Laura, porque tenía la convicción dc hallarse :l<br />

merced de fcnólllcncs morbosos, cuyo remedio era el que sus<br />

iuspiracioues nuís cspontríneas le pedían: el matrimonio. Y esta<br />

pl'opensión impulsiva de su temperamento Ol'Ü combatida, heroicameuto<br />

por la acción maleante de preocupaciones pueriles y<br />

de razones poderosas. Las preocupaciones 01'811 qne el nombre<br />

de Laura y sn frustrado casamiento con Lopez, daban príbulo rí<br />

toda suerte ele malignos comentarios, pues habiéndose averiguado<br />

todos los detalles ele la comedia, por las despectivas expansiones<br />

<strong>del</strong> dolorido Nicolm, se conocía y comentaba aquella snbrosa<br />

escena <strong>del</strong> beso de los novios, sal piruentando las eongeturas<br />

con los mrís infames augurios respecto al porvenir de Laura,<br />

4:1 quien ya acompañaba el fallo inapelable de la opinión pública<br />

<strong>del</strong> pueblo, - i terrible tribunal! - como infamante é in<strong>del</strong>eble<br />

estigma. No hay laboriosidad más activa y fecunda en los<br />

pequeños pueblos, que esa inquisición de los actos privados<br />

de los convecinos, seguida ae:la gratísima murmuración.<br />

YIDA. MonERNA.-T, VI.<br />

c,. o;:;. .-=<br />

e ••~~~6sa fuera sindicada por la maledicencia<br />

como susceptible de fragilidades pecaminosas, le a<strong>mar</strong>gaba<br />

la dulzura de sus idealidades. ¿Pero por esto solo<br />

perderla, no libar algún día con la avidez de sus ansias contenidas,<br />

el néctar <strong>del</strong>icioso de tan soñadas voluptuosidades?<br />

N6; esto no era decisivo. Había poderosas razones de estado.<br />

i La eterna « cuestión económica'! Bajo la a<strong>mar</strong>ga impresi6n<br />

de tan enfadoso asunto, sentía Silveira sin darse cnenta<br />

al germen de principios socialistas disolventes, aun cuando<br />

por la misma vagnedad de '3l1S percepeiones no alcanzara á<br />

formular una platónica protesta contra lo absurdo <strong>del</strong> derecho<br />

de propiedad. Pero en el lirismo de sus tristes meditaciones<br />

había la nebulosa de un concepto, que, de haber sido Cervantes<br />

en vez de Silveira, hubiera traducido en aquel inspirado<br />

discurso: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos á quien<br />

los antiguos pusieron el nombre de dorados; y no porque en<br />

ellos el oro que en nuestra edad de hierro tanto se estima, se<br />

alcanzara en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque<br />

entonces, los qhe en ella vivían, ignoraban estas dos palabras<br />

de tuyo y mio.» He ahí el 6bice eterno de tantas empresas<br />

que realizaría el esfuerzo humano, aportando con ello un concurso<br />

inapreciable al bienestar universal.<br />

Los negocios de Silveíra iban mal. Todo era ajeno, y sus ganancias<br />

reducidas al producto de la venta diaria, compartidas<br />

con el dueño <strong>del</strong> capital, reducíanse . á casi nada. En el último<br />

balance había pérdidas, y su protector, su antiguo patron, había<br />

hablado ele liquidar, en cuyo caso le haría volver de nuevo á<br />

su humilde condición de dependiente. Quince ó veinte pesos de<br />

sueldo, era lo mrís qne le pagaba y le pagaría su patrón. Esas<br />

cifras insignificantes, se grababan con caracteres de fuego en<br />

5

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