W o»Sh, «{alguien te le ocomííjní póftfr $fel**potttt da Eapatta, donde estaba añlacto «I gmn* *, DÁc, 7 atoarlo de allí para llevarlo i su hogar. Y el leader de la fracción <strong>del</strong> seftor Pereyr», coya inmensa mayoría allí ertaba, él doctor
gofer en claro, en «ato ajonjéatele» I» forw» v •qmftrta. jooroo vwtgo haciéndolo, dl Et odio 'dé} ¿PTan bietorwdor se transparente hwt» en pequeño detalle 4» concederle al doctor Palonwqqe vierto jüBt»- %Ñ>cia f (Uguna ilustración. Esto prueba que no b» leído «»i estudiado lo que el doctor Palomeque produjo. Fue un espíritu batallador por excelencia, de acción, i quien le falta el tiempo para escribir libros, en aquella ¿poca en que pocos se editaba»,. JSn «ambio, recomiendo al joven historiador la actuación periodística en Jos diarios El Porvenir y La Opinión Pública, por los aflos 1851 y 1857; el Apéndice (letras AyB) de Mi expulsión; los discursos parlamentarios de 1856 i 1860, «q la Cá<strong>mar</strong>a de .Representantes, especialmente sobre cuestiones económicas y financieras; su tesÍ3 sobre las tierras públicas, de donde dimana la ley <strong>del</strong> 57, que interpreta la <strong>del</strong> 35 y sus trabajos educacionales en Ja Universidad y en el Instituto de Instrucción Pública. Lo que sucede es que el doctor Palomeque no era un escritor brillante, por mas que fuera orador de bríos, eino un hombre político, en toda la extensión de la palabra, i quien, por consiguiente, como dice un autor francés, no se le lee sino en sus hechos y no en sus libros, porque los políticos no deben escribirlos para que BO se les opongan después. Dejó huellas profundas de su acción benéfica en Canelones, Montevideo, Salto y Cerro Largo, como administrador, ciudadano enérgico y amante de su Patria,, por la que dt Esta es una frase, y nada más. El historiador no debe afir<strong>mar</strong> un hecho sin probarlo. Hubiera sido bueno que el joven Onetto y Viana citara Jos hechos malos en que fue consejero. No menos absurdo es aquello de que < prefirió enrolarse entre los enemigos de las libertades <strong>del</strong> pueblo, poniéndose al servicio de los caudillos. > "*&?! .£• ¿ ' " tn#Qaij«b mf* yi« luto,-ÍUnio, d*- ruinas, aliados i loa extraojerosi No t»v« «álenlw sino Mntimwotps generosos. 8ttfrú5 «uohas derrotgi, oomo tow bien obtuvo m»pha« victorjas, jiin pensar, al librar s« Jp«*>P«a, más que en el bíe» de su Patria. Sólo quien no conoce í fondo sn personalidad puede sostener el error mayúsculo que aquí se estampa, sin abonarlo oon un hecho probado. Pudo incurrir en errores, para sos enemigos, pero nunca nacer el mal conscientemente y sólo por cálculo y ante el éxito. Si obtuvo el éxito fue porque «os talentos políticos fueron superiores á los de sus implacables adversarios, cuyos odios de ultratumba aún tienen sn representante en el joven Viana. No claudicó de sus opiniones sino que, cómo decía Sarmiento, progresó en ideas, desasnándose, porque el progreso consiste precisamente en eso. De acuerdo con sus ideas fundó el Partido Nacional, convencido; de que los Maneot y los colorados nada nuevo nos traían sino sangre y guerras civiles. Y esto, que muchos no quisieron comprender entonces, lo comprendieron andando los años. Parte de la juventud que en aquélla época no se enroló en esas ideas modernas, lo haría más tarde, cuando, á su vez, los afios le hubieran ense~flado lo que aquel había aprendido antes" que ellos. Y á los que después for<strong>mar</strong>on un nuevo partido, confundiéndose con los adversarios de la víspera, nadie los ha calificado de clwudicadores. Suavizado el espíritu de tantas asperezas es que puede explicarse la actitud <strong>del</strong> doctor don José Pedro Ramírez, cuando, andando el tiempo, hizo lo que hizo, y pronunció su digna y serena oración fúnebre al pie <strong>del</strong> ataúd -que contenía los restos <strong>del</strong> general don Ignacio Oribe! Y á ese Partido Nacional, gubernamental, práctico, entiéndase bien, que así fundó el doctor Palomeque, le dio todas sus energías, sobrellevando injurias, de unos y de otros, de aquellos á quienes servía y de aquellos á quienes corabatía. Esas eran sus ideas, desde muy joven, puestas de manifiesta, después de India Muerta, en 1845. (') Si el doctor Palomeque hubiera sido hombre de cálculos y de éxito no se ha- (1) 71, (1) Vén» pígip» 3S7 de Mi sayuirión, por Albe/to Paloffl