AÃ±o 2, tomo 6 (mar. 1902) - Publicaciones PeriÃ³dicas del Uruguay

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VIDA MODERNA ODIOS nfPLACABLES ;',a personal, entrar al recinto del Cuerpo Legislativo. ...1.(\11 se vivía en la edad de piedra, IIo}' tí nadie se le ocurriría la locura de, en una situación semejante, (lucrür entrar solo, sin fuerza pública, al Cuerpo Legislativo, Hoy se comprende quo el hombro debe respetar las resoluciones soberanas de una Asamblea, y criticarlas) si lo cree del caso, apelando rí la opinión) dando razones, sin descender al pugilato, al cnerpo tí cuerpo. Esto es gnuelwsco, compadre (} inútil. No aumenta el derecho, si ha sido atacado. Por el contrario, las vías de hecho, como la ira, desvirtúan la acción justiciera. Es que el señal' Torres creía qnc aú n se estaba en la época de la fuerza. No recordaba que había un gobierno constitucional, y, sobre todo, un Parlamento constituido legalmente, que debía respetar, él 01 primero. Su actitud se califica, ha" J' ele una eran compadrada. La gente sensata huye e¡.;a5 acb '- titudes, que á nada conducen. Por aquel entonces los señores de sn escuela eran muy dados tí tales escenas. .Es verdad que aún quedan sus raíces en la prensa y en el gobiol'l1o. Nadie tiene él derecho de hacerse justicia por su mano. El señor '1'0_ nos) como cualquier hijo de vecino, debió esperar la resolución de su Crímnra y no querer atropellar por la fuerza. lo qnc el derecho debiera darle. Fué así que se desacreditó y produjo UlI incidente inútil. Sus propios amigos lo abandonaron y ningUlIo se preocupó de Sil asunto, quedando, ele 'hecho, expulsado de la Ciímru-a de Representantes. En la p(¡gina 111 se dice: e Terminada esta vergonzosa sesion, luego que los diputados , ahandonaron el recinto de la Cámara, la turba orihista, en + medios de vivas y aplausos al señor Palomeque. apnleó bru ~ talmente á los diputados Patricio V ázquez y .J. A. Labandern. El eacándalofué completo. Todo él tuvo lugar en presencia •: de la guardia de la cároel, de los soldados de policía, en las « puertas de las oficinas del jefe, á la vista de éste, y en presene cia del presidente de la Cámara don José Gabriel Palomeque. ;> Vuelvo ~í recordar que los sllcesOSpasal'on tal comoest:'ln relatados en mi libro 1JIz: ~expulsián. Debo, sin embargo, decir aquí que aquello de: á presencia del Presidente de la Cánutra, don José Gab]:iel Paloineque, qne reproduce el joven Onetto y Viana (qne lo toma, sin decirlo, del número 2998 de El COmenl~) del Plata), no tiene importancia alguna, fí no ser el propósito personal de ofender el apellido Palomcquo. Si así no fuera, ¿por qué el joven escritor no dice que en soguida el doctor Palomequs publico una solicitada, en el mismo El Comercio del PIafa, protestando contra la iutorvencidn que quería atribuírsele en semejantes hechos? (1) No puede decir el joven Viana (lDe no la conoce. Est:\ en el diario de sus afecciones políticas. Pero, aún asimismo) ninguna importancia tiene el hecho de
VIDA MODEUNA proscnciara un oscríndalo do esa naturaleza, y no lo pudiera impedir, cosa, por otra parte, inexacta, por qnc él lo reprimió hasta donde materialmente pudo, con exposicién de su vida, s{\gún consta de la p:íginH 12D del libro JU erpulsiáu, nada probaría en su contra. Es una doctrina estúpida la de responsabilizar :( la Mesn por los cscrindalos cometidos' en la barra. No hace mucho, siendo yo diputado, se me iusultaba soezmunt«, desde la barra, cuando se discutía el proyecto sobre las cnrridas do toros. Y en presencia del Presidente, (jlle ine uhtuulotu) ti mi SI(('I'/1', al salir al corredor, al ver la batahola que se BlC preparaba, tuve qne asumir, solo, una actitud que impuso ,í los j()v(lnes muuiícstantes. \ 1) Y Ill111Ca se 1110 ocurrió suponer que ('1 SC'ÜOl" 8aavec1ra,Prcsidcntc de la C:lmtlra de H('lH'esc!lltan tes fuera autor Ó cómplice en esos iiechos ! ,b~:':i el dcsborde untura! de la muchedumbre,
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